“Hemos logrado por medio de luchas construir una identidad, pero creo que hemos logrado lo más necesario, que son los cimientos para que algo estructural realmente cambie”.
20 de junio de 2021. Todas las noches la misma pesadilla se hacía real y una secuencia de sonidos del horror atormentaban los oídos de Jhon. Gritos, disparos, alaridos y unas voces profundas y fuertes vociferando insultos y obscenidades, los perpetradores del horror no tenían horario para sembrar miedo y violencia. Él por su parte se escondía debajo de la cama, mordía su cobija y reflexionaba que eran pocas las noches en las que no había un muerto, una balacera, una amenaza o una agresión en su barrio en la Comuna 8 de Medellín.
Jhon Restrepo es un líder social, activista y hombre gay cofundador del proceso de Casa Diversa en Medellín e integrante de la Mesa LGBT de la Comuna 8 de Medellín, el primer sujeto de reparación colectiva LGBT reconocido por la Unidad de Víctimas en el marco del conflicto armado. Jhon supo desde siempre que es un hombre homosexual, y que ser el primero de la clase, izar bandera casi que en cada fecha conmemorativa y tener una posición de poder por su alto rendimiento académico permitió que su entorno inmediato reconociera su orientación sexual y evitara situaciones de bullying, por lo menos en el ámbito escolar.
Por las venas de Jhon corre sangre de lucha e identidad, pues su madre es una mujer indígena y su papá un hombre afro y aunque dichos rasgos no se evidencian en el color de su piel, si en su forma de hablar y de expresarse, por eso a edades tempranas vivió discriminación con motivo de sus raíces. Su proceso de reconocimiento como hombre gay no implicó un proceso profundo, por el contrario, su incipiente actitud de líder posibilitó ese reconocimiento, pues cuando tenía 17 años decidió contárselo a su mamá y posterior a eso se fue de la casa.
Jhon inició su liderazgo desde los 14 años y a sus 20 cuando se conformó el MCJ, movimiento juvenil que organizaron en la comuna, allí su liderazgo y activismo se marca con los LGBT y desde entonces se empieza a enunciar como líder gay. Él fue admitido en la universidad para estudiar trabajo social y ciencias políticas pero por diferentes motivos no pudo iniciar esta formación, sin embargo, como él mismo lo dice no es necesario un cartón que certifique sus conocimientos, porque él se ha formado en la calle, y también a través de diplomados, cursos, capacitaciones en temas relacionados con la recreación y el deporte, la auditoría de calidad, derechos humanos, cartografía social, resolución de conflictos, medio ambiente, entre otros.
Para Jhon la guerra no es un sustantivo en pasado, de hecho, se sigue viviendo de manera continua, como también se ha venido transformando en relación con los actores armados y sus modus operandi. Los años más crudos del conflicto fueron entre 1999 y 2005, tiempo en el que el control territorial por parte de los grupos armados se evidenciaba casi que de manera descarada. La presencia de los paramilitares estaba ligada a muertes, amenazas, balaceras, desapariciones forzadas. En esos años fue el proceso de desmovilización de los paramilitares, que sólo mutó las formas de operar de estos actores armados.
Ese primer lustro de activismo fue muy duro, la violencia se legitimaba por parte de la sociedad y en algunos casos la institucionalidad estaba involucrada. Así pues, comenzaron a darse desplazamientos forzados, desapariciones forzadas en donde mataban en silencio y enterraban en cualquier parte a las víctimas o a quien se opusiera a su política criminal de violencia y sevicia. De ahí que para Jhon el conflicto sea un fenómeno inamovible y que muchos espacios de recreación o de ocio terminen siendo ideales para negocios ilícitos como el microtráfico que financia y sostiene la guerra, y que en la actualidad sigue vigente.
Cronológicamente hablando la Comuna 8 ha estado invadida por diferentes actores armados: de los noventa para atrás se encontraba el ELN y el M 19; entre 2006 y 2010 los desmovilizados de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC en Medellín, y pese a que en ese momento no se reconocían como un actor armado la historia demostró que siguen siendo un actor ilegal perpetrador de violencias que operan en la zona, como el caso de las Bacrim y otros grupos que permanecen en el territorio ejerciendo todo tipo de agresiones.
