Caribe Afirmativo cumple un año más de lucha por ese empeño que inició en Cartagena y que hoy recorre todo el país y la región en búsqueda de que, en cualquier lugar de Colombia, existan las garantías necesarias para que las personas sexo-género diversas desarrollen sus proyectos de vida.
Rolando Pérez no imaginó que su existencia bonita y esa alegría que contagiaba cotidianamente en todo lo que hacía que, además, como buen cubano, tenía una mezcla de dedicación y persistencia, serían el motor que impulsaría una agenda regional por el reconocimiento de la diversidad sexual, las identidades y expresiones de género diversas, para cumplir ese legado que enunciaron sus amigas cuando despidieron su cadáver en el aeropuerto Rafael Núñez: “No se mata lo que no se olvida”. Rolando era un hombre gay, que no encontró condiciones para desarrollar su proyecto de vida en La Habana y, por ello, migró a Colombia. En Cartagena, por su clima, encontró el lugar ideal para embarcarse en su proyecto. Haciendo uso de su perfil profesional como periodista y su hobbie de músico, ocupaba su tiempo entre ser docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, formando a la mayoría de los y las periodistas que hoy ejercen en Colombia. En las tardes visitaba colegios y centros médicos de Cartagena, pues les componía sus himnos y dirigía sus coros juveniles. No era activista, pero por su honestidad cubana y al sentir este un país libre, inició una relación homoparental de manera pública y se asumía, cuando era necesario, como un hombre homosexual. 17 años después de su asesinato, aún en la impunidad, es claro que el victimario —por la escena del crimen— usó la orientación sexual de Roly para someterlo, humillarlo y, basado, en el prejuicio que esta le generó, aniquiló su vida.
Su desempeño como docente y su voluntario, hacían de Rolando un ser muy querido en Cartagena y su asesinato le dolió a la ciudad entera, que pidió respuesta y recibió solo agudización de este acto de violencia por prejuicio. El comandante de la Policía, validando su asesinato por ser homosexual; la personera de la ciudad, excusándose de acompañar el caso porque era un extranjero; y las autoridades distritales guardaron silencio. Ello, mientras los medios, donde escribían los alumnos de Rolando, escribían páginas enteras y usaban sus micrófonos para pedir que no quedara en la impunidad. Dos años después, luego de que la mayoría de sus amigos ofrecieron testimonios voluntarios en la Fiscalía sin encontrar resultados, se dieron citan en la Plaza de la Trinidad, del barrio Getsemaní, para hacerle un homenaje a su memoria, llegaron sobre todo muchos de sus estudiantes, las personas debían traer objetos que hablaran de diversidad y región Caribe, pero también datos de prácticas naturalizadas de odio y desprecio. Fue así como, una tarde de mayo, entre cayenas, peces pintadas y mucho color azul, pero también de nombres escritos en pedazos de papel que recordaban personas que ya no estaban y que, al igual que Rolando, eran o parecían LGBTIQ+, evocamos su memoria, pero también sentimos el llamado que no podíamos seguir en silencio y decidimos hacer una acción colectiva para actuar.
Entre junio y septiembre, con el apoyo solidario de la directora del IPCC de Cartagena, Gina Rus, hicimos en su sede del centro muchas reuniones para encontrar una salida y llamar la atención de la ciudad que olvidaba a Rolando. Allí llegó a nuestra reunión una historia contada en primera persona por la entonces alcaldesa de Cartagena, Judith Pinedo, quien recordó que, cuando era directora de FUNCICAR, vio cómo en el cabildo de Getsemaní, a una hacedora festiva llamada Candela —que años atrás había tenido la iniciativa de promover un cabildo trans en ese barrio de la ciudad— fue recibida con violencia por parte de los asistentes, generándole una situación de tristeza muy grande. Esa historia que, a diferencia de Rolando, al que le habían quitado la vida, aun podíamos acompañar, fue la motivación para pensar una primera acción colectiva de ciudad. Esta fue ir a las fiestas de la independencia —lugar de identidad de la ciudad por excelencia— y acompañar a las personas trans para que hagan realidad su sueño de ser parte de ellas, y dimos origen a la marcha de la diversidad en las fiestas de la independencia.
