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Noche y niebla: el holocausto nazi de las personas LGBTI

30 de enero de 2021. La memoria es reparadora y cuando se asume como un bien público, así sea extemporánea, contribuye a la sanación y a la transformación social. En 1972, hace 50 años, después de décadas de silencio, Heger Heinz consiguió el aval de una editorial en Francia para publicar su investigación: “Los hombres del triángulo rosa. Memorias de un homosexual en los campos de concentración”, con narraciones en primera persona y de otros sobrevivientes, hasta ese entonces desconocidas, se puso en evidencia la persecución sistemática hacia las personas con orientación sexual diversa en el marco de la segunda guerra mundial, quienes eran despreciadas y marcadas para estigmatizarlas. A partir de allí, otras investigaciones y análisis históricos han permitido reconstruir uno de los horrores más grandes del régimen nazi: la estigmatización a las personas por su diversidad sexual.

La estigmatización es una práctica milenaria, acuñada sobre todo en los procesos religiosos que buscan reconocer una marca física y visible de una persona para validar presuntos poderes sobrenaturales; por ejemplo, son ampliamente conocidos los estigmas del Padre Pio en Italia o los de los monjes en el Tíbet, al primero le valieron la canonización y a los segundos la búsqueda de miles de personas que quieren entrevistarse con ellos por su halo de santidad. En las sociedades modernas la estigmatización fue tomando una connotación negativa: las sociedades a quien consideran diferente y por tanto quieren excluir, le imprimen una marca exterior que lo presenta como indeseable y con ella buscan justificar los motivos de su marginación.

Allí precisamente es donde muchos regímenes totalitaristas han ubicado la diversidad sexual y de género, condenándola como un asunto inmoral, delictivo y enfermizo, y han promovido una serie de expresiones simbólicas en éstas personas que se agudizan en prácticas de guerra, para promover prejuicios sobre lo que su vida representa: la flor violenta en España usada en la guerra civil para marcar los vestidos de mujeres que no cumplían con las condiciones de feminidad, brazaletes amarillos en las fronteras franco alemanas para quienes eran descubierto en prácticas homosexuales y la obligatoriedad en Colombia que actores paramilitares impusieron a las personas que vivían con VIH para portar en sus pechos la prueba que dejaba constancia que eran positivos.

Quizás la marca de mayor estigmatización conocida en el mundo contra las personas LGBTI fue en la segunda guerra mundial. En aquella época, muchas eran denunciadas por sospecha de homosexualidad, les detenían y llevaban a campos de concentración, allí marcaban sus uniformes con triángulos de tres tipos: Rosa, para quienes tenían prácticas homosexuales o eran afeminados; negros, para las mujeres que estaban en contravía de la feminidad o se negaban a la procreación; y rosa con un triángulo amarillo sobrepuesto para quienes además de homosexuales eran judíos. Era tan determinante esta marcación, que incluso con el correr del tiempo, por el temor que los desgastes de los uniformes hiciesen que la decoloración del rojo (triángulo de los presos políticos pareciese rosa) en algunos lugares los triángulos rosa incluyeron un lazo azul.

Si bien existían en todos los campos de concentración personas presas con triángulo rosa y en algunos casos con triángulo bicolor o negro, algunas cosas eran claras según narran los sobrevivientes: a) preferiblemente eran llevados a campos de concentración de tercer nivel, que tenían fama de ser un lugar donde excepcionalmente se salía con vida; b) se les sometía a largas jornadas sin alimentación; c) por considerarlos débiles para el trabajo se les obligada a cargas todo el día en sus brazos nieve hasta quemarse por la ausencia de protección; d) se les obligaba a permanecer todo el día con un camisón y sin ropa interior y eran castigados si presentaban erección; e) se les prohibía hablar entre ellos, pues podían promover la erección; f) se les obligaba a estar siempre con sus manos expuestas, incluso cuando dormían, para evitar tocamientos; y g) luego de estar una semana retenidos 1 de cada 4 ya estaba muerto.

