Finalidad

Consolidar una cultura de paz a partir del reconocimiento de la pluralidad de los territorios, el fortalecimiento de los procesos de construcción de ciudadanías y el ejercicio pleno de los derechos desde la diversidad sexual y de género.

Propósito

Nuestro propósito es transformar los prejuicios, imaginarios y prácticas sociales e institucionales en torno a la diversidad sexual y de género a través de la implementación de estrategias integrales de investigación, formación, acompañamiento psicosocial, promoción de los derechos, acceso a la justicia, incidencia sociopolítica, asistencia humanitaria y el fortalecimiento de la organización y de sus aliados, con un enfoque comunitario y de trabajo en red que aporte a la construcción de paz en los territorios.

PRINCIPIOS DE LA ORGANIZACIÓN

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La realidad social se dota de sentido a partir de los múltiples y diversos significados que los sujetos le otorgan, se transforma en la interacción social y se reconfigura a través de los discursos, las construcciones simbólicas y las representaciones sociales que sobre ella se develen; en ese sentido se rescata la multiplicidad de verdades, de formas de ver y estar en el mundo, es una mirada compleja que reconoce la multicausalidad, por encima del orden dicotómico y unilineal que ha permeado nuestra sociedad.

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Reconocemos la integralidad y universalidad de los derechos humanos como el pilar de las sociedades modernas, justas y democráticas, basados no solo en la libertad, igualdad y fraternidad, sino además en el reconocimiento y la justicia social para hacer posible la vida digna de cada ciudadano y ciudadana con accesibilidad, garantía y calidad de vida.

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Reconocemos que el género y la diversidad son construcciones históricas y culturales, que para el caso de América Latina se han establecido en un marco de una historia colonizadora, en la cual el patrón de dominación fue organizado y establecido sobre la idea de raza; lo que posibilitó legitimar desigualdades sociales y explicar valores sexuales y diversas formas de dominación y control socio-sexual de sometimiento, sobre hombres y mujeres. Por ello es necesario construir enfoques contemporáneos que cuestionen dicho modelo y que permitan comprender la multiplicidad de procesos sociales y simbólicos mediante los cuales incorporamos determinados esquemas y formas de pensamiento, así como también reconocer como se organiza el mundo social a partir de un sistema de diferenciaciones “sexuadas”.

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Para que los derechos sean integrales y efectivos, no basta solo con su reconocimiento, sino y sobre todo con reales garantías de ingresos y de redistribución para que el acceso sea efectivo y su realización esté garantizada. Cuando asumimos la discusión de cualquier grupo poblacional considerado minoritario o vulnerable, de inmediato se relaciona a su tipificación problemas estructurales de pobreza, inequidad e injusticia social, asunto que también permea la diversidad sexual y las identidades de género, por ello es necesario, no solo respetar las diferencias, sino generar mecanismos para que su igualdad de condiciones en el acceso de oportunidades sea efectivo.

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La pluralidad se entiende como un principio que reconoce la otredad en la diversidad, ello se expresa en las múltiples y ricas manifestaciones sociales, étnicas, raciales, sexuales y culturales propias de la socialización del ser humano. El ser una organización que cuestiona el orden “heterosexista”, no significa que excluya o deslegitime las prácticas heterosexuales o las identidades tradicionales de masculinidad y feminidad.

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Estamos inmersos en un Estado responsable de la garantía de derechos para todos los ciudadanos y ciudadanas, y por ser específicamente Social de derecho, constituyéndose como único responsable de su eficacia, en la que debe primar la vida digna y sus garantías sobre cualquier otro interés; por ello es necesario que este ejercicio que está encaminado a la exigibilidad de derechos, parta de la esencia del Estado como el ente máximo de protección y acceso a ellos y oriente tanto a los ciudadanos a su exigibilidad; como a las instituciones del estado a ser responsables de su misión constitucional de generar prácticas en derechos con igualdad para todos y todas.

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Pensar en el fortalecimiento de lo regional invita a reconocer no solo las múltiples identidades culturales, la diversidad de grupos étnicos y las particularidades de los territorios, sino también a reconocer las múltiples posibilidades que en el orden de la sexualidad y la identidad de género construimos los seres humanos; y ese ejercicio va recibiendo unas connotaciones especiales y auténticas enmarcadas en las especificidades de la región; de ésta manera, pensar en un desarrollo integral no excluyente, implica la inclusión y la movilización de unos actores que no pueden estar al margen de dicho proceso.