Crónicas Afirmativas

Amar para resistir y resignificar la propia historia

7 de marzo de 2021. “No necesité decirle a nadie, lo que me importaba era como me sintiera” expresa Elvira[i] cuando habla de su orientación sexual. Ella se reconoce como lesbiana porque se dio cuenta que estaba enamorada de una mujer, y nunca vio la necesidad de comunicarlo a su comunidad.

Elvira Suárez nació en la zona rural de Arauca. Actualmente vive en Saravena con su pareja y ambas forman un hogar con sus perritos a quienes tratan como a sus hijos, sin embargo, el caso de Elvira es poco común, pues ella se convenció de su orientación sexual cuando conoció a Verónica a sus 33 años, con quién convive hace  ya casi dos décadas, pues desde niña no le prestó atención a la importancia del género de la persona a la que decidiera amar.

En Colombia existe un machismo hegemónico, mayormente acentuado en los territorios periféricos del país, por eso Elvira cuenta que esos primeros años de noviazgo con Verónica tenían que esconderse, reprimir manifestaciones de afecto en espacios públicos y llevar su relación en secreto y aunque ellas se cuidaban mucho siempre habían murmuraciones y señalamientos de sus vecinos.

Para Elvira las violencias contra personas LGBT en el marco del conflicto armado son invisibilizadas, en especial sabiendo que las hostilidades y crueldades que han padecido históricamente repiten una serie de patrones aberrantes que recaen en estigmas y un control moral que las condena por su forma de ser y sentir.

Elvira está segura de que existe un subregistro de las víctimas LGBT, ella cuenta que sabe de historias de personas que han sufrido masacres, amenazas, desplazamientos y muertes por su orientación sexual. “Éramos discriminados, no éramos bien vistos, no teníamos derecho a estar en el territorio y sí estábamos teníamos que estar ocultos”,  menciona Elvira, recordando aquellos primeros años en que no podía disfrutar del cariño de su pareja en un lugar público y como muchas veces ese prejuicio y violencia era legitimado por la comunidad, pues los vecinos les decían que “no eran personas de bien”.

De acuerdo con un artículo de opinión de la Universidad de Antioquía, ser líder social y además persona LGBT en Colombia es un riesgo[ii], considerando que entre  2015 y 2019 hubo más de 400 homicidios y feminicidios hacia personas LGBT, con un gran porcentaje hacia hombres gais y mujeres trans, partiendo del hecho de que la orientación sexual, identidad y expresión de género opuesta a la heteronorma sigue siendo un motivo para acabar con la vida de alguien.

La mamá de Elvira murió cuando ella tenía tan sólo siete años y ante este hecho su papá no estaba presente, por esta razón fue su hermano mayor de 23 años quien se hizo cargo de ella y sus demás hermanos menores. Corría el año de 1993, ella y sus hermanos vivían en una vereda en Arauca, muy alejada de todo, pues no había luz, agua, ni acceso vial y el único carro que podría considerarse transporte público entraba una vez a la semana a ese lugar, e igual siempre los dejaba a una hora de camino.

Por ese entonces las FARC rondaban la vereda en la que vivía y nadie podía decir nada porque todos estaban amenazados, quien delatara su control en la zona o se quejara recibía la muerte como castigo. Un día sin avisar, sin tocar puerta o mediar palabra se llevaron a su hermano a la fuerza. Elvira tenía 16 años y desde ese día en que hombres uniformados entraron a las malas a su hogar no lo ha vuelto a ver. Sospecha que está muerto, pero no entiende ¿Por qué se lo llevaron? ¿A qué se lo llevaron? ¿Dónde lo dejaron? ¿Si lo mataron, por qué lo hicieron? y ¿Si está muerto donde lo enterraron?

Muchas son las preguntas que 34 años después no tienen respuesta. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica[iii] en Colombia, al menos 80 mil personas han sido víctimas de desaparición forzada, una forma de violencia utilizada como estrategia de guerra para producir terror, causar sufrimiento prolongado, alterar la vida de familias por generaciones y paralizar comunidades y sociedades enteras.

Varias familias quedan con el corazón roto en una angustia permanente por no saber nada de sus seres queridos y no tener la certeza de que pueden darles un entierro y despedida digna según la creencia religiosa de cada cual. Es una herida por años que deja consecuencias irreparables en la salud mental de miles de familias que incluso hasta el sol de hoy desconocen el paradero de sus personas amadas, es una herida dolorosa como país que hasta ahora en los ejercicios de verdad y reparación se ha buscado dar una respuesta a estas personas que hacen mucho no saben nada de quienes perdieron por motivo de la guerra.

