Crónicas Afirmativas

“Mi hija solo era diferente”. Ser padre de una mujer trans en medio del conflicto armado

9  de mayo de 2021. Cuando Martín Pastrana[i] habla de su hija Dayana[ii], se le inundan los ojos de nostalgia. Aunque intenta mantener la firmeza y contener las lágrimas relata como poco a poco el ser una mujer trans y expresar sus ideas en voz alta le costo la vida.

Martín y su esposa, criaron a sus hijos en un municipio del Sur de Bolívar. Todos los integrantes de la familia Pastrana-Vega crecieron en este pueblo que se encuentra rodeado por el río Magdalena en su margen izquierda, y territorialmente ocupa un alto porcentaje de la serranía de San Lucas.  Este lugar al norte limita con Santa Rosa del Sur y Simití y al oeste con los municipios de Remedios y Segovia, Antioquía. Algo que tienen en común es que cada uno de estos sitios ha padecido las consecuencias del conflicto armado en Colombia, porque han ocurrido matanzas, masacres, tomas de los actores armados y violencias desproporcionadas en todos los niveles.

Cuando la madre de Dayana falleció, ella regresó al pueblo siendo otra, porque sus amigos, amigas y vecinos la conocieron como David, un chico abiertamente homosexual, que pasaba caminando por el pueblo riéndose todo el tiempo. Al llegar la vieron transformada siendo una mujer trans, muy segura y orgullosa de su identidad. Tenía 26 años, en ese momento regresó a convencer a su papá de que no vendiera la casa, pues Dayana vivía en Bogotá trabajando como estilista y estar lejos de su pueblo en la capital le permitió descubrirse y ser ella misma.

Dayana Pastrana Vega tenía el sueño de irse a España a trabajar, esas eran sus ambiciones una vez regresara del pueblo, asegurándose de que su papá no vendiera la casa y ella le pudiera enviar un dinero mensual para que la remodelará y tuviera su lugar seguro. Sin embargo, una noche una bala de prejuicios y violencia acabó con sus aspiraciones.

Dayana estaba departiendo con sus amigas en un bar del pueblo y días atrás se había encontrado con un comandante de las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia. Ella sin meditarlo dos veces, con esa personalidad suya fuerte y directa le dijo que no le parecía que ellos tuvieran el control en el pueblo y que las autoridades no hicieran nada. Este par de frases indignaron mucho al cabecilla de este grupo armado y horas después de ese encuentro amenazaron Martín y le advirtieron que si su hijo, (pues no reconocían su identidad de género) no se retractaba de esos comentarios, lo iban a matar.

Dos noches después, mientras Dayana compartía con sus amigas una persona la llamó y la llevó engañada al cementerio del pueblo, cuando Dayana llegó recibió un disparo que la tumbó en el suelo. Su cuerpo permaneció tirado en el piso toda la noche, si bien es cierto que Dayana se llevaba muy bien con su comunidad y nunca recibió una agresión por su identidad de género por parte de alguno de los y las habitantes del pueblo, esa noche todos fueron indiferentes a lo ocurrido, quizás por la conmoción de su asesinato, pero solo hasta al otro día cuando Martín llegó de trabajar en su caballo y que alguien le avisó, fue que la Fiscalía y demás entidades acudieron a su levantamiento.

Este suceso dejó a Martín destrozado pues Dayana no fue la única de sus hijas que perdió con motivo del conflicto armado. Como consecuencia del impacto de su pérdida, Martín empezó a enfermarse del corazón, le hicieron dos operaciones y aunque salieron bien la zozobra y la angustia lo acompañan siempre, en especial, porque no comprende como la orientación sexual o identidad de género de su hija fue una razón suficiente para que los paramilitares terminaran con su vida.

Martín no dudo en denunciar y por la muerte de su hija lo indemnizaron como víctima del conflicto armado y aunque Dayana no pudo ayudarlo en vida lo hizo desde su ausencia, pues con ese dinero Martín pudo ayudar a sus otros hijos, remodelar la casa e incluso poner un lavadero de motos, siendo otra entrada económica que le ha ayudado a sostenerse hasta el momento.

El informe “Tras de negras, maricas”[iii] que CARIBE AFIRMATIVO publicó en conjunto con el Instituto Raza e Igualdad, la fundación Somos Identidad y Arco Iris de Tumaco y que se presentó este año ante la Comisión de la Verdad propone que muchas de esas violencias son diferenciadas, porque además de ejercerlas con razón de su orientación sexual e identidad de género, también lo son por discriminación racial.

