los colores de la ausencia

 

25 de julio de 2021.

El 31 de diciembre de 1991 la familia Godoy Reyes se encontraba en su finca en Dabeiba, en el departamento de Antioquía. Estaban reunidos preparando la celebración de año nuevo, cuando unos hombres armados se acercaron a su casa y los interrumpieron. Ellos eran los mismos que llegaban una vez al mes a cobrar la vacuna para garantizar su protección y seguridad en el territorio. Saludaron con amabilidad a las personas presentes y le preguntaron al señor Godoy si uno de sus hijos, junto con el trabajador de la finca los podía acompañar adentro del monte. Señalaron a José Carlos que tendría 13 años en ese momento, la madre se increpó y se negó y ante esto su hermano mayor José Antonio, de 19 años, se ofreció para que su hermano menor no fuera con ellos.  

Aunque todo parecía cordial, la madre de ambos chicos tenía un mal presentimiento, una corazonada. Un mal presagio le invadió el pecho y la garganta. José Antonio se dispuso a salir junto con Juan, el trabajador. Caminaron exactamente cinco metros después de la puerta de su casa rural, y desaparecieron entre el espesor del bosque y el paisaje. Nunca más los volvieron a ver. 

José Carlos Godoy Reyes pasa los 40 años, actualmente es un hombre gay oriundo de esta zona del Urabá antioqueño. Su orientación sexual nunca fue motivo de rechazo en su familia, desde siempre sintió atracción por los hombres y tanto su mamá, como su papá, su hermano y sus hermanas mayores apoyaron su decisión de amar. Ante los ojos de una sociedad inquisitoria José Carlos aprendió a restarle importancia a los comentarios de la gente, a no vivir del qué dirán, pero una cosa es caminar libre por su tierra ignorando los chismes de otras personas y otra muy diferente  es andar con miedo por estar rodeado de todo tipo de actores armados. 

Dabeiba, fue un municipio que estuvo bajo todo los fuegos[ii] como lo titula un reportaje del portal Verdad Abierta. Este territorio fue epicentro de todo tipo de actores armados, desde tomas guerrilleras por parte de las FARC, las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC y las ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército. Este era un lugar estratégico para sus intereses criminales, pues conecta por trochas y montañas con los departamentos de Chocó y Córdoba, y la puerta de entrada al Urabá antioqueño a través del corredor conocido como El Cañón de la Llorona. 

Este control territorial afectó profundamente a la población civil y su tejido social. Fue una guerra que se vivió a sangre y fuego, ya que representaba una gran ventaja para cualquier actor armado tener el control geográfico de esas tierras. A su vez la Fuerza Pública también fue parte de este derrotero de crueldades, porque de acuerdo con las investigaciones de la Jurisdicción Especial para la Paz, en adelante, JEP gran parte de las ejecuciones extrajudiciales, en las que hicieron a pasar a personas de la población civil como dadas de baja en combate, sucedieron en este municipio del occidente antioqueño. 

Este es el Caso 03 de la JEP[iii] denominado “Muertes ilegítimamente presentadas como bajas de combate por agentes del Estado” , el cementerio de Las Mercedes en Dabeiba tiene un particular protagonismo, porque recientemente allí se exhumaron 54 cuerpos de personas que habrían sido presentados de manera ilegítima como bajas por parte de agentes del Estado. Así las cosas, tanto las FARC, las AUC y el Ejército fueron responsables de la crueldad, el horror, las masacres y el miedo que vivió la población en esta región del país. 

Ahora bien, volviendo a la historia de José Carlos, luego de la desaparición de su hermano, la guerrilla primero les cobró un dinero a sus padres con la condición de que al recibirlo, lo devolverían a su casa.. Tanto su mamá y su papá hicieron todo lo posible para reunir la cantidad de plata que les exigían, ellos la enviaron y su hermano nunca regresó. Luego les dijeron que tenían que esperar cinco años para el canje y finalmente les llegaron rumores diciendo que tanto José Antonio, como Juan, el trabajador, fueron fusilados. 

Actualmente José Carlos no sabe qué pasó con su hermano, si está vivo o está muerto, y si lo asesinaron, ¿dónde quedaron sus restos? Él ha visto cómo este dolor dejó una herida muy fuerte en su familia y que es su mamá quien más se ha visto afectada por la zozobra e incertidumbre de no tener claridad sobre qué pasó con su hijo. La desaparición forzada de la que fue víctima José Antonio y Juan es un crimen de guerra, no sólo ocurrido en el marco del conflicto armado colombiano, es característico de las dictaduras y los tipos de opresiones que supone una violación sistemática de los derechos humanos de la persona desaparecida. 

Conceptualmente la desaparición forzada es la privación de una o varias personas mediante aprehensión, detención o secuestro, a lo que sigue su ocultamiento, la negación de que la persona fue desaparecida y el no dar información sobre su paradero, impidiendo así su acceso a recursos y garantías legales. La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad y constituye una violación a los derechos humanos, especialmente cuando estos hechos son cometidos por el Estado a través de sus agentes. [iv]

En el contexto del conflicto armado colombiano, estas desapariciones ocurrieron a través de secuestros, reclutamientos forzados y detenciones arbitrarias. Sin embargo, aunque en Colombia existe una cifra muy alta de personas que desaparecieron durante los más de 60 años de conflicto, el Centro Nacional de Memoria Histórica, advierte que hay un gran subregistro de estos datos, porque la recopilación de los mismos empezó desde el año 2000 y el delito tenía otra tipificación, pues se registraban como secuestros y detenciones. 

