“El amor no siempre es igual para todos, puede existir de muchas formas, pero ¿Cómo puede haber algo de malo con una vida si se vive con la persona que se ama?”.

Anne with an E.

21 de marzo de 2021. Gabriela Fuentes Hernández[i] nació en Sincelejo, Sucre. Es la menor de cinco hermanos. Desde muy chiquita viajó por varios lugares del caribe colombiano con su familia, debido a que sus padres eran andariegos y vivieron algún tiempo entre sitios como Santa Marta, Magdalena, o Sahagún, Córdoba, hasta que a sus quince años se radicaron definitivamente en Barranquilla. Gabriela, junto con su pareja, lideran la colectiva feminista y LGBTI “FemTom Diversas”, integrada por mujeres lesbianas, bisexuales, trans y quienes se consideran tomboy; este escenario de activismo surge gracias a los encuentros y ejercicios comunitarios en la Casa de Paz en Soledad, Atlántico.

Desde muy niña se sintió atraída por las mujeres, las mariposas en el estómago que sintió en los primeros años de la adolescencia las generaban alguna que otra compañera del colegio, pero ella, por miedo a vivir alguna situación de discriminación, decidió ocultar su orientación sexual hasta sus diecisiete años, en los que la amistad de otras mujeres que se reconocían como abiertamente lesbianas le permitió expresar sus sentimientos y afectos sin ningún tipo de temor.

En su niñez no sintió solamente ese temor; como muchas familias del Caribe, entre finales de los 90 e inicios de la década del 2000, vivía la tensión generada por la presencia de actores armados en Santa Marta. En ese momento tenía 9 años y vivía con sus padres y su hermano mayor y sus hermanas. Una noche su hermano, quién en ese entonces tenía 18 años les pidió permiso a sus padres para ir a una fiesta de quince años, sus padres le dijeron que no, tenían miedo, pero él, con la fuerza de la juventud, se escapó, sin saber que esa sería la última vez que vería a su familia.

Gabriela recuerda a su hermano como símbolo de protección, pues al ser el varón de la familia solía cuidar y consentir mucho a sus hermanas, especialmente a ella quién en ese momento era la más chiquita. Hasta el día de hoy tanto Gabriela, como su familia, no saben que le ocurrió a su hermano, dicen que fue la guerrilla quienes acabaron con su vida, pero no se sabe qué tipo de actor armado fue y la razón. Hay muchas hipótesis, como que ese día él no llevaba cédula y en ese momento había toque de queda en Santa Marta, entre muchas otras preguntas que casi 20 años después no tienen respuesta.

Toda su familia se vio gravemente afectada por este hecho, especialmente su mamá, que encontró en la fe de su religión un refugio ante tanto dolor; aun así, cada joven o muchacho que veía en la calle se le parecía a su hermano y eso la destrozaba. Esos primeros años Gabriela se convirtió en el sostén de su mamá, pues la acompañó a los trámites pertinentes, en la denuncia y proceso de investigación sobre la muerte de su hermano, pero hasta el momento no se ha aclarado nada. El sistema de justicia ha sido demasiado lento y ella piensa que si al menos esclarecieran las circunstancias en las que falleció su hermano, tendrían un poco de paz.

A ella y a su familia la incluyeron en el Registro Único de Víctimas, y tanto ella como su mamá han asistido a procesos de atención psicosocial, encuentros con otras mujeres que también son víctimas del conflicto armado y audiencias públicas dónde excombatientes reconocen su responsabilidad frente a los hechos y homicidios cometidos, pero en ninguna de esas han escuchado el nombre de su hermano, lo que ha hecho que su duelo sea eterno, porque aunque pudieron enterrarlo y darle una despedida, su crimen sigue en la impunidad y la desesperanza y desolación son fantasmas que irrumpen la tranquilidad de su familia.

Por otro lado, comunicar su orientación sexual a su familia no fue fácil. Una sobrina se enteró a través de redes sociales, y gracias a lo ocurrido ella decidió enfrentar a sus padres y hermanas. Al principio varios miembros de su familia no lo tomaron bien y recibió comentarios peyorativos sobre su forma de amar, sin embargo, cuando se lo mencionó a sus papás no la juzgaron y aunque prefieren no tocar mucho el tema, ellos respetaron su decisión. Quizás para su mamá fue más difícil por sus creencias religiosas, pero en el caso de su papá, hubo un cambio valioso en él, pues siempre solía ser distante y frío, y a raíz de lo ocurrido se convirtió en una persona más cariñosa y atenta, como si quisiera mostrarle así su apoyo.

Gabriela no esperaba que un “Hola” en su bandeja de entrada de Facebook cambiaría su vida para siempre. Así inició una conversación con quién hoy es su compañera de vida, se vieron por primera vez en la playa y empezaron a salir, han pasado cuatro años luego de ese primer encuentro y ahora viven juntas.  Ninguna teme ser afectiva en los espacios públicos de la ciudad, se toman de la mano, son tiernas la una con la otra y no han recibido ningún tipo de agresión física, aunque sí comentarios ofensivos de alguno que otro hombre en la calle, pero en lo demás procuran mostrar su relación tanto en lo público como en redes sociales. De hecho, tienen un perfil juntas en Instagram, en el que comparten los viajes y momentos más significativos de su relación, para que otras mujeres lesbianas que viven en pareja se animen a compartir en sus redes sociales sus relaciones amorosas, porque ellas saben que aún hay muchas mujeres que viven su homosexualidad de manera oculta. Ellas creen que si más chicas se animan a postear en sus redes sociales imágenes y experiencias sobre sus historias de amor es posible tener más visibilización y respeto por sus derechos, porque, como lo afirma, Gabriela con convicción “amar también es un acto político”.

Su activismo comenzó porque un día una de sus amigas la invitó a asistir a un cine-foro en la Casa de Paz de Soledad; desde ese día no quiso salí nunca más de allí. El encontrarse con mujeres LBT que aman en la diversidad la convenció aún más de su lucha, aunque dice que su pareja es un poco más activa en temas de protesta e incidencia política, ciertamente lo que han alcanzando como colectiva ha sido maravilloso.

El 8 de marzo del 2020, justo una semana antes que iniciara la cuarentena obligatoria por causa de la pandemia, la colectiva FemTom Diversas salió a las calles a hacer pedagogía y explicarles a las mujeres que esta fecha no se celebra si no que se conmemora. Fue una jornada satisfactoria, porque desde un pequeño ejercicio como explicar que es violencia basada en género y dedicar una tarde a caminar las calles y conversar con otras mujeres sobre el feminismo, siembran semillas que luego se cosechan en cambios.

Uno de los días más emblemáticos y que será recordado con amor por Gabriela fue el día de la marcha del Orgullo, en el año 2019 ella y su pareja se animaron a salir con sus banderas arcoíris, maquilladas y emocionadas por caminar y demostrar su amor al mundo Para Gabriela era su primera marcha y se encontraba nerviosa ese día, pero caminar de la mano de su pareja, sonreír y agitar sus banderas con entereza y orgullo las hizo muy felices, ese día es de aquellos que guarda como uno de sus recuerdos mas preciados.

Ahora Gabriela, quien es técnica en auxiliar contable sueña con estudiar contaduría pública y graduarse como profesional. Con su pareja, en algunos años, quieren conformar una familia y tener un hijo, hija o hije, pero por ahora el amor y la ternura se percibe en su hogar, en el cariño que se tienen y con la agradable compañía de Narciso, el conejo que tienen como mascota y les llena de magia sus días.

 

 

 

 

[i] Nombre cambiado por seguridad de la persona.