De acuerdo con la lectura de contexto que hace Jhon los intereses de los grupos armados radican en mantener un control territorial en función de su proyecto económico, siendo entonces el narcotráfico, en particular porque la Comuna 8 comunica con todo el oriente antioqueño lo cual facilitaba el tráfico de armas. Respecto a la relación de la comunidad con el actor armado algunos los reconocían y otros no, ya que generalmente estos grupos llegan a lugares donde el Estado no hace presencia y si llega, no lo hace de la manera adecuada, es por esto que cabecillas de estos actores armados terminan mediando situaciones de convivencia entre las comunidades o tomando decisiones que determinan ciertas dinámicas en los barrios y comunas.
Jhon recuerda que él no dormía, que más de una vez el sonido de una bala a lo lejos lo hacía saltar de su cama en mitad de la noche, sus pesadillas eran tangibles en la realidad. Las acciones perversas de los paramilitares parecían sacadas de cuentos de horror, una de esas maquiavélicas estrategias consistía en hacer caminar a sus víctimas sobre una trocha que conducía a un vertedero, estando allá los acribillaban y los dejaban ahí como “ejemplo” de las consecuencias que podría tener cualquier persona que osara meterse con ellos o cuestionarlos, como si se tratara de una inquisición medieval.
Numerosos fueron los hechos de violencia que vivió Jhon de cerca, uno de estos fue el rapto de un grupo de jóvenes que se encontraba en una actividad deportiva, a quienes desaparecieron y días después encontraron descuartizados, ellos resistieron a su manera y dichas resistencias los convirtieron en objetivo militar donde fueron atados y luego picados. Con el tiempo Jhon vio cara a cara la crudeza del conflicto, se vio envuelto en situaciones en las que tuvo que ayudar a sacar a personas secuestradas, acompañar el proceso de rescate de varias personas que torturaron de manera indiscriminada y sistemática. En una ocasión tuvo que cuidar a los niños de una mujer que quedó en coma por una bala perdida, y en otra impedir una tentativa de masacre en contra de unos jóvenes que robaron a quien no debían y que al día siguiente ubicaron con el objetivo de matarlos.
En lo que respecta al trato que recibían las personas LGBT por parte de los actores armados, es un asunto complicado porque para entonces sólo había dos personas LGBT visibles en el territorio, Jhon y una mujer trans afro. La chica trans era vulnerada en repetidas veces y en uno de esos ataques por prejuicio la secuestraron, ella como pudo se escapó y no volvió más al barrio. Así que la única manera de sobrevivir era resistir en el silencio y en la clandestinidad, camuflándose, negándole a sus cuerpos vivir sus identidades diversas, que se reduce a esa discriminación persecución y aniquilamiento histórico que han vivido las personas LGBT.
Las palabras con que los actores armados reconocían a las personas LGBT generalmente eran insultos y obscenidades relacionados con su expresión de género u orientación sexual; como también asociar sus orientaciones a la perversión y continuos señalamientos en los que les decían que estaban “mariquiando el barrio” o cualquier calle o esquina donde se encontraban. Además, como se trataba de prejuicios y violencias naturalizadas por la sociedad los actores armados se aprovechaban de esto para ejercer sus violencias. Para Jhon la violencia contra las personas LGBT no la inventaron los grupos armados, es algo inserto en el sistema patriarcal, el desprecio por lo diverso, siendo el Estado y la iglesia quienes justifican estas agresiones casi siempre.
En cuanto a la relación de la institucionalidad con las personas LGBT es inexistente, en muchos escenarios según lo describe Jhon las personas LGBT eran agredidas e insultadas y la policía no hacía nada y si alguien denunciaba era juzgado en primera instancia, alegando que esa misma persona se había buscado problemas y enemigos por ser como es. De hecho, Jhon coincide de que puede que ahora exista una política pública, pero muchas de estas legislaciones son letra muerta que se quedan en el papel, es por esto que dichos avances terminan siendo simbólicos, lo poquito que se ha logrado y que ha beneficiado a unos cuantos ha sido por la incidencia de la Mesa LGBT.
