31 de octubre de 2021. Siete años (2014) han pasado desde el inicio de la emergencia humanitaria que tuvo lugar en Venezuela y obligó a muchas personas a salir de ese país rumbo a otros del continente, tales como Colombia, el cual, pasó de ser un país emisor a uno receptor de migrantes y refugiados venezolanos.
Hasta agosto del presente año, según Migración Colombia, 1.842.390 era el número total estimado de personas venezolanas que se encontraban en el país. De esta cifra, 344.688 son regulares, 1.182.059 están en proceso de su regularización gracias al Estatuto Temporal de Protección y 315.643 están de manera irregular.
Bogotá (393.716), Medellín (148.714), San José de Cúcuta (98.680), Barranquilla (93.321), Cali (84.160) y Cartagena de Indias (50.026) son las seis ciudades donde más reside y está distribuida la ciudadanía venezolana, la cual, vemos cotidianamente en las calles, viviendo de la economía del rebusque, ya que su situación de irregularidad conlleva a que la gran mayoría de ellos y ellas, como única opción de supervivencia, terminen por aceptar trabajos flexibles y mal remunerados, recurriendo a emprendimientos (Caribe Afirmativo, 2021).
En ese último aspecto se resalta que las y los migrantes han logrado generar ingresos en actividades donde trabajan por su cuenta. Sin embargo, se enfrentan a barreras para formalizar sus negocios. Jonhendry Romero un joven gay de 27 años, nacido en el Estado de Zulia (Venezuela) nos cuenta que una vez llegó a Colombia buscó la manera de estabilizarse económicamente para poder ayudar a su familia con temas como: alimentación, arriendo, salud y, a su vez, tener recursos para continuar sus estudios en derecho.
“Al dejar Venezuela, dejé parte de lo que tenía seguro, era mi futuro. Yo estudiaba y trabajaba. Ya estaba en octavo semestre cuando la universidad, debido a la crisis que se presentó, paró y no siguieron las clases. Además, tuve que cerrar un pequeño negocio que tenía de venta de artículos para fechas especiales, ya que era imposible sostenerlo y las ventas habían caído en forma alarmante. Tiempo después, junto con mi familia, vinimos a Colombia y acá la situación no tuvo mejor aspecto, pero aun así las posibilidades de estabilizarnos económicamente eran posibles; tomé el dinero que me quedaba, compré un carrito de supermercado en buenas condiciones y comencé a surtirlo de agua, mecatos y productos para vender en cualquier calle, esquina o semáforo, y a partir de ahí inicié mi primer emprendimiento informal”, afirma, Jonhendry.
La vinculación de las personas venezolanas al mercado laboral y la obtención de un trabajo formal representan situaciones complejas, lo cual ha llevado a que el emprendimiento se convierta en una alternativa para facilitar la integración de la población migrante. “Ya habíamos logrado hacer frente a las necesidades básicas en nuestro nuevo hogar y me habían contratado en el Consejo Danés para Refugiados cuando comenzó la pandemia y vimos como poco a poco se afectaba nuevamente nuestra economía. Es en aquel momento en el cual tomé un lápiz y un papel para anotar qué soluciones podían darse para sortear los efectos de la pandemia mundial en nuestro bolsillo. Y fue así como, para un día sin IVA, tomé mis ahorros y parte de una prima que me habían dado y compré tres lavadoras, iniciando de esta manera y debido a la falta de oportunidades laborales, mi negocio de alquiler de lavadoras como una opción para generar ingresos”, narra.
Agrega también: “emprendí mi propio negocio con el objetivo de tener una manera de subsistir y reunir recursos para continuar estudiando. Los venezolanos queremos salir adelante y tener más oportunidades laborales así que poco a poco busco maneras para poder invertir en mi futuro”.
Según el Observatorio del Mercado de Trabajo de la Universidad Externado (2019), aproximadamente el 75% de la población venezolana migrante recurre a la informalidad en el trabajo para tener un sustento diario (Caribe Afirmativo, 2021).
En relación con eso, Tomás Páez, sociólogo y coordinador del Observatorio de la Diáspora Venezolana, en un boletín emitido por el Proyecto Migración Venezuela de Semana afirma que “quien migra tiene una alta propensión a emprender, porque está enfrentándose a una nueva vida y tiene que hacerlo todo por salir exitoso”. Sumado a esto, en una investigación publicada en 2015 acerca del fenómeno de los venezolanos que han emigrado, Páez y su equipo investigador analizaron las características de los migrantes y concluyeron que el 20% de los venezolanos que viven en el exterior son emprendedores. “Es gente que genera empleo, riqueza y semilla de democracia”, resume.
