10 de abril de 2022. Como una pesadilla, presenciamos en los últimos días, el conteo de unos homicidios contra jóvenes gais ocurridos en Medellín, dos al principio del año, otros cuatro en los últimos días, los cuales, por sus modus operandi, el alto nivel de sevicia y las particularidades que presentaron: hombres gais solos, interceptados por sus víctimas en ejercicios de seducción, llevados a sus domicilios o lugares que hacen referencia a privacidad, donde acababan con sus vidas, ejerciendo acciones de violencia extrema como la tortura, laceraciones corporales y los múltiples impactos que buscan degradar sus cuerpos, dejando, en la escena del crimen, una recreación para hacer creer que fue un ejercicio de mera sexualidad con un final fatal.

Juan David, Sahmir, Juan Danilo, Hernán, Gustavo Alberto y Oswaldo Adolfo, son los nombres de los jóvenes gais asesinados en Medellín. Uno tras otro, al irse conociendo cada homicidio, el miedo y la incertidumbre se apoderó de las personas LGBTI de Medellín; y es que, de hecho, los últimos informes de derechos humanos dan cuenta de que es el departamento de Antioquia el que presenta mayores casos de asesinatos contra las personas LGBTI, esta práctica no es nueva y corresponde a un modus operandi que ha hecho carrera en Colombia a la hora de generar violencia contra hombres gais:  a) son los mayores receptores de homicidios, b) la mayoría de ellos ocurren en sus viviendas o espacios privados, c) sus espacios de homosocialización o de ligue son los lugares donde sus victimarios los identifican, d) signos de violencia extrema en sus cuerpos y uso de armas contundentes dan cuenta de la posibilidad de un patrón sistemático de prejuicio en estas muertes, y e) recreación de los lugares de violencia con expresiones que pueden dar cuenta de actos sexuales previos, lo cual suele motivar un mal ejercicio de la investigación por parte de la Fiscalía, encasillándolos como asuntos pasionales.

Esta situación no es nueva en la ciudad. En el año 2007 la fiscalía sesional, bajo la entonces dirección de Guillermo Valencia Cossio, se dio a la tarea de investigar una serie de homicidios contra hombres gais ocurridos en Antioquia y el Eje Cafetero que  presentaron un escenario muy similar al actual, solo con dos diferencias: en primer lugar, las víctimas eran, en su mayoría, hombres mayores que vivían solos; en la actualidad, son jóvenes, y la segunda es la ingesta de escopolamina dada por el victimario para reducir a la víctima, actos que comenzaban a ocurrir en lugares de homosocialización, cuando las víctimas se encontraban solas. En total, la fiscalía estudió siete homicidios con estas características, y la coincidencia de hechos, le llevó a concluir que existía una banda criminal que delinquía entre el eje cafetero, Antioquia y Bogotá, la cual tenía como propósito aprovecharse del alto estado de vulnerabilidad que presentan los hombres gais mayores, para reducirlos, atracarlos o extorsionarlos y, en el caso de que estos opusieran resistencia, asesinarlos de manera vil, ya que ya que sus vidas “no importaban”. La banda logró ser capturada, pero la investigación llegó solo hasta ahí y no nos permitió conocer los motivos prejuiciosos que asistían a sus miembros en la selección der las víctimas, pero dicho ejercicio investigativo, es un buen antecedente para que la fiscalía active hoy un ejercicio similar, eso sí; además de la celeridad de su trabajo, requerimos saber las razones que asisten a estas prácticas para que no solo logremos saber quién lo hizo, sino por qué lo hizo.

Es que, solamente conociendo las motivaciones de estos hechos violentos, el Estado y la sociedad encontrará las herramientas y rutas para prevenir la violencia y promover espacios seguros para las personas LGBTI en el ejercicio del libre desarrollo de su personalidad, ya que se evidencia, en la mayoría de estos casos, la existencia de contactos previos orientados al divertimento, bien sea de forma presencial en bares y discotecas, o de forma virtual en redes sociales o plataformas de contactos, y si bien ni son estos lugares, ni estas aplicaciones las responsables de los crímenes ocurridos, sí urge que los espacios y prácticas creadas para el goce de la diversidad sexual y de género cuenten con los mecanismos necesarios de seguridad en una sociedad donde la ausencia de reconocimiento de la diversidad sexual y de género y, en ese orden de ideas, se requiere que las personas gais, lesbianas, bisexuales y trans, como ejercicio de seguridad y autoprotección, generen mecanismos para el cuidado y el bienestar y que, propietarios y facilitadores de contactos, blinden espacios y plataformas con garantías de seguridad para sus usuarios.

No es buscar la fiebre en las sábanas, no es responsabilidad de quienes promueven estos espacios, es un ejercicio del Estado en coordinación con ellos y sus servicios en perspectiva de derechos y de consolidar los canales de acompañamiento a la ciudadanía para que estén alertas a cualquier episodio que ponga en riesgo sus vidas. Protocolos de protección de datos, rutas claras de servicios y procesos de vigilancia que no pongan en riesgo la privacidad de las personas, serán acciones que permitirán que estos lugares y plataformas sigan existiendo y contribuyendo al goce y celebración de la sexualidad, alejando de ellas cualquier expresión de violencia.

La ciudadanía tiene miedo, lo expresan las redes sociales y las expresiones de asombro en los actos de memoria de las víctimas, pero con la resiliencia que caracteriza al movimiento LGBTIQ+, este miedo se ha transformado en indignación y resistencia que se tomó las calles estos días y las plazas públicas de Medellín y de muchas ciudades de Colombia, para exigir investigación, sanción y prevención; pero, sobre todo, garantías para que las vidas de lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersex, queer y no binaries, puedan ser vividas  y que los placeres propios de la diversidad, no se vean truncados por aquellos que quieren marcar los cuerpos disidentes con la violencia, negándoles su expresión de libertad. Esperamos pronto resultados de la Fiscalía, así como también, con gran esperanza, la transformación de la sociedad en su conjunto para que las vidas LGBTIQ+ puedan ser felizmente vividas.

Wilson Castañeda Castro

Director Caribe Afirmativo