Activísmo Derechos Humanos

Salud mental en personas LGBT, una invitación a la empatía radical

10 de octubre de 2021. De acuerdo con el informe de la Asamblea General de la ONU sobre el impacto de la pandemia de Covid-19 en los derechos humanos de las personas LGBT, los servicios de salud han informado que hay un deterioro significativo en su salud mental. De ahí que se haya incrementado la demanda de personas LGBT que solicitan asistencia psicológica.

Esto se debe a la inestabilidad económica que generó la pandemia del Covid-19 y en consecuencia a la incapacidad de salir de sus entornos abusivos, así como la agravación de la ansiedad y otras condiciones preexistentes y relacionadas con el bienestar mental y emocional que impacta significativamente a las personas LGBT.

Cada 10 de octubre la Organización Mundial de la Salud y demás entidades que son autoridad en cuanto a salud mental se trata,  proponen un reto o campaña, este año es la accesibilidad. Es pensarse una salud mental para todas, todos y todes, sin embargo, la realidad es decepcionante, porque en el contexto colombiano si el acceso a la salud es difícil para personas LGBT, lo es aún más en materia de salud mental,  pues es  común que autorizar una cita con psicología o psiquiatría constituya un trámite burocrático que entre papeles y autorizaciones demore tres meses y si se logra las personas se encuentren con profesionales en salud mental nada empáticos, hostiles, heteronormados y con nociones binarias de la vida.

Por ejemplo, es una suerte para una persona trans que va iniciar su proceso de hormonización encontrarse con un psiquiatra que no patologice su identidad de género, y por el contrario la oriente y acompañe en todo el proceso. De igual manera muchas personas gay, bisexuales o lesbianas temen nombrar su orientación sexual en los centros médicos, por miedo a que esto genere escenarios de discriminación, como regularmente pasa.

Hablar de salud mental sigue siendo un tabú y aunque debido a la pandemia a través de las redes sociales se crearon unas narrativas sobre el autocuidado y la toma de conciencia de ir a terapia y reconocer cuando se necesita ayuda psicológica, el sistema de salud y demás entidades del estado dejan mucho que desear, porque en los colegios, universidades y demás centros educativos no se habla de salud mental, de inteligencia emocional, ni de como brindar primeros auxilios psicológicos o crear estrategias de comunicación asertiva para acompañar a quienes lidian día a día con estas patologías.

A su vez, una cosa es ser consiente de que se necesita ayuda psicológica y otra muy diferente es tener los recursos para financiarla, ya que las consultas psicológicas  y con psiquiatría son muy costosas e inaccesibles incluso para una persona que tenga un salario promedio.  Un escenario ideal sería que existiera una política pública transversal en donde la salud mental sea tratada con total normalidad, donde pedir una cita sea tan fácil como ir medicina general, teniendo profesionales en salud mental que no sólo cuenten con un buen salario si no que además estén capacitados para interactuar con sus pacientes desde un enfoque diferencial y de género.

Ante este panorama desolador ¿Qué se puede hacer? Jonathan Lear, es un psicoanalista y estudioso de los movimientos sociales, él habla de la teoría de la esperanza radical que evidencia como ciertas poblaciones oprimidas a lo largo de la historia se han tenido que aferrar a una esperanza que parece descabellada, que invita a imaginarse mundos que por las circunstancias del presente son imposibles. Dicho autor menciona que los y las activistas de ciertos momentos de la historia tuvieron que aferrarse a soñar realidades que en su entorno inmediato eran consideradas imposibles, como el caso del movimiento LGBT.

Teniendo en cuenta lo anterior y readaptando este concepto de la esperanza radical de Jonathan Lear , como lo han hecho algunos autores contemporáneos alrededor de la salud mental, se trata entonces de una empatía radical. Es por eso que es vital acompañar, escuchar sin juzgar,  eliminar esta noción mesiánica que hay que salvar a quienes viven con estas enfermedades. A veces preguntar a las personas como están, desde un interés genuino basta para dar paso a conversaciones difíciles y siendo así cualquier palabra, abrazo, o compañía en silencio es suficiente para salvar vidas.