Movilidad Humana

Trabajos precarizados y vidas en frontera. Afectaciones y violencias en el mundo del trabajo a personas LGBT migrantes

1° de mayo de 2021. Llega de nuevo el 1° de mayo, el día internacional para el reconocimiento de los derechos de los hombres y mujeres trabajadoras y esta conmoración del 2021 coincide con un momento beligerante y de resistencias colectivas ante la agudización de la pobreza y la implantación de medidas gubernamentales que no alcanzan a resolver las profundas fisuras que ha traído la pandemia del COVID-19.

En el mundo del trabajo, perviven de un lado los altos niveles de desempleo, despidos masivos y el aumento vertiginoso de las economías del rebusque como salida a una crisis que parece interminable, y de otro lado, a pesar de los importantes avances jurídicos normativos, se sigue perpetuando acciones de discriminación cargadas de prejuicio y estigma, la cual tiende agudizarse cuando una persona es migrante y es percibida su expresión, identidad de género u orientación sexual diversa.  El agravante de estas acciones que subyugan, inferiorizan e incluso esclavizan a una persona por su procedencia y sexualidad se han instaurado y reproducen en discursos y prácticas soterradas y naturalizadas, que en la mayoría de ocasiones terminan siendo ocultas y silenciadas.

En procesos investigativos  y de acompañamiento socio jurídico desarrollados  por la CORPORACIÓN CARIBE AFIRMATIVO,  hemos documentado las experiencias vividas de 450 hombres y mujeres LGBT venezolanas viviendo en Colombia,   preocupa que el 89.9%  manifiesta haberse enfrentado a barreras institucionales y a  una serie de acciones de discriminación y exclusión que  refieren a señalamientos cargados de xenofobia y estigmas y prejuicios que gran parte de  sociedad colombiana  ha venido encriptando en torno a la diversidad  sexual y la migración venezolana.

 En muchos contextos las personas migrantes LGBT suelen reducirse e instrumentalizarse a un estilo de vida, a un simple gusto que puede alterarse o cambiarse; adicionalmente se asocian como peligrosas, débiles, problemáticas, enfermas, entre otras formas de injuria,  que se establecen como imágenes que la sociedad replica y que operan como coadyuvante para justificar la denegación de derechos y  la exclusión  a las periferias y a la precariedad.

Para muchas de las personas entrevistadas su situación de irregularidad en el país se ha convertido en una punta más del iceberg que agudiza sus oportunidades de conseguir un trabajo.  En el imaginario colectivo se tiende a considerar que se le ofrece una ayuda al migrante y esa mirada de conmiseración justifica la cadena de violaciones que subyace en una relación asimétrica y subalternizante. En este aspecto los derechos laborales y la seguridad social son una ilusión para la mayoría de personas entrevistadas y las posibilidades de acceder a un empleo en el campo de su formación u oficio, va estar condicionado por intereses gubernamentales y la ausencia de políticas efectivas para la regularización de las personas.

“Estudié en la universidad y soy profesional con posgrado. Hasta ahora me dedico a ejercer otra cosa, cotidianamente lo que es posible, porque como no tengo los papeles al día no me dan trabajo, aunque el perfil adecuado para ciertos puestos. Una vez escuché que las empresas pueden legalizarnos cuando nos contraten, pero no ha habido cómo.” (Hombre gay venezolano, 26 años, Medellín. Febrero 2021)

El estado de indefensión de muchas de las personas LGBT migrantes, la necesidad de sobrevivencia y el temor a ser deportada lleva a que se silencien muchas practicas xenófobas que a diario reproducen un desprecio por el otro u otra que se considera inferior y por ello justifica su instrumentalización.

“En Barranquilla empecé a trabajar en un motel, pero tuve la mala suerte de ser la única venezolana y de dar con un jefe insensible, que muchas veces me dijo que no servía, que era una inútil y que además me explotaba poniéndome a trabajar horas extras a cambio de nada, pero por la necesidad, silencio. Hasta quiso pegarme. Ninguna de las camareras quería que yo estuviera ahí: por ejemplo, después de que limpiaba los cuartos pasaban escondiendo pañales con orina para que el olor fuera insoportable para los clientes y me regañaran, hasta que me lograron correr.”  (Mujer bisexual venezolana, 48 años, Barranquilla. Febrero 2021)

En las acciones de xenofobia, el prejuicio ante la sexualidad diversa opera como un dispositivo de control y un detonante que justifica el lugar de la precariedad, los tratos crueles y la explotación laboral.  El ámbito doméstico y la informalidad no son ajenos a estas prácticas que encarnan desprecio y ausencia de empatía ante la necesidad de la persona.