En el 2006, tres años después de haber conocido a Verónica y formalizado una relación marital con ella, empezaron a llegar panfletos y mensajes de texto a ella y a su pareja de un grupo armado ilegal. En estas amenazas les decían que debían irse de la comunidad, que tenían sólo unas horas para abandonar su territorio, que si no lo hacían o mataban a Verónica o le hacían algo a sus hijos que en ese entonces todavía estaban en el colegio.

En ese tiempo Elvira sentía mucho miedo de salir a la calle, de llegar tarde a su casa o de quedarse sola porque el temor era tanto a que atentaran contra su integridad, la de su pareja o la de sus hijos y lo más doloroso es que ella sentía que las otras personas de su comunidad legitimaban estas violencias dado que de alguna forma estaban de acuerdo con las hostigaciones panfletarias de actores criminales, ya que la homofobia era un actitud predominante en sus vecinos.

Aunque Elvira decidió no desplazarse esos años de intimidaciones vivió angustiada y no cambió de trabajo, sólo procuro cuidar a sus seres queridos y andar con más prudencia en las calles. Ella denunció este hecho a la Personería del Pueblo y a la Fiscalía y en ambas instituciones, pese a que la atendieron bien los procesos se estancaron en una serie de papeleo que tuvo que firmar y enviar pero de los cuales nunca obtuvo respuesta, por eso ella y su compañera de vida no aparecen en el Registro Único de Víctimas. Elvira dice que las personas LGBT no existen para la institucionalidad, no hay políticas públicas ni enfoques diferenciales que consideren que ellos y ellas también han sufrido las violencias del conflicto armado e incluso dinámicas más perversas, contrario a otras personas, porque aquí les vulneran su derecho de amar.

Sin embargo, a sus ya casi cincuenta años Elvira Suárez se desempeña como guarda de seguridad y lideresa social en su territorio, gracias a que trabaja de la mano con  activistas LGBT para documentar las violaciones que han vivido en el marco del conflicto armado colombiano, todo esto con la intención de esperar una reparación sobre estos hechos. “No se trata de que todos vayan a la cárcel, si no de que haya une evento nacional donde las FARC le pidan perdón de manera pública a todas las personas”, señala Elvira, manifestando que la verdadera reparación es una garantía de no repetición de estos escabrososos sucesos.

En el informe de Caribe Informativo titulado “Resistimos callando, re existimos gritando: memorias de experiencias de sujetos colectivos LGBT en el marco del conflicto armado en Colombia”[iv] en el último capítulo menciona algunas recomendaciones de reparación colectiva y entre esas pedir perdón de manera pública a las víctimas es una posibilidad de reparación, que en el caso de Elvira es suficiente para dar tregua a la impunidad por los daños recibidos durante la guerra.

Sin embargo desde el dolor cada historia se puede resignificar y esto es lo que destaca Elvira, que luego de tantos momentos angustiantes, de vivir con la zozobra de no saber nada de su hermano,  ella y varias personas LGBT en Arauca se han organizado. “Gracias a todo lo que nos pasó se creó una organización en la que hemos aprendido que nosotros también tenemos derechos y podemos reclamar a las instituciones que nos vinculen”. Esto expresa Elvira con sus ojos esperanzados que creen firmemente que desde estos escenarios de educación no formal se puede construir paz, fomentando la inclusión y el respeto, empezando desde los hogares, para que se reconozcan y acompañen a niños, niñas y adolescentes con orientaciones sexuales diversas.

“Que el país reconozca que desde Saravena, Arauca hay población LGBT, que somos seres humanos y nosotros también sentimos y que a nosotros también nos duele, que tenemos igualdad de derechos y que nosotros también le apostamos a la construcción de paz”, con estas palabras Elvira Suaréz cierra su relato, como lideresa social que promueve el respeto hacia los derechos de personas LGBT en su territorio, como mujer que ama a otra mujer con el orgullo y la tranquilidad que le brinda, reconoce que el amor le ha dado la fuerza para resistir y resignificar su historia.

[i] Nombre cambiado por seguridad de la persona.

[ii] Tomado de http://www.udea.edu.co/wps/portal/udea/web/inicio/udea-noticias/udea-noticia/!ut/p/z0/fU6xDoIwFPwVF8bmVcSqI3EwMQ4OxkAXU6DBp-U9oMX4-YIOxsXlcne5uxxoyECTeWBtAjIZN-pcq8t6s43naSIPUiVKpuqYLFfxbnE6S9iD_h8YF_DWdToFXTIF-wyQtdwH44bKmkga_6uu3NgPn3BGHLBE4yP5bhNWPKW-NrdI49dIetsLh9WEdRFQWBIlO24KNGIg0aP1NUN71_kLyY_YGA!!/

[iii] Tomado de http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/balances-jep/desaparicion.html

[iv] Tomado de https://caribeafirmativo.lgbt/wp-content/uploads/2021/02/Resistimos-callando-re-existimos-gritando-version-digital_compressed.pdf