Se necesitan sistemas de atención integral en salud mental no excluyentes y capaces de brindar cobertura integral a personas LGBTIQ+.
10 de octubre de 2022. En Colombia entendemos que la salud mental está determinada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos, por lo que responde a un entramado complejo y en tensión constante. A su vez, es lo que permite que las personas puedan desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales de manera efectiva para transitar, trabajar, establecer vínculos significativos y construir comunidad (DANE, 2021).
En ese sentido, hay problemáticas de orden nacional que afectan a las personas sexo-género diversas, como los niveles de pobreza estructural, la discriminación de la que son objeto, la pérdida de redes de apoyo, la violencia sistemática que tiene por fin borrar estas identidades, entre muchas más. Estos hechos, que además pueden ocurrir sobre una misma persona, dan lugar a que la salud mental de este sector poblacional manifieste distintas afectaciones.
No puede ser que la respuesta a estructuras desiguales sea la creciente positivización de la sociedad, a través de relatos motivacionales y un coaching violento de distribución masiva, que termina por acentuar la distancia que existe entre la experiencia del sujeto y “cuando crees en ti mismo, todo lo puedes lograr”. Este exceso de lo positivo, como diría Byung Chul Han, configura una violencia neuronal, donde la hiperproducción, el hiperrendimiento y la hipermasificación dan lugar a un sujeto agotado y desechable. No puede ser que el malestar emocional y mental termine en la ruleta adictiva del Instagram o el TikTok.
Esta positivización de la sociedad o “positividad tóxica”, está fuertemente ligada a las estructuras sociales de productividad que ve a los sujetos como medios para sostener un sistema capitalista que privilegia los cuerpos y las mentes aptas para la producción incansable. En consecuencia, aquellas personas con malestar emocional son vistas como poco deseables, ya que, no se encuentran aptas para el trabajo, lo que se traduce en poca productividad. Al mismo tiempo, la producción incansable produce fatiga crónica en aquellas personas que, además de responder a las demandas del trabajo remunerado, deben responder a los roles socialmente establecidos o resistir por desafiar la cisheteronorma.
En el día a día, las personas LGBTIQ+ se deben enfrentar a un sin número de violencias silenciosas que les cuestionan sobre su identidad y sus cuerpos para no reforzar el estereotipo de que son pervertidos y/o enfermos mentales. En la cultura popular, las representaciones mediáticas de estas personas han venido acompañada de construcciones caricaturizadas y deshumanizadas de las vivencias de su sexualidad o les han mostrado soslayados a prácticas eróticas perturbadoras y enfermizas.
En muchos lugares donde las posturas y prácticas progresistas de occidente aún no tienen suficiente eco, se mantiene la idea de que las personas LGBTIQ+ son inmorales, pervertidas, corruptas, lo que ocasiona que sean violentadas, asesinadas o empujadas al suicidio. ¿Cómo se supone mantendrán una mirada positiva de la sociedad cuándo están siendo degradados continuamente en los espacios que habitamos? Esta siempre será la paradoja de la existencia de las personas LGBTIQ+, existimos para ocupar el lugar de subalterirdad que se nos ha asignado, existimos para reafirmar el lugar de positividad de la cisheteronormatividad; el perfecto ejemplo de lo que no se debe ser.
Es el caso también de las mujeres migrantes lesbianas y bisexuales con hijas. En la mayoría de los casos se ven obligadas a abandonar su país de origen sin sus hijas para ser las proveedoras económicas y “ganarse el derecho” traer a sus hijas consigo, y a ser parte de la familia. Además, deben ser fuertes, porque ese es el “ideal migrante”, una persona que ante los ojos impacientes de sus familiares y una sociedad silenciosa todo lo resiste, todo lo puede. Entonces el sufrimiento y la angustia se convierte en algo privado, reservado para su intimidad alejado de lo público.
Condicionar el sufrimiento a lo privado ha condenado a las personas LGBTIQ+ a creer que son pocas las personas que están experimentando ese mismo malestar. Una encuesta del Instituto Williams de la Facultad de Derecho de la Universidad de California y el Proyecto Colaborativo de Colombia[1] reveló que el 55 % de personas LGBTIQ+ encuestadas reportaron haber tenido algún pensamiento suicida a lo largo de su vida y un 25% lo había intentado al menos 1 vez[2]. Más allá de estas cifras se sabe muy poco; más allá de algunas historias que se convirtieron en banderas de lucha para parar la discriminación contra personas LGBTIQ+, entendemos menos.
Lo cierto es que la salud mental es el privilegio de unos pocos, esos son aquellos que ineludiblemente se amoldan y mantienen el ritmo de la producción incansable. Aquellas personas LGBTIQ+ cuya violencia estructural y sistemática las han ubicado fuera del estado de derecho por su OSIGEG diversa, sólo pueden acceder a la distribución masiva del positivismo tóxico, ¿en manos de quién está la salud mental de aquellas personas que no pueden acceder a un servicio de calidad, seguro y amigable para personas sexualmente diversas?
Se necesitan sistemas de atención integral en salud mental no excluyentes y capaces de brindar cobertura. Según el secretario general de Nacional Unidad Antonio Guterres (2020) en países de ingresos bajos y medios, un poco más del 75% de personas con problemas de salud mental no reciben ningún tipo de tratamiento. Se necesita acabar con los círculos viciosos asociados a la gestión de estas problemáticas y establecer acciones contundentes.