“En Barranquilla trabajando como doméstica me fue peor… tenía que hacer labores desde muy temprano y hasta muy tarde. Me insultaban, todos los días me trataron de porquería y al final ni querían darme la liquidación, tuve que demandar para que me dieran como mínimo la mitad del dinero. Luego en Antioquia tuve que trabajar en una finca y tenía que hacer desayuno, almuerzo, comida, limpiezas profundas, limpiar la mierda de todos los animales, todos los días…  aguantarme el morbo del dueño. Era un ‘explotadero’.” (Mujer bisexual venezolana, 48 años, Barranquilla y Medellín. Febrero 2021.)

Definir el trabajo como un “explotadero” es parte de una realidad que se silencia pero que se vivencia y padece día a día: salarios precarios, largas jornadas de trabajo, insultos y oficios que implican recarga laboral constituyen repertorios que tienden a resignificarse bajo el manto de un discurso de resignamiento: “al menos tengo un trabajo”, “allá están peor” …

“Yo no me quejo porque igual estoy trabajando. Me la paso todo el día frente a un computador y muy cansada, pero puedo trabajar. He escuchado que es indigno y muchas polémicas por el modelaje webcam pero al final es el único lugar que nos está dando trabajo a nosotras y es el único que me da la posibilidad de ser yo misma y de hacerme lo que necesito.”  (Mujer trans venezolana, 46 años, Medellín. Febrero 2021)

“No he conseguido trabajo estable en Colombia, soy asesora en telecomunicaciones. Mando hojas de vida y me convocan, pero cuando me ven algo pasa, no paso, me dicen que me llaman después, pero yo sé que no me van a llamar. Una vez estuve trabajando para Tigo, pero un día simplemente me echaron y no quisieron darme la liquidación. Tuve que demandar para que siete meses después me dieran algo de dinero, pero no completo, tuve que aceptarlo.” (Mujer trans venezolana, 47 años, Medellín. Marzo 2021)

Para las mujeres trans estas asimetrías tienden a posicionarse en un lugar de rechazo y exclusión que en ocasiones las condena a la calle, a redes de prostitución y el trabajo sexual. Encuentran pocos espacios laborales donde puedan ser ellas mismas, y estos usualmente están condicionados a la sexualización de sus cuerpos y al comercio sexual.

Muchos hombres y mujeres LGBT ante la imposibilidad de generar ingresos en actividades formalizadas trabajan en espacios vinculados a la prostitución donde pierden autonomía y posibilidad de elección, se encuentran y enfrentan a un continuum de violencias que marcan sus cuerpos y que terminan siendo normalizadas.

“Trabajar ejerciendo la prostitución es muy difícil. Hay clientes que no pagan, quieren sin condón y a veces toca cobrar diez o quince mil pesos con tal de pagar la pieza para dormir y a veces ni queda para comer; uno ya se acostumbra, pero debería ser distinto, la verdad, o que haya más oportunidades para nosotros.” (Hombre gay venezolano, 27 años, Medellín. Febrero 2021)

La precariedad en el ejercicio de actividades informales agudiza la pobreza y las violencias, reproduce sentimientos de desesperanza por el futuro.  En este escenario las ilusiones se diluyen y solo la capacidad de resistencia e insistencia pareciera ser el motor que mueve a muchas personas LGBT migrantes para incluirse en una sociedad con muchos derechos e el papel, pero cargada de prácticas desprovistas de empatía.

“A mí me toca buscar qué hacer todos los días: vender tintos, dulces y hacer favores. No me he quedado quieta pero sí hay momentos muy difíciles, en los que cuesta pagar el arriendo, la alimentación y todo lo necesario para vivir. A eso súmele que no hay salud, que no hay garantías, pero sí hay muchas ganas de salir adelante y de resistir.” (Mujer bisexual venezolana, 34 años, Medellín. Febrero 2021)

El tema de desempleo y de discriminación hacia personas LGBT migrantes no sólo puede reglamentarse con políticas sociales o con decretos de regulación; es un tema de política económica, que involucra políticas empresariales incluyentes, que transformen el miedo por la diferencia en un reconocimiento a la diversidad como un valor significativo y creativo.

Es necesario la transformación de discursos cargados de xenofobia y asumir un compromiso como sociedad ante el tema de la migración, como un hecho social de la agenda de Estado. Es fundamental un trabajo de cooperación y articulación entre Organizaciones sociales, organismos de Cooperación internacional, instituciones del estado y empresas privadas, para impulsar el trabajo decente y el cumplimiento de derechos laborales, buscar mediaciones e incidir en el fortalecimiento de las instancias de control y la generación de observatorios y el seguimiento a prácticas xenofóbicas/homofóbicas y transfobias en los lugares de trabajo.

CARIBE AFIRMATIVO