Cuando Jhon habla de sus heridas sus ojos se humedecen, recuerda las pesadillas tangibles de aquellos sueños interrumpidos por balaceras y gritos de auxilio, pues él no puede hablar de manera individual de sus heridas si no desde lo colectivo. Puede que su proyecto de vida se haya detenido y que la parte económica y familiar se haya afectado considerablemente, pero en palabras textuales de Jhon “mi vida entera está ligada a lo comunitario, porque al quitarme eso me quitaron todo, tanto la primera vez como la segunda”. Aquí él se refiere a dos hechos victimizantes que lo afectaron, el primero fue bastante complejo porque le dejo un cuadro depresivo muy fuerte, depresión que de manera silenciosa se fue anidando a su mente desde los 14 años y que durante esa primera agresión ocasionó que se cayera su cabello y somatizara angustias emocionales que se tradujeron en síntomas físicos como dolor corporal y desánimo.
La primera amenaza llegó de manera directa, Jhon caminaba por el barrio recolectando información para unas encuestas y en ese momento se acercaron un grupo de hombres, quienes lo amenazaron, él hizo caso omiso, pero al día siguiente al salir de su casa uno de ellos lo estaba esperando para cuestionarse el porqué seguía en el barrio. Ese mismo día Jhon salió con sus amigos y durante la madrugada su mamá lo llamó llorando a contarle que un grupo de seis hombres armados había ido a su casa con toda la intención de hacerle daño, pero al no encontrarlo decidieron robarlo y como mensaje simbólico quemaron las fotos de la Mesa LGBT que Jhon conservaba en su casa como recuerdo de aquellos días memorables de su activismo, además quien en ese entonces era su pareja también lo buscaron para golpearlo. Durante esos días Jhon usaba ropa prestada porque literalmente lo habían dejado sin nada, luego de dichas amenazas atentaron contra su integridad, lo hirieron, lo empezaron a vigilar, seguir y a escuchar las conversaciones en su casa e incluso enviaron un petardo a una de las sedes de trabajo. Él ya tenía un reconocimiento social y por eso ante la entrada de un nuevo actor armado o relevo de los cabecillas lo citaban para socializarle las dinámicas de violencia y de apropiación que harían, es decir, los cambios del “nuevo mandato”, porque estos criminales tenían la conciencia que hacerle daño a él tendría consecuencias, como por ejemplo que dicho delito no se quedaría en silencio.
La respuesta de la institucionalidad para resguardar a Jhon y protegerlo fue confinarlo en un albergue, donde pasó de tener una agenda política y de activismo de domingo a domingo a encontrarse completamente aislado para proteger su integridad. Esos meses estuvo solo, con su salud mental a punto de quebrarse, extrañando a su mamá y a su hermanita menor y aburrido del trabajo que le obligaban a hacer como lavar tanques y cocinar. Claramente las amenazas y agresiones que recibió Jhon no fueron sólo por su orientación sexual sino por su liderazgo en Casa Diversa, por sus apuestas políticas, sociales y el impacto de las mismas en su territorio, sin embargo, tal cual como él lo menciona dichos liderazgos no son un sustantivo en singular, si no por el contrario es la suma de las vidas que han pasado por Casa Diversa en dónde él ha hecho las veces de líder, gestor cultural, confidente, soporte emocional, amigo y en muchas otras presenciado y acompañado momentos de sufrimiento de los y las integrantes de Casa Diversa.
No obstante, la vida de las personas LGBT de la Comuna 8 de Medellín antes del conflicto armado no era mejor, lo que trajo la guerra consigo fue una exacerbación de las violencias. Jhon como escucha atento de las historias de vida que han pasado por sus ojos y oídos sabe muy bien que ser una persona LGBT implica discriminación, exclusión, siendo la violencia y la soledad sus acompañantes frecuentes, que afectan principalmente su salud mental. Jhon siempre ha tenido un lugar visible, pero sus amigos y amigas LGBT han llorado, los han echado de la casa, han vivido el rechazo de sus propias familias, situaciones que no dejan golpes evidentes pero sí traumas profundos a nivel psicológico.