Se estima que en el periodo entre 1939 y 1945 unas 15 mil personas fueron marcadas con el triángulo rosa en los campos de concentración y de ellos aproximadamente el 60% murieron; del campo que se tienen noticias de mayores concentraciones de personas detenidas con triángulo rosa es Sachsenhausen-Oranienburg, del que se cuentan gravísimas violaciones a derechos humanos, torturas y de donde se documentaron, según los informes de las comisiones de verdad, las mayores prácticas de experimentación con cuerpos humanos.

Ya desde el inicio del régimen nazi en Alemania, hay enunciaciones a la homosexualidad como una práctica que impide todo rendimiento y así lo consignaba la doctrina militar. En 1934, se develó un plan para atentar contra Hitler en las tropas y se indicó que quienes lo lideraban eran todos homosexuales, este episodio llamado “la noche de los cuchillos largos”, determinó un acto de depuración en las tropas alemanas, aplicando su principio doctrinal que los valores se asocian con la sangre y que por un bien moral dichos hombres deberían morir.

Bajo esta orden la Gestapo tenía la tarea de capturar personas con prácticas homosexuales, y el procedimiento se hacía en varios momentos: eran denunciados por vecinos y/o familiares por comportamientos amanerados o por cercanías afectivas con otros hombres; en segundo lugar violentaban su intimidad buscando elementos que les comprometieran (cartas, escritos, lecturas, fotos); en tercer lugar llamaban a personas a que dieran testimonio en su contra acusándolos de que eran escandalosos para la comunidad y que ponían en riesgo el bien común (muchas de estas declaraciones eran falsas o modificadas); en cuarto lugar eran azotados, golpeados y ridiculizados en espacios públicos introduciendo elementos en sus órganos genitales o desnudándoles para el escarnio social; y en quinto lugar eran sometidos a terapias eléctricas para obligarlos a confesar su orientación sexual o a no desmentir las acusaciones. Estos castigos eran más severos cuando además de homosexuales o afeminadas eran judíos y tenían expresiones de afecto con otro judío. En 1941, el edicto de Hitler llamado “nacht und nebel” (noche y niebla), que dio orden de eliminar a todos los sujetos peligrosos sin dejar rastro, no solo agudizó la violencia contra las personas homosexuales, sino que incluso eran masacrados solo por parecerlo sin cursar ninguna acusación en su contra.

Los pocos sobrevivientes de este capítulo prejuicioso y violento de la humanidad contra las personas LGBTI, como lo narra Heger Heinz, salieron en el mismo silencio y abandono en el que entraron: ni red de solidaridad se generó para su reparación, ni grupo de apoyo para su atención psicosocial. Su deterioro mental por la opresión, la desnutrición aguda que les dejó el respeto de su vida con una salud deteriorada, y su dificultad de insertarse a la sociedad por sus actos mecánicos e inconscientes llenos de miedo, les depararon un regreso a la libertad que no fue sinónimo de vida digna. Los centenares de libros, informes y debates que se han construido en torno a la memoria, han dado poca información de esta situación, grandes pensadores como Primo Levi o Jean Paul Sartre ,que dedicaron su obra filosófica a develar aquellas prácticas soterradas de los campos de concentración, ni siquiera se percataron de estos casos y ello deja constancia de una invisibilidad de sus proyectos de vida que existía aún antes de la guerra en Alemania de las personas LGBTI, se conocen textos históricos que hablan que previo a la hegemonía nazi se marcaban homosexuales en sus cuerpos con el número 175, que es el artículo del código penal que condena como aberrante estas prácticas y les condena a castigos selectivos y el repudio social. Estas historias soterradas de la segunda guerra mundial, que se repite en todas las guerras y conflictos del mundo, dejan constancia que la vida de las personas LGBTI no solo es usada, sino que es aniquilada y olvidada.

Wilson Castañeda Castro

Director

Caribe Afirmativo