A diferencia de la gran mayoría de barrios populares de Barranquilla que reportan feminicidios contra mujeres trans, Las Malvinas es un sector que en los últimos meses ha registrado homicidios contra hombres gais, y eso implica preguntarse ¿Cómo es ser una persona LGBTI y habitar este barrio de la ciudad? 

De acuerdo con Vokaribe Radio, Las Malvinas es un barrio tradicional que lleva más de 30 años en la historia de Barranquilla. Sus orígenes datan de 1982 cuando un grupo de mujeres, vecinas del barrio El Bosque, conocidas como “Las Domitilas”, junto a un grupo de jóvenes iniciaran un proceso de ocupación de tierras para la construcción de una escuela y un centro cultural. El objetivo de esta toma de tierras era dar respuesta al difícil acceso que tenían niños, niñas y adolescentes a la educación, por tanto era imprescindible trabajar por la construcción de un centro educativo en esta zona. 

Fue así como está ocupación de tierras propició una serie de dinámicas de encuentros y organización comunitaria que empezaron con jornadas de limpieza en los lotes, repartición por familias de los terrenos y encuentros donde la comunidad se reunía de manera solidaria a construir los techos de las primeras casas que conformaron este barrio. De esta manera a punta de sancochos comunitarios y peñas culturales se empezó poco a poco a tejer una red de amistad y organización social que sin proponérselo fue el génesis del barrio Las Malvinas. 

Al barrio se le llamó “Las Malvinas” porque la toma de los terrenos coincidió con la época de la guerra de las islas Malvinas entre argentinos e ingleses, y para quienes lideraron este proceso esta lucha se parecía a la suya, pues sentían que su causa era la defensa de un derecho básico: La vivienda para cientos de familias en condiciones muy vulnerables. Según estas personas se cometieron muchos atropellos contra mujeres, niñas y niños, se detuvieron personas y hubo enfrentamientos contra las autoridades de aquel entonces, pues con frecuencia llegaban supuestos dueños a desalojar las tierras e insistir en su devolución. 

Ahora bien, en la actualidad el barrio Las Malvinas cuenta con la presencia de la institucionalidad en ese sector, sin embargo, hay desigualdades sociales que se hacen evidentes sólo con visitar esta zona, pues no hay espacios de recreación y ocio adecuado para los niños y niñas, la inseguridad es una preocupación frecuente y muchas de las familias aún están en proceso de titulación de las tierras donde se erigen sus casas y otras se enfrentan a situaciones de pobreza y violencia que vive el barrio. 

Respondiendo a la pregunta que surge en el primer párrafo, si los niños y niñas, y sobre todo las mujeres cabezas de familia se sienten inseguras en Las Malvinas, para las personas LGBTI, no es la excepción, pues el pasado 30 de marzo justo en fechas de carnavales Javier Murillo fue asesinado en medio de un ataque de balas en pleno día mientras compartía con sus amigos en una cuadra de Las Malvinas. De acuerdo con las autoridades que investigaron el caso, concluyeron que se trató de un ajuste de cuentas, hipótesis que deja mucho que desear, pues desde el Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo inferimos que podría ser un crimen de violencia por prejuicio ya que según informan las personas LGBTI que viven en este barrio otro hombre abiertamente gay lo hirieron con arma blanca hasta causar su muerte, por su orientación sexual. 

En Las Malvinas se ubica la peluquería de Deyanira, mujer trans que es activista y participa en el Carnaval LGBTI. Para la población sexualmente diversa este sitio es un lugar seguro y allí se encuentran otras personas como Samir y Andrew que son dos jóvenes gais que viven en este sector. Como un patrón de conducta que se identifica en todos los barrios Deyanira manifiesta que la transfobia en la hombres que trabajan en seguridad es usual, ella describe que cinco años atrás cuando iba para el barrio El Bosque, el guarda de seguridad del hospital le impidió el ingreso por ser una mujer trans y más cuando ella acudía a visitar a un paciente que se encontraba allí hospitalizado. 

Para Deyanira, Samir y Andrew el parque de Las Malvinas es epicentro de miedo para las personas LGBTI, pues siempre que pasan por ahí son víctimas de insultos y violencias verbales, que puede que quizá quienes no padezcan estas situaciones sean personas LGBTI mayores que ya llevan años viviendo en el sector. 

“Ellos saben con quienes se meten, con nosotros no porque ya nos conocen y frenteamos cualquier burla de inmediato”, eso manifiesta Andrew sobre esa necesidad de andar a la defensiva y prevenidos ante cualquier posible ofensa e insulto que les digan en las calles. Deyanira, cuenta el caso de Mireya, una mujer trans que fue agredida por dos hombres en una moto, que según los rumores del barrio fue porque ella se involucró en el matrimonio de uno de sus clientes e hizo brujería para que él se separará de su esposa. Según cuentan Mireya fue arrastrada por estos hombres que conducían una moto durante varias cuadras y una vez la golpearon también lo hicieron con un hombre gay de nacionalidad venezolana que supuestamente le ayudó, el hombre alcanzó a huir pero a ella la torturaron hasta dejarla muy lastimada. 

A este tipo de crímenes lo toman como “ajuste de cuentas” y cuando la comunidad del barrio se entera que se trata de una persona abiertamente LGBTI justifican está violencia e incluso la exacerban más, pues días después de la tortura que vivió Mireya, la casa del hombre gay fue apedreada y eso marcó un antes y después en Las Malvinas, pues a partir de allí la homofobia aumentó, pues ocurrieron situaciones como la de un amigo de Samir, un hombre gay a quién expulsaron de su casa por su orientación sexual. 

Por otro lado, las iglesias cristianas del sector son homofóbicas y transfóbicas, pues hostigan a las personas LGBTI con sus discursos de odio, y es usual que cuando Samir o Andrew pasan por el frente de alguna de ellas les griten los feligreses desde sus puertas y ventanas: “Reprendemos tu espíritu de homosexualidad” y cuando es una mujer trans quien transita frente a su puerta les gritan “Allí va un hombre, un varón”, incluso ellos cuentan que un pastor prohibió que los feligreses se relacionaran con personas LGBTI o los fuesen a visitar, que eso era pecado. Esto da cuenta de una violencia simbólica y de la persecución y exclusión que por años las iglesias cristianas han ejercido contra las personas LGBTI, que si bien parece un asunto de antaño sigue estando presente y afectando la vida de las personas sexualmente diversas. 

Deyanira finaliza su relato hablando de la vez que su nombre apareció en un panfleto, firmado por una banda del barrio cuyo logo eran dos metralletas dibujadas en la parte inferior de la hoja que contenía la amenaza, esto ocurrió porque ella se ha negado a pagar vacunas o extorsiones por mantener su peluquería en el barrio, y que según describe a ella no es la única que ha recibido amenazas, este tipo de cosas llevan ocurriendo hace más de un lustro de tiempo, por el conflicto armado urbano en Barranquilla. 

Ahora bien la situación de las personas LGBTI en Las Malvinas es preocupante, que un barrio cuya historia se remonta a la necesidad de un grupo de mujeres de garantizar la educación de muchas familias vulnerables y cuyos espacios comunitarios han sido claves para su desarrollo y crecimiento en la zona urbana de la ciudad, pero que ahora es un sitio violento que se niega a reconocer la diversidad sexual y de género y mucho menos involucrar a las personas LGBTI en sus dinámicas comunitarias causa una gran zozobra, pues muchas décadas después Las Malvinas no es un espacio seguro y mucho menos tranquilo para la población sexualmente diversa.