Ante la marejada de situaciones de conflictos, Casa Diversa, con esa magia que tienen los arcoíris de salir después de un fuerte aguacero, ha mantenido su razón primigenia ser un proceso político para vivir y ser feliz, donde lo importante sea poder ser y poder hacer que las personas LGBT de la Comuna 8 de Medellín puedan vivir plenamente. Metafóricamente hablando, habitar la Casa Diversa es como llegar a un lugar feliz, un espacio para poder quitarse las cadenas de la opresión que impone el patriarcado y dejar brillar los colores que opaca una sociedad dualista y binaria. También la mesa LGBT se considera un escenario para sentirse amados, seguros, queridos y libres, dónde explorar su sexualidad según su voluntad está permitido. Esa sensación fraterna y de hermandad aún persiste, aunque ahora ambos sujetos colectivos tengan un carácter más político.
Jhon ve necesario que haya un relevo generacional en los liderazgos de los procesos sociales y activistas que ha gestado, en especial porque siente que ya dedicó más de la mitad de su vida a los mismos y que es hora de que nuevas personas se hagan cargo y aporten ideas frescas al movimiento y organización. Sin embargo, cuando se le pregunta por un aprendizaje significativo que le haya dejado el conflicto armado, responde que puede que a nivel individual nada, pero colectivo mucho más. Jhon Restrepo es un pronombre en plural, todo su ser lo conforman su amor por su territorio y los procesos que como fractales surgieron de su liderazgo, de aquella actitud altruista, creativa y disciplina que reverdecía en ese niño orgulloso que izaba la bandera casi todo el tiempo en el colegio.
Para garantizar la no repetición Jhon afirma que la respuesta está en las instituciones, que el Estado y la sociedad tienen la responsabilidad de acompañar los tránsitos individuales y colectivos, es decir, se ha logrado la construcción de una identidad, sin embargo, no es suficiente, por ahora estos son los cimientos para que algo estructural realmente cambie. Visto desde un componente humano es necesario proteger a las personas LGBT, no tiene sentido luchar por un matrimonio igualitario si de todas formas una pareja que se tome de la mano en la calle o exprese su amor en algún espacio público será víctima de agresión o discriminación.
En materia de restauración y reparación para Jhon la respuesta de la institucionalidad deja mucho que desear, el no pudo continuar su educación superior debido a las amenazas que recibió y eso nadie se lo reparó. De igual manera se sigue entendiendo la reparación como una transacción económica y en el caso de Jhon él sí recibió dicho recurso, pero el acompañamiento de retorno a su territorio o incluso el psicosocial fueron mediocres e inexistentes. Su salud mental fue una de las más afectadas por el conflicto armado y la atención psicosocial que recibió consistió en un profesional que en tres sesiones su objetivo era llenar un formulario. Esto evidencia como para el Estado y el sistema de salud, la salud mental sigue siendo un asunto de menor importancia, por eso la invisibilización de la misma y la ausente atención a las víctimas del conflicto armado en términos de su reparación relacionadas con su bienestar psíquico y emocional.
Para Jhon Restrepo es importante dar respuesta a la postura de la guerra frente a los cuerpos disidentes, pues quisiera escuchar a los perpetradores de estos actos bélicos dando respuesta a sus razones frente a la violencia desmedida que sufrieron las personas LGBT durante el conflicto armado. También es importante comprender las particularidades territoriales de las violencias vividas por parte de las personas con una orientación sexual, identidad o expresión de género diversa, ya que los hechos y patrones de violencia cambian de acuerdo con los territorios, señalar que los responsables de estos crímenes no son solo los actores armados si no la sociedad y sus creencias patriarcales en sí mismas.
Finalmente, Jhon concluye que una manera de reparar a las personas LGBT que han sido víctimas del conflicto armado es eliminar la brecha de desigualdad existente, es decir, no se puede tratar meramente de un saludo a la bandera arcoíris si no algo real que se traduzca en becas, asuntos de salud, asignaciones de centros, empleos reales para las personas LGBT. No es solo dar una charla y sensibilizar a los demás, si no de que las oportunidades materiales se garanticen con un enfoque de derechos humanos, no sólo para dar talleres sino para proporcionar cambios reales y tangibles.