Para ello, el 30 de septiembre, unas semanas antes de la anunciada acción colectiva, nos dimos cita en el aula 310 del Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena, 14 personas y, en memoria de Rolando, creamos Caribe Afirmativo y dimos inicio a este proceso que tuvo como punto de arranque cinco acciones claves: 1. Una juntanza de sociedad civil que, en las ciudades y lugares periféricos del Caribe —y luego de otras regiones— quería poner de presente la necesidad de garantías para la vida digna de las personas LGBTIQ+; 2. Que nuestro trabajo sería de y con las comunidades y, allí, buscar el espacio que deben ocupar las personas LGBTIQ+ para dignificar su vida; 3. Que desde las acciones colectivas y artísticas y los procesos culturales propios de los territorios, que han ocupado en muchos casos las personas sexo-género diversas como escenarios de resistencia, promoveríamos formas de cultura ciudadana que convivan con la diversidad; 4. Que urgía incidir para transformar la indiferencia y la poca acción de los gobiernos locales frente a la vida y los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersex y no binarias; y 5. Seguir presionando para que el asesinato de Rolando, y otros más que estábamos conociendo, que se cometieron presuntamente por prejuicio hacia su orientación sexual, identidad y/o expresión de género, sean investigados y sobre todo prevenidos. Luego del significado que esa noche del 10 de noviembre, con la marcha en Getsemaní, tuvo como acción colectiva, acompañada de un conversatorio sobre diversidad sexual y de género que realizamos en el Teatro Adolfo Mejía y que se llenó de gente —678 personas registró el contador— estaban todas las condiciones dadas para avanzar en la lucha.
El siguiente escenario fue en 2010 en el Centro de Formación de la Cooperación Española en Cartagena. Allí, por esos días el gobierno de Santos se reunía con la sociedad civil para pensar cómo avanzar en materia de paz. Eso ocurría a unos metros nuestros donde realizábamos una acción colectiva de memoria. Ellos se acercaron y, al vernos con la bandera arcoíris, se dieron cuenta de que no tenían personas LGBTIQ+ en su reunión y nos invitaron a participar. Este acto dio origen a nuestro primer proceso de incidencia, que fue la discusión y preparación de la ley de víctimas y conflicto armado (1482 de 2011), que se convirtió en la primera ley en Colombia que reconoció a las personas sexo–género diversas y estas como víctimas del conflicto armado. De allí surgió la UARIV, que es la primera entidad del Estado que da cuenta de hechos victimizantes hacia personas LGBTIQ+ y promovió a lo largo y ancho del país la participación en las mesas de Víctimas y el Centro Nacional de Memoria Histórica, que emitió tres informes sobre la afectación del conflicto armando a las personas LGBTIQ+ y empezó a hablar públicamente de reparaciones transformativas. Todo esto desembocó en el acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC en 2016, que tuvo a las víctimas y su reparación en el centro y contó con nuestra participación en calidad de organizadora experta en la subcomisión de género, que dio como resultado el primer acuerdo de paz en el mundo con enfoque de género, que busca dar cuenta de los efectos de la guerra hacia las mujeres y las personas LGBTIQ+.
En nuestra foto territorial, seguimos en camino de entender los retos desde las realidades y los contextos y para el año 2011 empezamos nuestras acciones de acompañamiento y aprendizaje, bajo el liderazgo de los actores locales en El Carmen de Bolívar, Maicao y Riohacha, La Guajira. Allí, en acciones pedadógicas y de movilización social, en campañas de prevención del VIH y en ejercicios de empoderamiento ciudadano, con la creación de las redes de hermanamiento, fuimos configurando lo que, a partir de 2013 fueron las ‘Casas de Paz’, lugares seguros para las personas LGBTQ+ en medio de las casas de la gente, para promover en nuestros territorios garantías de vida digna para las personas sexo-género diversas. Allí, desde expresiones artísticas y culturales, haciendo incidencia con los gobiernos de la región y promoviendo la solidaridad de las comunidades, fuimos consolidando procesos en Maicao, Ciénaga, Soledad, El Carmen y Montelibano, donde la expresión cultural, con la creación de museos y expresiones artísticas en los espacios de fiestas y festejos, la seguridad alimentaria, proveyendo alimentación a las personas más vulnerables desde los comedores comunitarios y acompañando el liderazgo de activistas y colectivos sobretodo juveniles y feministas, logramos pensar, proponer y construir agenda LGBTIQ+ más allá de las grandes ciudades y con una perspectiva más desde la ruralidad.
