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Transgredir la politiquería para transformar la cultura política

En Colombia, a pesar de los prejuicios cotidianos a los que son sometidas, las personas trans se abren paso en la participación política.

12 de marzo de 2022. A contadas horas de una nueva contienda electoral para elegir al nuevo Congreso de la República, que tiene como tareas consolidar la implementación del acuerdo de Paz, responder a la crisis social y alimentaria que dejó el COVID-19 y a los problemas estructurales de pobreza e inequidad que vivimos en Colombia; la ciudadanía experimenta la sensación del poder primario asistiendo a las urnas y, con su voto, eligiendo a quienes mejor pueden ejercer esa tarea. Este ejercicio que, por derecho, pertenece a toda la ciudadanía, para los grupos poblacionales históricamente discriminados y excluidos, ha sido toda una odisea alcanzarlos. Lo vivieron las mujeres cuando el voto era un privilegio exclusivo de los hombres, lo vivieron las comunidades negras y afrodescendientes, cuando se les negaba la posibilidad de ir a las urnas, lo viven los migrantes y refugiados a quienes la sociedad les sigue tratando como apátridas y lo experimentan muchas personas trans cuya identidad o expresión de género les generan obstáculos en el proceso electoral que van desde acercarse al puesto de votación, hasta el ejercicio de hacerse elegir.

Pero la furia trans, su resistencia y capacidad de formación, que, contra todo pronóstico, han puesto límites al afán de invisibilización y borramiento que la sociedad quiere hacer de ellas, logró no solo hace 30 años, como ejercicio pionero en todo el país del movimiento LGBTI, proponer una candidatura trans a un cargo de elección popular, sino hacer que en estas contiendas de 2022 sean protagonistas en esto de proponer nuevas formas, más dinámicas de consolidar la democracia y ello como resultado de un proceso resiliente que quiero enumerar en cinco episodios:

Primero, proponer sus nombres y propuestas al electorado: fueron las personas trans, las primeras dentro del movimiento LGBTI que dieron el salto del activismo social al político y para ello tuvieron que hacer frente a retos muy significativos, los cuales si bien, en sus primeros intentos, no las llevó a conseguir su objetivo: hacerse elegir; sí lograron romper paradigmas. Por ejemplo, en 1992, Jennifer en Villavicencio, mujer trans, primera candidata del movimiento LGBTI tuvo que enfrentar a la autoridad electoral en su municipio cuando esta se negó a inscribir su candidatura; porque aquello era “un asunto que atentaba contra la moral y las buenas costumbres”, o Erika en Popayán en 1997, que a pesar de que la registraduría obligó a que en el tarjetón saliera su nombre jurídico, con el cual no se reconocía, promovió una pedagogía de “deconstrucción nominal”, que le permitió que su electorado la identificara con el nombre que aparecía en dicha papeleta y la votara. Ambas hicieron de sus campañas un ejercicio entre desafiar la autoridad transfóbica y orientar al electorado a darles el voto, por su capacidad de liderar procesos territoriales.

Segundo, ser elegidas para profundizar la democracia:  Thaliana en Chaparral en 2011 fue elegida al Concejo por el Partido Liberal, quien si bien llegó en esa ocasión con una expresión de género masculina e identificada como Ramón, acompañó su primer periodo con su proceso de transición, y para las elecciones de 2015 y 2019 logró repetir curul como mujer trans, reconocida por su liderazgo municipal, que le valió los primeros puestos en votación y dirigir la corporación, la cual se caracterizó por su gestión por liderar obras de infraestructura en la localidad. En Santa Marta, Taliana, mujer trans de un movimiento político ciudadano, logró en 2019 ser elegida como edila de la localidad de Pescadito y liderar un proceso de transformación social relacionado con superar la pobreza y la crisis ambiental. Además, encabeza espacios cívicos de exigibilidad de derechos para las mujeres promoviendo sororidad entre mujeres indígenas, afro, lesbianas, bisexuales, trans, migrantes y trabajadoras sociales. Las dos mujeres no son fruto del activismo trans o de la diversidad sexual, se construyeron en un espacio desde el activismo político, al que llegaron muy jóvenes, en el que tuvieron que desafiar acciones transfóbicas y desde el cual han transformado escenarios desde los más estructurales, como la toma de decisiones, hasta los más estratégicos, como la construcción de agendas.

