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Transfeminismo que abrace todas las vidas

31 de marzo de 2025. Marzo no solo es un mes para levantar pancartas, es también un momento para abrir los ojos y el corazón. El 8M, Día Internacional de la Mujer, nos convoca a luchar por la dignidad, los derechos y la vida de las mujeres. Pero esta lucha no puede tener límites ni condiciones.
Porque no todas las mujeres son reconocidas de la misma manera, y todas pueden marchar sin miedo.
Hoy más que nunca debemos decirlo claro: no hay un solo feminismo válido si no incluye a las mujeres trans.
Por eso, el 31 de marzo, Día Internacional de la Visibilidad Trans, no es una fecha aislada. Es una extensión urgente de la lucha que comenzamos el 8M. Es un grito que dice que todas las vidas deben importar, no solo las que el sistema considera “legítimas”.
Y mientras algunas personas –incluidas algunas mujeres– se escandalizan, critican y hablan de un grafiti o una consigna pintada en una pared, nosotras seguimos llorando las ausencias que no se restauran con pintura.
¿Por qué cuesta tanto entender que una pared puede ser restaurada, pero una vida arrebatada no se recupera jamás?
A veces, las críticas más duras vienen de quienes deberían acompañarnos. Se nos llama vándalas por dejar rastros de lucha en un monumento, pero pocas voces se alzan esas mismas voces cuando nos arrebatan a una compañera trans, cuando una madre entierra a su hija, o cuando una joven es abusada y silenciada.
Esa hipocresía también es violencia.
Es no entender que nuestra rabia es el eco de un dolor colectivo, que nuestras pintas son cicatrices visibles de una herida social que no deja de sangrar.
Marchar el 8M sin nombrar a las mujeres trans es repetir el mismo sistema que decimos combatir.
Olvidar el 31M es cerrar los ojos ante una realidad que nos interpela a todas.
El transfeminismo no es una opción. Es una necesidad ética y política. Es la posibilidad de construir un movimiento donde ninguna quede excluida, donde todas las historias cuenten, donde el dolor de una sea motivo de lucha para todas.
Este marzo no caminamos por colores ni tendencias. Caminamos por las que ya no están, por las que aún resisten, por las que el mundo insiste en borrar.
Y si nuestras palabras incomodan, que así sea, porque en la incomodidad también hay conciencia.

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