En medio de esta angustia generalizada en su hogar por la desaparición de su hermano, creció José Carlos, cuya orientación sexual fue visible en su comunidad. Él se hizo adulto durante los años de la toma guerrillera, pues las FARC se consolidó como un poder hegemónico hasta finales de los 90, y creó una malla de comunicación por vías, caminos y ríos que les permitía tener acceso a los municipios de Uramita, Mutatá, Peque, Frontino y la subregiones vecinas del Urabá, como el Bajo Cauca, Norte de Antioquía y el acceso a los departamentos de Córdoba y Chocó.  

La zona rural y urbana de Dabeiba se caracterizaba por evidenciar una ausencia del Estado y sus entidades, de ahí que sus habitantes no contarán con acceso a derechos básicos como salud y educación. Esto favorece a que los grupos armados hicieran presencia y poco a poco tomaran el poder y control territorial del municipio.  

En una ocasión un comandante de la guerrilla ultrajó a José Carlos y lo amenazó con una arma blanca, insistiendo que debería integrarse a sus filas para que “se hiciera hombre”, para alivio de él en ese momento su papá llegó y evitó que sucediera algo peor. Su papá le dijo que se fuese a estudiar a Medellín, que su mamá no podría soportar perder a otro hijo y que sería un daño profundo en toda la familia. Aunque esta idea no le gustaba mucho,, al final concluyeron que todos debían abandonar la finca, pues sentían su vida en riesgo ante los disparos y confrontaciones frecuentes entre distintos grupos.

Así fue como José Carlos llegó a Medellín a vivir en casa de sus hermanas mayores, pero manteniendo la añoranza de su tierra, y preocupado por la gente que seguía allá a merced de la violencia de los malvados, sin ningún tipo de protección o garantía de sus derechos. En reiteradas ocasiones tanto las AUC como las FARC intentaron reclutar  a José Carlos en sus filas bajo la premisa de que en el monte “aprendería ser hombre”, esto por el machismo exacerbado que sostiene sus estructuras militares. 

Sin embargo, cuando José Carlos piensa en la manera en la que lo volverían “un macho”, recuerda todas aquellas torturas que algún miembro de estos grupos armados le mencionó. En varios informes de Caribe Afirmativo, se evidencia que los actores armados se creían con el poder de “corregir” a las personas LGBT de su territorio, pues imponían un orden moral basado en valores patriarcales donde todo aquello que fuese asociado a lo femenino era castigado, por considerarse inferior a lo que es codificado como masculino en los estereotipos de género tradicionales. 

Entres esas maneras de hacer “macho” a José Carlos se encontraban someterlo a que cargara un maletín lleno de piedras durante mucho tiempo, obligarlo a realizar trabajos pesados y a montarle trabajo como “si fuera una mula”. Precisamente en esas palabras recuerda él que se lo comentaron, enfatizando que el trabajo duro en el monte y la guerra le quitarían su atracción sexual por los hombres. Por esta razón, él esta muy seguro que las amenazas e intimidaciones que vivió desde adolescente ocurrieron en razón de su orientación sexual, que si hubiese sido  un hombre heterosexual dichas violencias no estuviesen enfocadas en anular su identidad y ser y sentir como hombre gay. 

José Carlos Godoy manifiesta que está muy seguro que no va recibir ninguna reparación por parte del Estado, si bien es cierto aparece en el Registro Único de Víctimas por el desplazamiento que vivió su familia de Dabeiba, pero otros hechos victimizantes que experimentó como la desaparición forzada de su hermano, las continuas amenazas y desplazamientos en otros territorios en los que trabajó, él no las ha denunciado por temor, porque en el momento que ocurrieron tenía mucho miedo de que estas fuerzas armadas tomaran represalias contra él y su familia. También coincide con muchas otras víctimas LGBT del conflicto armado, en que no se trata de una reparación económica, que un montón de plata no va a reaparecer a su hermano, ni va a sanar el miedo que siente cuando sale a las calles, que quizás una reparación emocional pueda ayudarlo y sobre todo un apoyo económico que le permita profundizar en sus estudios superiores. 

Él volvió a Dabeiba y vive con su mamá, a quien cuida porque ya es una persona mayor y su salud es bastante delicada. Nadie de su familia volvió a la finca y aún así estar en el casco urbano le genera miedo, pues no siente la misma libertad de antes al salir a la calle. En Medellín vivió algunos años, pero no logró adaptarse, porque el amor por su tierra y estar cerca de sus padres fue más fuerte. 

José Carlos Godoy Reyes creció en un entorno donde los jóvenes tenían muy pocas opciones y dichas alternativas les significaban anular su orientación sexual o cualquier conducta que pudiera considerarse amanerada, el valor y reconocimiento que se podrían ganar era por ser replicadores de la guerra y la violencia que los actores armados querían imponer, una ley basada en el terror y la vulneración de los derechos humanos, la opresión al más débil y la violencia contra los niños, niñas, adolescentes,  mujeres y las personas LGBT. 

José Carlos tiene un sueño, una aspiración que siempre estuvo ligada al servicio y al querer ayudar a los demás. Primero deseo estudiar medicina, pero no pudo porque en ese momento ni él ni su familia contaban con los recursos para financiar una carrera tan costosa, pero ahora lo inspiran el trabajo social y su deseo de ayudar a los demás, de contar su historia, resignificarla y apoyar a personas que aún no saben nada de sus seres queridos y que desaparecieron en el contexto del conflicto. De manera particular sueña con ser apoyo y participar de proyectos que ayuden a las personas LGBT, sobre todo a quienes la guerra les ha dejado una huella imborrable en sus memorias y corazones.  

 

 

[i] Nombres cambiados por seguridad de las personas. 

[ii] Tomado de https://verdadabierta.com/dabeiba-un-municipio-bajo-todos-los-fuegos/

 

[iii] Tomado de https://www.jep.gov.co/Especiales/casos/03.html

 

[iv] Tomado de https://caribeafirmativo.lgbt/desaparicion