Tercero: una gestión autónoma y efectiva: En la democracia, además de los cargos de elección popular, están los cargos de designación ejecutiva, correspondientes a un proyecto político, allí también se ha destacado la participación de las personas trans. Tatiana Piñeros, actual alcaldesa de la localidad de Mártires en Bogotá, dos gobiernos atrás, se destacó como la Secretaría de Turismo del Distrito y Deysi Olarte en la actual administración de Bogotá, tuvo un papel muy destacado como Subsecretaria para Asuntos LGBTI, ambas con altísimo perfil ejecutivo, con una propuesta de administración reflexiva, circular y de resultados con responsabilidad social, que le permiten un reconocimiento a su gestión. Situación similar ocurre en Cartagena, con Natalia, responsable de contratación del Instituto de Patrimonio y Cultura de la Ciudad y Tania Duarte que, en la misma ciudad, hace parte del programa de superación de la pobreza. En otras ciudades también han aparecido mujeres trans en cargos de Enlaces para asuntos de salud o LGBTI, conformando equipos en Secretarías con misiones comunales y de participación ciudadana, donde su liderazgo, ha promovido espacios de transformación.

Cuarto: la incidencia en los partidos y movimientos políticos: En 2005 el Polo Democrático Alternativo, no solo sorprendió con ser el primer partido en el que su mesa directiva contraría con un asiento para las personas LGBTI, sino que rápidamente dio ese asiento a  Diana Navarro, una mujer trans, que así misma se reconoce como “negra, marica y puta” y que aportó mucho a las bases y consolidación de ese partido político, situación similar al interior del Partido Alianza Verde, donde Cristina González, oriunda de Pasto, ha puesto la agenda de las personas trans en la estructura orgánica desde los nodos territoriales y en el ejercicio militante del partido. Además de ello, la presencia de personas trans en las bases de los partidos y sus exigencias en los ejercicios programáticos son cada vez más efectivas.

Quinto: la promoción de la participación electoral de las personas trans: este fervor de participación de personas trans, llevó a otras personas Trans a despertar el interés por asistir a las urnas a depositar el voto como un apoyo sororo; sin embargo, casi que su llegada a las urnas, estuvo acompañada de una sistemática discriminación: desconocimiento a su nombre identitario, obligatoriedad de asumir un género que no les pertenecía, la nominación pública de un nombre con el cual no se identificaban y las burlas y descalificaciones, que era ejercidas tanto por los jurados electorales como por la policía haciendo del ejercicio del voto, “todo un calvario” para personas trans. Por ello en un ejercicio de incidencia entre Caribe Afirmativo, el GAAT y la MOE, en 2020, preocupados por las denuncias de constreñimiento electoral, promovieron el Protocolo de Voto Trans que se estrena este domingo en las elecciones y que, básicamente, buscar sensibilizar a la comunidad electoral para garantizar la participación efectiva de las personas trans en las urnas, evitando cualquier asomo de transfobia y dar confianza y motivación a las personas trans para que se candidaticen, depositen su voto y sean observadoras y veedoras electorales, resultados que esperamos conocer y evaluar en próximos días.

En esta ocasión, de las veintiocho candidaturas abiertamente LGBTI solo tres son de personas con experiencia de vida trans a las que esperamos tener a partir del 7 de agosto legislando en el capitolio nacional, para hacer leyes que blinden derechos y un control político con mirada (trans)feminista. También, nos urgen las garantías necesarias para que los hombres trans compartan esos espacios con las mujeres. Esperamos que todo este recorrido histórico, tan significativo y potente para vivir y transformar la política, pueda verse reflejado con tener en cada contienda electoral más de ese liderazgo colectivo y transformador, propio de las personas trans en la política y para ello requerimos mecanismos de participación que deben estar dados desde un asunto de emergencia que es garantizar la vida digna, duradera y con derechos de las personas trans, hasta vaciar los partidos, movimientos políticos y prácticas democráticas de ese tufillo misógino, machismo y patriarcado que obstaculiza su participación.

Hace ochenta años, los procesos de participación política, hacían una mea culpa y  decían: sin los negros esta democracia es racista, hace  sesenta años  promulgábamos en las calles, la democracia sin las mujeres está incompleta y hoy, en esta crisis de representatividad, ante el colapso de la clase política y el cansancio que nos produce el clientelismo y la corrupción que han desbarajustado el país, gritamos: hay que cambiar la forma de hacer la política, con nuevas actoras y entre ellas, las personas trans. Sin las personas trans en los espacios de poder, no podremos tener la sociedad justa que reclamamos.

Wilson Castañeda Castro

Director Corporación Caribe Afirmativo