Activísmo

Stonewall: Un llamado a la autocrítica. A pensarnos como movimiento social

“Nadie va a joderme, no voy a comer mierda nunca mas”

Sylvia Rivera, Activista Trans

(Trans de familia latina que lideró los procesos de la revuelta de Stonewall)

Defensora de la protección a las mujeres trans latinoamericanas indocumentadas 

cofundadora de la organización Street Transvestite Action Revolutionaries

 (New York 1951 -2002)

27 de junio de 2020. La historia del movimiento de Liberación Homosexual (que para nosotros podría equivaler conceptualmente al de la diversidad sexual, identidades y expresiones de género), no inicia en las revueltas de New York, mal haríamos  en nombrar ese ejercicio como hito de nacimiento, desconociendo otras narrativas en otras latitudes, que dan cuenta de como se politiza y se genera empoderamiento desde las orientaciones sexuales y de género;  como lo indica Eduardo Galano en sus  investigaciones sobre las culturas indígenas del caribe y sus prácticas homosexuales, como mecanismos de resistencia a la conquista;  sin embargo no podemos negar la centralidad que tiene  la página histórica de Stonewall, a la hora de pensar en nuestro proceso colectivo, fruto de la globalización de la agenda, su occidentalización y cercanía a la democracia liberal; este acontecimiento es un acto clave para entendernos y entender las demandas que 51 años después siguen vigentes. El problema es que año tras año, usamos su recuerdo para reclamar hacia afuera del movimiento reconocimiento y respeto a los derechos; acción, que no deja de ser necesaria; pero a mi modo de ver, olvidamos el gran mensaje de Stonewall, que es, mirarnos hacia adentro como movimiento y entender la urgente necesidad, aún vigente, de refundación que tenemos.

Se habla mucho de junio 28 de 1969, pero poco se escribe y discute, sobre todo en español, de los motivos y causas de la revuelta, desdibujándola, solo como una marcha de gays, llena de alegría y multicolor; sin embargo, quiero compartir con ustedes datos de un documental  y dos textos recientes, dirigido y escritos por activistas, que pueden ser claves para entendernos a la luz del orgullo LGBTI: el documental “Stonewall” de Kate Davis y David Heilbroner en 2010; la compilación de historias  en el libro “La acción  travesti callejera y revolucionaria”; presentado en 2015  y el libro. “Stonewall: el origen de una revuelta” de Martín Duberman publicado en 2018.  En las tres piezas analíticas hay un dato en común: el liderazgo y la participación en la revuelta de gente que el sistema social tenia empobrecida y en la calle, trabajadoras sexuales, travestis, mujeres feministas, militantes comunistas, anarquistas radicales de izquierda, latinoamericanos indocumentados y activistas negras.

Quisiera partir de tres claridades, para mí necesarias:  Ni Stonewall era el único lugar, ni la noche el único momento, ni New York el epicentro, pero en este relato histórico hay un gran reto para la sociedad.

En primer lugar, a solo un par de calles del distrito de Cristopher, sobre todo en suburbios y lugares periféricos de New York, era habitual encontrar grupos de personas trans, en procesos colectivos que pedían respeto a sus derechos de ocupar el espacio público;  lugares de poesía, música y literatura, liderados mayoritariamente por mujeres lesbianas y la participación activa de muchas de ellas en la pujante reflexión feminista que por esos días circulaba en el mundo occidental; además, la asistencia de hombres gays, mujeres trans y lesbianas a las protestas contra la guerra de Vietnam, la violencia policial y las prácticas racistas.

En segundo lugar, el  viernes 27 de junio (cuando realmente empezó la revuelta, que se extendió hasta el domingo 29 de junio) fue la explosión de una realidad que ya se cocinaba en el movimiento social;  en los meses anteriores, se venían promoviendo debates internos del movimiento que tenía a su interior fuertes cuestionamientos por su carácter “homofílico”, que estaba solo buscando naturalizar un “status social”, de corrección; sin acoger y  responder a los retos, como la violencia contra las personas trans en el espacio público, los niveles de pobreza e inequidad por las que pasaban las personas gays y lesbianas de origen latino, o la presión en los espacios de trabajo a conductas homosexuales. Situación que llevo a la conformación de colectivos, a veces espontáneos, de discusión y resistencia; como el Frente de Liberación Gay, la creación de grupos de lesbianas, la participación en espacios de calle del activismo travesti, y la apuesta de muchas mujeres lesbianas de participar en procesos de contracultura; acciones que no se hacían en la clandestinidad de los bares, sino en la nitidez del día y reclamaban visibilidad.

En tercer lugar, no era solo New York el escenario de dicha acción del llamado “Gay Power”; pues las resistencias a la opresión, que fueron tomando expresiones de resistencia como forma de organización política al alcanzar un amplio grado de conciencia colectiva; lograron incentivar iniciativas en muchos lugares de occidente al inicio de 1950, como Inglaterra y Alemania; con una alta influencia de la primera y segunda guerra mundial; pues fueron epicentro para que muchos gays y lesbianas, que la guerra había arrojado de la ruralidad a conglomerados como ejércitos, grupos religiosos o internados de formación, se dieran cuenta que no eran “únicos”, que habían otras personas como ellas y ellos, y desarrollaron formas subculturales de resistencia en su vida cotidiana.

