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¿Qué significa, para las personas LGBTIQ colombianas, la vida sabrosa?

La pretensión de exigir visibilidad de las agendas de diversidad sexual y de género en los procesos políticos y en los programas de gobierno es derrumbar los muros de la contención de derechos y desarrollar un proyecto de vida buena.

El cambio de proyecto político al que asistimos en Colombia este fin de semana, está cargado de esperanzas: de que otro país puede ser posible, el de la paz y la justicia social. Sin embargo, poniendo en práctica la “real polítik” que empieza a desarrollarse hoy, somos conscientes de que dicho cambio no será fruto de una hazaña maravillosa, ni responsabilidad mediática de quienes hoy asumen el poder, sino, más bien un proceso que debe andar toda la sociedad, que será paulatino, en el que se cometerán errores, se limitarán los alcances y se harán criticas necesarias. Lo importante es que, más allá de las simpatías o reservas que genere el nuevo proyecto político que hoy se instala en el país, asumamos este acto simbólico de un nuevo gobierno y todo lo novedoso que eso genera, para que juntas reanudemos nuestro compromiso con la garantía de derechos y la vida digna como pilares de una nación que nuevamente confía a la democracia, el ejercicio de que sea ella la que conduzca el bien común de sus habitantes.

Ahora, no estamos solo en cambio de mando, es la instalación de un nuevo proyecto político, como respuesta a un proceso de movilización social que, en los últimos años ha denunciado el capitalismo opresor, el patriarcado dominante y la cosificación de la vida humana que ha empobrecido, marginalizado y despreciado muchas vidas, particularmente las abyectas, sexo-género diversas, racializadas, de mujeres, rurales y mayores, que en una escala perversa de valores que ha gobernado por años, las han tratado como vidas “desechables”, negándoles el derecho al desarrollo de un proyecto de vida buena. Este agotamiento del modelo político neoliberal ha venido generando conciencias críticas, como lo expresaron las calles en el paro nacional y las urnas tiempo después, eligiendo un proyecto político que tenía como meta construir con “los nadie” un camino para vivir una “vida sabrosa”

El termino “vida sabrosa” significa en la cosmovisión étnica, la posibilidad de desarrollar el proyecto de existencia con acceso a derechos, en armonía con la naturaleza, disfrutando la cotidianidad y valorando lo colectivo sobre lo individual. Dicha expresión, que ha sido el combustible de resistencia de las comunidades afro e indígenas en Colombia, les ha permitido permanecer en pie a pesar de la adversidad y construir, en medio de las mayores confrontaciones del conflicto armado, oasis de paz que protegieron vidas y dignificaron existencias. Es una buena práctica de hermanamiento y sororidad para otros sectores colombianos, como las personas LGBTIQ, a los que el conflicto les aniquiló los anhelos de dignidad, para quienes las dificultades propias de la visibilidad desde la diversidad sexual y de género les implicó (y sigue implicando) rechazos, burlas y negación de derechos. Y, en escenarios como el conflicto armado, se exacerbaron, llevándoles a ser víctimas de los más horrendos crímenes y actos de persecución porque el proyecto moral que pretendían imponer los actores del conflicto armado no tenía cabida, como lo narra el informe de la Comisión de la Verdad.

“La verdad en arcoíris”, como titula el apartado del volumen de mujeres y personas LGBTIQ del Informe de la CEV, da cuenta de las violencias basadas en género bajo el titular: “mi cuerpo es la verdad”. Narra más de cuatrocientas experiencias de vida que fueron frustradas por los ataques más desgarradores de la guerra que se agudizaron con prácticas de tortura que, en muchos casos, contaban con complicidad social y se perpetuaron en actos de discriminación, porque el borramiento de las personas LGBTIQ+ era un hecho heróico en la cadena de la moralidad que se ha construido en este país: violencia que aniquila de diferencia. Pero en ese mismo informe, experiencias de resistencia y resilencia y prácticas colectivas de afrontamiento, en escenarios culturales, en entornos familiares y con expresiones de amor resistentes, florecieron bajo la máxima de que sus vidas no debían ser permitidas, sino dignamente vividas. Pasar de sobrevivir a vivir con dignidad y de sufrir por la existencia a gozar por la identidad.

En este informe, de necesaria lectura para la verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, hay recomendaciones al Estado y a la sociedad, apostándole a una transformación estructural que no solo elimine esas acciones de exclusión y desprecio, sino que haga de la diversidad un motivo de cohesión social. En este escenario, es la expresión sociopolítica “vivir sabroso”, el espacio ideal para reparar estas vidas heridas. Esperamos que el compromiso que Petro y Márquez asumieron en campaña, siempre con un lenguaje no sexista, que maduraron en su programa de Gobierno y  sellaron en la recepción del Informe de la Comisión de la verdad, empiece a ser una realidad desde hoy, procurando por todos los medios posibles, que grupos poblaciones como las personas LGBTIQ, que hacen parte de ese universo de “los y las nadie” empiecen a ser protagonistas de la historias de un país que exige a gritos, un cambio: pasar del desprecio al reconocimiento.

“Vivir sabroso” para las personas LGBTIQ+ será una realidad cuando sus derechos sean reconocidos de manera integral, cuando encuentren en las instituciones del Estado, servicios diferenciales que les reconozcan desde su enunciación, una cultura ciudadana garante y reconocedora de la diversidad, espacios seguros para dignificar sus vidas y un respeto profundo a las formas de ser, sentir y amar. Pero “vivir sabroso” es un punto de llegada, y para ello, requerimos que este nuevo gobierno active tanto en su programa de 100 días como en su propuesta de Plan Nacional de Desarrollo, cinco claves que serán la expresión de que otra vida puede ser posible: a) consolidar espacios de participación ciudadana con acciones afirmativas que dé voz a quienes históricamente no la han tenido; b) consolidar el valor de lo colectivo y del bien común sobre el individualismo y el egoísmo de pensar siempre en lo privado antes que lo comunitario; c) hacer de lo público un escenario de seguridad y garantías para la libertad, la expresión y la felicidad en el marco de los derechos humanos; d) activar un paquete de acciones que logre corregir la inequidad estructural que ha permitido que las vidas de las mujeres, las personas LGBTIQ+, los grupos étnicos y todas aquellas que el sistema capitalista ha querido dejar al margen, sean más difíciles y de menos oportunidades; y e) transformar las estructuras éticas de la sociedad para que estén a la altura de las solicitudes de una sociedad juvenil, feminista, reflexiva y resistente que  se niega a seguir viendo un mundo donde muchas vidas no pueden ser vividas.

No han asumido el poder ángeles, mesías, o salvadores, son seres humanos que han cometido errores y seguirán incurriendo en ellos; no les elegimos por lo que son, sino por lo que representan y, sobre todo, a quienes representan: millones de colombianas y colombianos, muchas de ellas LGBTIQ+ que pidieron “no más” la política perversa neoliberal que se construye sobre el sufrimiento y las limitaciones de la vida. Con nuestros votos, Gustavo y Francia dan el mandato ciudadano a quienes construyeron un proyecto político por la vida, el reconocimiento y la felicidad como piedra angular. Estaremos vigilantes a que su trabajo y resultados empiecen a enderezar el sendero que conduzca al país a la paz total, a la justicia social y a la convicción de que los proyectos de vida de la ciudadanía colombiana son vivibles y se vivirán. Eso es vivir sabroso.