Este boletín resalta que iniciar un negocio en Colombia no es fácil, ni para locales ni para extranjeros y que los mismos colombianos así lo reconocen. “En 2016, una encuesta realizada por el Máster en Negocios del Instituto de Empresa de España, dirigida a 200 exalumnos colombianos, reveló algunas de las principales dificultades para hacer empresa en el país. El 76 % coincidió en que emprender en Colombia es difícil o muy difícil, y señalaron como las principales barreras la burocracia (45 %); la falta de inversores (25 %), y el limitado acceso a créditos bancarios (7 %). En el caso de los emprendedores venezolanos, el desconocimiento de la normativa legal y tributaria, la falta de flexibilidad del sistema para acceder a préstamos, e incluso la fuerte competencia entre sus compatriotas, hacen que participar con éxito en el mercado colombiano se convierta en toda una hazaña”, destaca.
A casi cuatro años de su llegada al país, Jonhendry dice que su plan “no era venir a Colombia y quedarme, pero el proyecto y las bendiciones que Dios tenía para mí tendrían lugar en este país. Ahora he aprendido de finanzas y contabilidad, aunque ha sido un proceso difícil ya que cada registro que hago de mi emprendimiento lo realizo de manera manual, por no tener una computadora para llevar la relación de usuarios, horas y días que solicitan el alquiler de una lavadora; las cifras de los ingresos diarios, semanales y mensuales; las horas que salen e ingresan las lavadoras o el control de mantenimiento que les voy realizando. Aun así sigo ahorrando porque la constancia y la tenacidad dan frutos”.
Entre los recuerdos más dolorosos de su nueva vida en Colombia, recuerda el fallecimiento de una de las personas más importantes de su vida, “a los meses de estar en Colombia, mi abuela paterna falleció en Venezuela y no pude despedirme de ella. No tenía dinero para regresarme y verla por última vez. Solo recuerdo una última llamada que me hizo para ayudarla a comprar queso, pero no pude cumplir su deseo. No tenía dinero para enviarle. Yo en aquel momento apoyaba en el arriendo de la casa, los servicios y le estaba pagando a un cobra diario que me había facilitado dinero para comprar el carrito de supermercado, lo que me permitió poder tener unos cuantos pesos para que no faltara comida en nuestra casa”.
Actualmente, Jonhendry estudia Digitación y transcripción de archivos y documentos y se ha capacitado en materia de derechos humanos para ayudar a otras personas que como él están fuera de su país de origen.
“Estudiar y trabajar para alcanzar cada sueño me ha impulsado a seguir adelante y no desfallecer, porque uno se cansa ante tanto sufrimiento; a pesar de todo estoy seguro que las cosas van a seguir mejorando. Solo hay algo que a veces llega a quitarme fuerzas y es la fuerte xenofobia y homofobia que se vive en la región. Las personas deben entender que somos humanos y sentimos, pero aquí vamos. Nosotros no le estamos quitando oportunidades a los colombianos, es duro escuchar: ¡Veneco, vete a tu país! Es doloroso y aún me dan ganas de llorar. En una oportunidad fui casi rechazado por un funcionario de una de las oficinas de Migración Colombia, teniendo claro que nosotros buscamos apoyo y protección. Muchos no estamos por gusto en el país, sino por necesidad. Sueño con un día volver a Venezuela”, menciona, finalizando con un fuerte suspiro.
Desde Caribe Afirmativo, además de visibilizar la situación de los migrantes en el país, hemos trabajado en humanizar el rostro de la realidad migratoria enseñando a todos los colombianos a ver a las y los venezolanos como personas , abandonando la tendencia a mirarlos solo como cifras de una estadística fría que nada contribuye a aliviar el dolor de un hermano por cuanto realmente todos los seres humanos somos hermanos y no es posible que hablemos de humanidad si no nos duele lo que ese otro ser humano padece.
Esta es la realidad de Jonhendry Romero, es la historia real que contamos, pero son muchos quienes como él, sufren día a día el dolor, no solo de las dificultades económicas que implican días de hambre, llanto, insatisfacción y decepción, sino el dolor del rechazo que es aun peor porque duele ver la mirada despreciativa de otro ser humano, llora el alma al observar la dureza de unos ojos que en lugar de mostrar compasión, se iluminan con enojo y fastidio ante la presencia de quien no siendo colombiano, igualmente lucha en esta tierra por ser alguien productivo, capaz y digno, lucha simplemente porque se le reconozca un derecho al que ya tiene teóricamente acceso simplemente por el hecho de ser un Ser Humano.
Este artículo fue posible gracias al generoso apoyo del pueblo de Estados Unidos a través de USAID. Los contenidos son responsabilidad de Caribe Afirmativo y no necesariamente reflejan las opiniones de USAID o del gobierno de Estados Unidos.