21 de junio de 2021. Resistir y movilizarse son los dos verbos que conjugan la esencia del proceso colectivo LGBTI. La resistencia a un desprecio cotidiano que ha confinado miles de vida a relaciones sociales basadas en el odio y el miedo y movilización como ruptura con toda práctica reduccionista que pone límites al desarrollo de la vida buena. Ejercicio emancipatorio que inicio como un espacio de apoyo entre pares que tenían en común, sentirse excluidos y con ejercicios de homofilia, buscaron espacios de acogida en medio de la invisibilizacion entendiendo que no solo se requería autoestima y aprecio social, sino que era necesario cambiar el mundo para desterrar la desigualdad, y por ello, era urgente dar el paso a un proceso de transformación radical.
En los años sesenta, los espacios de encuentro de las personas LGBTI era marginales, periféricos y olvidados, el control ilegal, las prácticas mafiosas y la ausencia de protección era el aire que tenían que respirar las personas que en los espacios céntricos y abandonados, en horarios nocturnos buscaban lugares de acogida, que eran casi siembre bares que estaban bajo el control de la mafia, quienes usaban como escudos humanos a las personas más despreciadas de la sociedad y trans un falso servicio de acceso a aquello que se les negaba por discriminación, activaban sus prácticas ilegales; y así era Stonewall, que para esa época, muchos de los que los frecuentaron lo recuerdan como el bar en cuyas paredes existía un letrero que rezaba: Aquí, está la escoria maricona que nutre sus arcas, que fue signado en sus muros a finales de 1968, cuando muchos de sus clientes fueron diagnosticados con hepatitis y se generó el rumor que era fruto de lo insalubre de ese lugar y la mala calidad de las bebidas de quedan a los clientes.
Es que los registros sanitarios de este, el bar insignia del movimiento LGBTI dejan constancia de las situaciones infrahumanas que Vivian las personas LGBTI en sus espacios de encuentros, paradójicamente los únicos en los que podían ser felices: no tenía agua potable, el sistema de alcantarillado era deficientes y era concedió porque casi todo su licor era adulterado, además era concedió por ser un lugar de maltrato a personas que ejercían prostitución o de tráfico de drogas.
Los orígenes de este lugar, se remontan a los años 50 donde incursiono como un restaurante de hombres obreros donde se servía comida barata y abundante, luego se convirtió un club nocturno de caballeros y en 1967, cuando quebró, fue comprado por la mafia y convertido en un bar gay, que además fue el primero donde no solo se podía consumir livor y bailar y tener encuentro entre hombres, sino que además se podía bailar, claro tenia restricciones misóginas y trnasfobicas y excepcionalmente y solo por simpatías de sus tres dueños italianos podían las mujeres, personas trans y latinas hacer uso de sus precarios servicios. Eso sí, lo que no cambio con los nuevos usos de su razón social es que era identificado como lugar de encuentro donde policías de la Comisaria sexta cobraban sus sobornos.
La noche cambio en Stonewall comenzó cuando un cumpleaños de una mujer trans, permitió que muchas mujeres como acto de resistencia hicieran presencia en su mítica zona de baile, rápidamente fueron expulsadas y decidieron seguir con su divertimento en la parte exterior, la policía cuando llegó hizo lo habitual, aplicarles violencia y presionar su retirada; pero en esta ocasión, ellas resistieron “nadie va a joderme, no voy a comer mierda nunca más”, dijo una de ellas, un hombre trans, se tiro el carro y arrojó puedas a la furgoneta. Un joven puertorriqueño le dijo a un policía: que tienes contra los maricones, nosotros contra ustedes nada. Y los transeúntes expectantes saludaban la valentía de las personas trans y repudiaban el abuso de autoridad.
A los minutos se multiplicaron los refuerzos de la policía, sobre todo del escuadro antidisturbios, quienes se ensañaron particularmente contra los jóvenes latinos y afeminados, en menos de tres horas ya se contaba con treinta personas detenidas.