Varios de estos imaginarios asociados a las personas afro, devienen de la esclavitud, ya que durante este periodo de tiempo la colonización perpetuó estas violencias y sometió a la población a diferentes tipos de crueldades. En el caso de las mujeres a ser sexualizadas, a naturalizar la violación y reducirlas al espacio privado; mientras que en relación con los hombres su virilidad fue directamente proporcional a su fuerza y capacidad de ejercer trabajos duros. De ahí que por lo menos muchas personas consideren que ser homosexual es un “asunto de blancos”, mientras que ser afro, homosexual y aparte una mujer trans, como Dayana, ya la hacían una mujer transgresora de todo un sistema de creencias en su pueblo.

Su papá nunca la rechazó, al principio le costó acostumbrarse a usar el pronombre femenino para referirse a ella, pero cuando Don Martín piensa en retrospectiva todo lo ocurrió luego de la muerte de Dayana, no logra dimensionar como su orientación sexual, e identidad de género y en sí toda su personalidad fue motivo de su muerte. Considerando que su manera de ser y sentir no le afectaba a nadie, por el contrario ella fue revolucionaría al presentarse auténtica y como era frente a un pueblo tradicionalmente machista.

Históricamente hablando este municipio ha sido territorio de violencia. Según lo recuerda Don Martín las AUC llegaron en 1999, mientras que las FARC y el ELN habían arribado algunos años antes. Cuando él tenía 25 años recuerda que Los Elenos, eran el grupo armado con alta presencia y control en su municipio. Esto evidencia que por décadas este territorio ha estado a merced de las fuerzas armadas, y que en gran parte se debe a la ausencia del Estado en estas zonas vulnerables del país.

Para Don Martín las FARC llegaron al pueblo siendo defensa de la comunidad, porque ellos fueron el primer grupo armado que les enseñó sobre derechos humanos, de que los tenían y como ejercerlos y protegerlos. Por eso algunas personas en el pueblo manifestaron empatía frente a ellos, porque solían respetar su opinión y nunca abusaron de algún miembro de la comunidad. Mientras que de acuerdo con Martín las AUC, no respetaban nada, iban imponiendo su ley sin mediar palabra con nadie, iban matando a cualquiera que les llevara la contraría o cuestionara su autoridad y precisamente su llegada fue una masacre.

Corría el 8 de enero de 1999 [iv] y cerca de la media noche un grupo de paramilitares llegó al casco urbano del municipio, asesinó a 14 personas que se encontraban en varios bares y discotecas del pueblo. Las primeras cinco víctimas cayeron en el billar Puerto Amor, luego los paras se dirigieron al barrio El Paraíso donde mataron a 6 personas y finalmente atacaron la discoteca El Espejo. Allí los clientes permanecían escondidos mientras escuchaban los disparos, pero los integrantes del grupo armado los amenazaron y los obligaron a salir y estando en la calle mataron a 3 de ellos, dejando a varias personas heridas. Según testimonios de desmovilizados esta masacre fue orden directa de Carlos Castaño.

“Por más que uno sea, uno siente algo, que todo eso se viene al corazón”, esas son las palabras de Martín cuando describe el después de todo lo ocurrido con Dayana, y en este caso literalmente porque la ausencia de su hija además de dejar una herida imborrable en su alma, le dejó graves consecuencias en su salud cardiovascular, especialmente cuando la historia de Dayana no es la única relacionada con el conflicto. Martín tenía un hijo, llamado William, él fue reclutado por los Elenos y Martín hizo lo posible por pedirles a los comandantes que lo soltaran y dos años después consiguió con que permitieran que William saliera de dicho ejército ilegal. Sin embargo, la ley de ese entonces era que si se liberaban del yugo de la reclusión forzada eran muertos, si no nada. Y en efecto a William lo desaparecieron y aún 30 años después no se sabe nada de su paradero y su crimen sigue impune.

Martín Pastrana es un hombre afrocolombiano de 71 años, sus arrugas cuentan la historia de sus hijos, sus ausencias y el dolor que le causó haber perdido a varios por causa de la guerra. Aunque se encuentra en la tercera edad y en el pasado fue líder del comité de pescadores de su pueblo y ahora aunque no debería trabajar, lo hace con el apoyo de un par de sus hijos, uno que es profesor y otro que vive y estudia en Bucaramanga.

Para él la guerra le quitó el color de su vida: Dayana, y aunque ella no está la sigue teniendo presente en su corazón, porque le duele que su crimen se mantenga en la impunidad y cuestiona el papel del Estado en estos casos, ya que su municipio ha vivido un abandono institucional por años. Aunque los días pasan con el dolor de la ausencia, él recuerda a Dayana con una mujer que le transformó su noción de la vida, que lo invito a dejar de ver la existencia en binarios, si no en una variedad de cromáticos.

[i] Nombre cambiado por seguridad de la persona.

[ii] Nombre cambiado por seguridad de la persona.

 

[iii] Tomado de https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/nos-decian-tras-de-negras-maricas

 

[iv] Tomado de https://rutasdelconflicto.com/node/11410