Estas acciones deben estar enfocadas en brindar servicios de salud mental para la promoción, prevención e intervención que sean universales y de fácil acceso. Además, se deben concretar una política pública LGBTIQ+ que cuente con los recursos para trabajar en la erradicación de todas las formas de discriminación contra personas con OSIGEG diversa.
Salud del comportamiento. Según Wilson y Cariola (2019) La salud del comportamiento incluye la salud mental, el uso de sustancias y la adicción. Las personas LGBTQ+ tienen un mayor riesgo de: suicidio y pensamientos suicidas, trastornos del estado de ánimo y ansiedad, trastornos alimenticios, uso de alcohol y sustancias, uso de tabaco.
Todo esto como una forma de respuesta a situaciones de estrés o crisis. Esto determina también los estados de salud física.
Lastimosamente, en Colombia los estudios sobre salud mental en Población LGBT suelen ser reducidos y en los boletines de salud mental no se tiene claridad sobre las cifras que afectan a las personas con orientación sexual y expresión de género diversa. Asimismo, no se tiene claridad sobre el enfoque diferencial que se realiza en los centros de salud y mucho menos en intervención psicológica.
Disparidades en salud mental
2. “Me dijo que todos mis problemas eran por ser Gay”
El estigma internalizado, la hipervigilancia, la anticipación de situaciones de discriminación y las expectativas negativas respecto a la atención psicológica y psicoterapéutica constituyen importantes barreras de acceso a la salud mental para las personas LGBT+ (Calton, Bennett & Gebhard, 2016).
3. “Me dijo que yo era así porque seguro me habían violado”
La evidencia proveniente de estudios sobre actitudes hacia la diversidad sexual de profesionales que se desempeñan en el ámbito de la salud mental sugiere que los y las psicoterapeutas no son inmunes a los sesgos, prejuicios sociales y a la estigmatización psicológica de la diversidad sexual y de género e, inadvertidamente, los pueden perpetuar en su práctica con pacientes LGBT (Levounis & Anson, 2012).
4. “No quiero ir a otro psicólogo, es súper difícil encontrar uno que no te juzgue por ser así”
Los prejuicios y actitudes negativas se hallan encubiertos y pueden ser expresados de manera implícita. Se ha mostrado que las diferencias en términos de salud mental entre las personas de OSIGEG diversa se atribuyen a los efectos del estrés relacionado con la estigmatización basada en la identidad de género y la orientación sexual diversa (APA/División 44, 2000; Hatzenbuehler, Phelan & Link, 2013).
La OMS define el apoyo en materia de salud mental y psicosocial como «cualquier tipo de apoyo local o externo cuyo objetivo es proteger o promover el bienestar psicosocial y/o prevenir o tratar los trastornos de salud mental».
Acceso a los cuidados. Según SAGE (2018) Las personas LGBTQ+ tienen menos acceso al cuidado de la salud que necesitan. Presentan:
• Menos probabilidades de tener un seguro de salud.
• Más probabilidades de demorar la búsqueda de atención, especialmente los adultos mayores LGBTQ+.
• Más probabilidades de reportar falta de competencia cultural por parte de los proveedores de cuidado de la salud.
• Más probabilidades de reportar una mala calidad de atención y tratamiento injusto por parte de los proveedores de cuidado de la salud
Cuidemos la salud mental. Actitudes que los y las pacientes LGBT+ valoran en sus psicoterapeutas (Quiñones, 2017).
Sensibilidad. Que la/el terapeuta sea sensible a su orientación sexual e identidad de género y tenga conocimiento acerca de la realidad LGBTIQ+
Escucha. Que la/el psicoterapeuta los escuche, acepte tal como son, que ofrezca un espacio seguro y respetuoso a las personas LGBTIQ+.
Empatía. Que la/el psicoterapeuta comprenda el contexto cultural de discriminación, estigma, exclusión y violencia hacia las personas LGBTIQ+ y haga conexiones entre su malestar y el contexto cuando corresponda.
Profesionalismo. Que la/el psicoterapeuta no intente interpretar su orientación sexual o identidad de género como patológica y no atribuya su malestar a su orientación o identidad.
Acompañamiento. Que el terapeuta haga preguntas e intervenciones que ayuden a la persona a hacer sus propias reflexiones y sacar sus propias conclusiones. Que sea respetuoso de sus decisiones.
Reconciliación. Que le terapeuta ayude a trabajar la LGBTI-fobia internalizada, con miras a la autoaceptación para el desarrollo de una orientación e identidad positiva, con orgullo.
Finalmente, desde Caribe Afirmativo trabajamos en conjunto con la ciudadanía para construir redes de apoyo y desarrollar estrategias de afrontamiento para resistir ante las violencias que sufren las personas debido a su OSIGEG diversa. Asimismo, brindamos espacios seguros y amigables para que todas las personas puedan tramitar su malestar emocional e incidimos ante los gobiernos locales, regionales y nacional para que se den garantías a las personas LGBTIQ+.
[1] Coronavirus_Salud Mental Comunidad LGBTI V2.pdf
[2] Se encuestaron un total de 4687 personas LGBTIQ+ en el estudio.