En el Día de las rebeldías lésbicas detallamos los desafíos más importantes de las mujeres lesbianas en materia de reconocimiento y garantías de derechos.
13 de octubre de 2022. Cada 13 de octubre conmemoramos el Día de las Rebeldías Lésbicas, en sentido histórico al día en que se realizó el primer encuentro lésbico en Latinoamérica y el Caribe, que tuvo lugar en México en 1987. Allí se visibilizaron las luchas y disputas políticas que las organizaciones de lesbianas llevaban adelante en los diversos territorios del continente. Lo llamativo de ello es que no es un día instaurado por un gobierno o las Naciones Unidas, sino por la base popular lésbica, tortillera, arepera y machorra que revindica con ello no solo una identidad, sino unas formas de hacer política que desbordan y/o detonan la institucionalidad.
Es importante dar aquí lugar a los retos y desafíos que afrontamos en las agendas lésbicas plurales. En primer lugar, no podemos hablar de agenda lésbica en singular como si a todas nos atravesara una realidad homogénea sin matices y desigualdades de privilegios. Pluralizar las agendas lésbicas nos lleva a pensarnos las luchas en clave interseccional. Pero una interseccionalidad de verdad, no aquella individualista y cómoda al status quo en la que se entiende como el entrecruzamiento de características individuales que nos llevan a vivir X o Y violencias; sino una interseccionalidad politizada que cuestiona y subvierte los sistemas de opresión que atraviesan lxs cuerpxs.
Así, las luchas lésbicas no son únicamente una disputa identitaria y de la sexualidad, sino que necesariamente encarnan proyectos políticos que abarcan también las luchas por el territorio, por la antimilitarización, el anticapitalismo, el antirracismo, contra la explotación y el terricidio, adelantados por los movimientos populares indígenas, negros y afrodescendientes. No podemos separar la lucha de una mujer lesbiana indígena de las luchas que da por la recuperación de su territorio ancestral o la autonomía de su pueblo frente a la injerencia violenta de las mineras en sus territorios. Dividir esas luchas sería una mirada colonial-blanca-occidental acerca de la diversidad sexual y de género; comprendiéndola como una burbuja de luchas exclusivas por la sexualidad y no un entramado de disputas históricas que atraviesan nuestrxs cuerpxs y nos constituyen.
Esta comprensión compleja de nuestras agendas va mas allá de la aplicación de enfoques diferenciales, como lo es el étnico, que tan aplaudidos son por la institucionalidad sin generar cambios estructurales que mejoren realmente las condiciones de vida. Por el contrario, apunta a asumir nuestras agendas desde proyectos políticos que desestabilicen todos los sistemas de opresión que nos atraviesan como lesbianas. Es decir, la agenda lésbica no debe limitarse en la descripción pasiva de las vivencias desde los enfoques como si de lentes se tratara; sino que debe buscar subvertir y detonar los órdenes, sexuales, clasistas, racistas y coloniales que construyen el sistema que habitamos, para dignificar nuestras vidas desde la frontera identitaria-étnica que habitemos.
Así mismo, un desafío también se encuentra en desarticular el cis-sexismo dentro de las agendas lésbicas, que por mucho tiempo han abanderado una lucha cis-normativa en la que se hace un borrado vigente de las identidades trans lesbianas. Allí es importante que las diversas organizaciones sociales puedan hacer un zoom a las vivencias, violencias y exigencias específicas que atraviesan las mujeres trans lesbianas en contextos donde les es impuesta de manera implícita una heteronorma y unos estereotipos estéticos hegemónicos para asumirse como mujeres trans. Es decir, contextos en donde reconocerse lesbiana y mujer trans en simultáneo supone una contradicción o un motivo para deslegitimar la identidad de género de la persona, siguiendo el supuesto erróneo y violento de “Si te reconoces mujer, entonces debes ser heterosexual para poder serlo con legitimidad”.
Y aquí les contamos que:
¡Las mujeres trans lesbianas existen y resisten!
En resumen, abanderar las luchas lésbicas y, en general de la diversidad sexual y de género, implica situarnos históricamente, reconocernos como sujetas políticas ubicadas en diversos puntos a lo largo de la historia y que, por tanto, nuestras luchas son indivisibles de otras luchas populares. Desde Caribe Afirmativo acuerpamos estas luchas entendiendo la urgencia política de movilizarnos por el reconocimiento de todas las formas de rebeldías lésbicas de mujeres trans, cis, negras, indígenas, afrodescendientes, campesinas, populares, en las calles, en los campos, en las ciudades y en todos los espacios.