En lo que compete a los EEUU, en California se desprendían acciones, inclusive anteriores a Stonewall: en 1950 la organización Matachines en los Ángeles, que se constituye como el primer colectivo conocido en ese país de personas gays, a partir de círculos homofilicos, empezó a poner el tema en público y descubre que la prensa escrita,  (revistas periódicas) es un vehículo de comunicación efectivo con personas homosexuales y para hablarle a la ciudadanía en general, sin embargo, rápidamente cuestionado por su actitud machista y clasista, en 1953, aparece la revista ONE escrita sobre todo por mujeres lesbianas, que busca contrarrestar esa visión masculinizada y clasista de la homosexualidad; en 1955, estas mismas mujeres, crean Hijas de Bilitis (DOB) un proceso colectivo en el que ponen énfasis en identificar las necesidades sociales para determinar el profundo aislamiento y la invisibilidad de las lesbianas y en cabeza de Del Martin y Phyllis Lyon, que lograron incluso llevar su ejercicio hasta el nivel de la incidencia política, contraria a la acción de Matachines que era conformista y asimilacioncita.

En términos de antecedentes directos en materia de la movilización de Stonewall tenemos siete datos claves previos que nos ayudan a tener una mira más plural:

  1. El debate de la participación de las personas gays y lesbianas en espacios sociales provocado en 1961 por José Sarria, hombre gay, transformista de padres colombianos, que se presento a Concejal de San Francisco y con una campaña abiertamente homosexual, saco tres mil votos, logrando poner el debate en la clase política, que años después se consolidó en triunfos electorales de personajes como H. Milk.

  1. La acogida en los medios de comunicación de los debates de género y diversidad que tiene un punto de quiebre, cuando a mediados de 1963 The New York Times, publicó una nota de portada sobre el crecimiento de la homosexualidad pública en la ciudad; texto que provocó un gran debate público y político, al que le siguió un proceso de análisis periodístico de manera sistemática en los medios.

  1. El clima generalizado de molestia ciudadana frente a la violencia policial contra los grupos mas afectados por la ausencia de derechos, que llevó a que en 1964, para responder al acoso policial hacia homosexuales, se creará la sociedad sobre los derechos individuales (SIR), que contó con el apoyo de la iglesia protestante, quienes asumieron la vocería para denunciar el trato discriminatorio y violento de los cuerpos policiales, sobre todo hacia los “hombres gais afeminados” y afroamericanos.

  1. El ascenso de los grupos estudiantiles en las Universidades, y la incorporación en estos de personas gais y lesbianas, que 1967, crearon la Liga homófila estudiantil de NY y decidieron reclamar al mundo psiquiátrico el abordaje enfermizo que daba a las personas gais, lesbianas y trans que acudían a ellos, quienes les trataban como victimas de un desajuste patológico; los estudiantes por su parte, reclamaban un abordaje más desde las ciencias sociales, y en perspectiva sociológica.

  1. La reflexión sobre el género y el respeto a los derechos de las mujeres, discusión levantada por el naciente feminismo, luego de mayo de 1968, que como un acto colectivo se toma ese mismo año, la gala de mis América, para llamar la atención sobre el uso violento que hacia la sociedad de los cuerpos de las mujeres.

  1. El creciente protagonismo de la contracultura, dado por el auge de publicaciones alternativas de opinión, literatura y poesía, como el semanario Berkeley, separata de análisis político y social; la simpatía con lideres sociales como el Che Guevara y los movimientos ecologistas y de derechos y la crítica en crecimiento de las prácticas colonizadoras y capitalistas del gobierno en su relación con América latina.

  1. La conciencia que ya venían asumiendo algunas y algunos activistas del uso que la mafia, articulada con las autoridades, hacia de la vida de las personas gais, lesbianas y trans: fueron los que idearon la modalidad de “bares gais” propuestos como los únicos espacios que podían ser frecuentados por ellos y ellas, y por su estado d e “anormalidad” solo en la noche, en lugares clandestinos, en medio de sobornos y redadas policiales, con preferencia en la atención de hombres gais y fuertes restricciones a mujeres trans.

Con todos estos antecedentes y otros más, esa noche, todo comenzó cuando una mujer lesbiana, en el marco de la ya acostumbrada redada policial, resistió que la llevasen a la patrulla; otra, adentro del bar, rechazó ser esposada, luego de ser amonestada por no llevar las tres piezas de ropa que se le exigían a una mujer y un grupo de mujeres trans, que desafiando a la policía se bajaron de la furgoneta, a la que habían sido subida de forma violenta y resistieron a la golpiza policial. Estos tres actos, en la noche de viernes, animaron a las personas que eran testigas, – ya acostumbradas- de este acto de violencia policial y se dio inicio a las protestas y manifestaciones de libertad, que minutos después, unió a los ocho policías del operativo, un grupo antidisturbios que comenzaron a generar violencia contra todos los presentes; particularmente las mujeres trans, dejando más de cincuenta personas heridas y 32 personas capturadas.

Por esto Stonewall es la oportunidad política del movimiento de pasar de la homofilia al activismo, de construir un movimiento de confrontación, afirmación y fomento del orgullo; agenda pendiente cinco décadas y que es esta extraña celebración sin calles, ni multitudes, pero si con la misma convicción de la urgencia del reconocimiento de nuestros derechos que haremos desde nuestro aislamiento social, podemos reiterar que es hora de refundar el movimiento social y claro: no olvidemos que tenemos orgullo, gracias a las mujeres trans, negras y pobres.

Wilson Castañeda Castro

Director

Caribe Afirmativo