En el año 2013, por primera vez, nuestras agendas aparecieron en la discusión presidencial en esa ocasión la pregunta por el matrimonio igualitario, que había sido reconocido por la Corte Constitucional en 2013 y ratificado en 2015. Esto generó que en los espacios políticos se agudizaran los discursos de odio, escenarios que carecían de presencia directa de personas LGBTIQ+. Por ello, nos dimos a la tarea con Victory Institute de promover la Escuela de participación política de personas LGBTIQ+ y el observatorio de la igualdad. En la primera, entregamos herramientas formativas de cómo funciona el Estado para que las activistas se animaran a postularse a cargos de elección popular y, en la segunda, medimos los compromisos de las campañas con los derechos LGBTIQ+ y las garantías electorales que tenían sus candidaturas. Como resultado de ello, hoy, entre cargos nacionales y cargos locales, tenemos a más de 40 personas elegidas que inciden en la democracia y otras designadas en cargos claves y se proponen, en lo local, políticas públicas y acciones afirmativas, y en lo nacional, proyectos de ley para garantizar sus derechos.
Para el 2016, la firma del acuerdo de paz, primero en el mundo con enfoque de género, nos llevó desde la organización, honrando lo acordado en La Habana de profundizar y hacer incidencia, es así como participamos con más de 12 informes en hacer incidencia en la Comisión de la Verdad, estamos representando a más de 50 victimas LGBTIQ+ que están acreditadas ante la JEP en los Macro Casos sobre secuestro, reclutamiento en Urabá, Sur del Cauca y Valle del Cauca y nos aprestamos para el 011. También estamos buscando a las personas sexo-género diversas dadas por desaparecidas, tanto en los planes territoriales de búsqueda, como en la estrategia nacional “Hasta encontrar todos los colores del arcoíris”.
Por ese mismo año, fruto de la crisis humanitaria en la región que promovió una expulsión masiva de muchas personas de los países vecinos, entre ellas, LGBTIQ+, que empezaron a llegar a nuestras casas para participar, pero también buscando respuesta a su situación de protección, dimos origen al proceso INTEGRA, para acoger en las agendas sexo-género diversas a las personas migrantes refugiadas y retornadas. Esto nos llevó a especializar la prestación de dichos servicios en Medellín, Valledupar, Cartagena, Cúcuta, Riohacha y Barranquilla. Con asesoría jurídica y psicosocial, orientando medios de vida y conectando el sistema de atención y protección migratoria con las personas LGBTIQ+, pero también, incidiendo para que tanto el movimiento social como las comunidades nos leamos con esa tarea de la acogida.
Esto entre los grandes retos de estos quince años que hoy celebramos, sin dejar pasar que también hemos acompañado agendas de interseccionalidad en comunidades afros e indígenas, que hemos establecido alianzas y acciones más allá de las fronteras, activando acciones en el gran Caribe con República Dominicana y en la región con acciones colaborativas en España, México, Honduras, Perú, Chile y Brasil. Para lo que viene nos estamos preparando en materia de seguridad integral, seguimos documentando grandes violencias a los derechos humanos de las personas LGBTIQ+ y, con el grupo de trabajo, desde el feminismo como teoría política, estamos reinventando la organización desde el liderazgo de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans. Hemos perdido algunas personas en el camino. Todavía es muy difícil desde los territorios construir proyectos de vida desde la diversidad y la libertad, crecen con preocupación los discursos de odio y las amenazas de retroceso. Por eso hoy, en memoria de Rolando, celebramos estos 15 años y respiramos profundo para seguir insistiendo en nuestras acciones de transformación hasta que las vidas de las personas LGBTIQ+ puedan ser vidas bien vividas.
Feliz quinceañero al equipo de trabajo.
Wilson Castañeda Castro
Director
Caribe Afirmativo