25 de junio de 2020. Los procesos migratorios masivos, traen consigo desafíos importantes para los países de acogida en materia de acceso a derechos y bienestar social. En particular porque estos procesos de alto flujo las personas se caracterizan por ser migrantes forzados, que deciden dejar salir de su país en busca de mejores condiciones de vida: trabajo, educación, salud, protección de derechos humanos, entre otros.
Para las personas LGBTI la opción de migrar va en busca de llegar a espacios libres de prejuicios sexuales, que le impidan acceder a oportunidades laborales, ambientes académicos, tratamientos médicos y urgencias sin el riesgo de ser discriminados por su orientación sexual, identidad o expresión de género. Sin embargo, la realidad es que al llegar a los territorios de acogida en Colombia, deben enfrentarse todavía a estigmas y prejuicios referentes a la sexualidad; y además a aquellas referidas a su nacionalidad.
Las personas venezolanas LGBTI migrantes en Colombia se enfrentan a una doble discriminación, por ser LGBTI y por ser de Venezuela. Algunas de ellas, deben enfrentar aún más formas de discriminación si son mujeres, mujeres trans, hombres “afeminados” o mujeres “machorras”. Este tipo de discriminaciones dificultan los procesos de integración social afectando las dinámicas sociales de las comunidades de acogida. Esto es porque las dinámicas sociales ya establecidas se ven confrontadas por a la diversidad cultural, lo que obliga a replantearse el sistema de valores y comportamientos, al tiempo que desnuda y pone en evidencia las problemáticas sociales de los territorios.
Es así como el resultado del replanteamiento de las dinámicas sociales va a influir en que tanto se integren las personas migrantes a la comunidad; sobre todo aquellas cuya diversidad sexual trasgrede la norma social. En este proceso se pueden identificar 4 elementos preponderante que se interrelacionan para generar una estructura social abierta a la integración social o no. Estos 4 elementos son: marco de protección legal, política y medios de comunicación, apertura social a la diversidad y procesos de adaptación personal.
La migración ha sido usada por los discursos políticos como bandera en sus campañas electorales para ganar adeptos. Principalmente en los territorios donde facciones nacionalistas, populistas y ultraconservadoras han ganado fuerzas. Este discurso esta enmarcado en culpar a los migrantes de los problemas sociales, utilizando términos peyorativos para referirse a estos; afectando principalmente a grupos históricamente marginados como las personas LGBTI.
Los discursos que involucran a la población migrante venezolana como amenaza para la estabilidad económica, la seguridad y los valores de la sociedad; instrumentalizan los contextos de vulnerabilidad en los que se desarrollo el proceso migratorio de las personas LGBTI en Colombia. De esta forma, las personas LGBTI que se dedican a la prostitución, al comercio informal o simplemente desarrollan su vida social en espacios públicos; son atacados por diferentes actores.
Estos discursos políticos xenofóbicos y discriminatorios son ampliados por los medios de comunicación y las redes sociales; aumentan el impacto negativo sobre el proceso de integración social. Estas plataformas, en su mayoría virtuales, proliferan información con tintes xenofóbicos refiriéndose a las personas migrantes como “ilegales”, “indocumentados” o “irregulares”. Esto en las personas LGBTI venezolanas se ve reflejado en la reproducción de estigmas como “Tiene VIH”, “Son putas” o “Están infectados”.
Estos discursos se cuelan dentro del imaginario social de las personas en los distintos territorios, viéndose más marcado en aquellos que han mostrado cierta resistencia a los temas relacionados con la diversidad. La apertura social a la diversidad (o su resistencia a esta) juega un papel fundamental al momento de generar procesos de integración social en las comunidades de acogida. Aquellas comunidades con costumbres más cercanas a la concepción binaria de género tienden a ser lugares más hostiles para las personas migrantes LGBTI.
Estas culturas resistentes al cambio se institucionalizan mediante gobiernos locales y la falta de voluntad para atender este tipo de temas. Esto lleva a que socialmente la diversidad cultural y sexual sea viste como desestabilizadores del bienestar social. Este tipo de resistencia conlleva a que se ralenticen los procesos de vinculación de las personas migrantes a diferentes esferas de la sociedad; como la salud, educación, trabajo, procesos cívicos y políticos.
Contrario a lo que se puede pensar, excluir y marginalizar a las personas migrantes venezolanas de estos espacios lleva al deterioro del tejido social. Esto fue expresado por parte de la Organizacional Internacional para las Migraciones en su “Infome sobre migraciones en el mundo 2020” donde asevera que hay una estrecha relación entre la inclusión de los migrantes en los territorios y su cohesión social. Por esto, para mejorar impedir el deterioro del tejido social se debe promulgar políticas locales innovadoras que permitan la incorporación de las personas migrantes venezolanas a las dinámicas sociales; trabajando desde un enfoque de género, interseccional y de derechos humanos.
Teniendo esto en cuenta, es mucho lo que se puede hacer a nivel local, además de promover este tipo de políticas, deben garantizar el cumplimiento de la normatividad internacional para protección de las personas migrantes. Este marco de protección que incluye acuerdos y pactos como “Estatuto para los refugiados”, “La declaración de Cartagena”, “Pacto para la migración segura, ordenada y regular”, entre otros; da un campo de protección y acción para las personas migrantes, sobre todo aquellas que merecen especial protección como las personas LGBTI.
Varios de acuerdos internacionales intergubernamentales han sido vinculados a la normatividad colombiana por medio de jurisprudencias y actos legislativos; lo que permite la incidencia política y social para el cumplimiento de estas. Sin embargo, en territorios alejados del centro del país, esta normativa no se cumple; ya sea por desconocimiento funcionarios o por su omisión consciente al momento del ejercicio de sus funciones.
Son estos territorios “alejados” donde la población venezolana migrante sufre mayores violencias por motivo de su orientación sexual, identidad y expresión de género. Las acciones LGBTIfóbicas vienen enmarcadas en actos xenofóbicos, lo que acentúa los contextos de vulnerabilidad en el que las personas migrantes venezolanas LGBTI realizan su proceso de movilidad humana. Estas vulneraciones se caracterizan por ejercer violencia simbólica, verbal, psicológica y física; vulnerando sus derechos humanos e ignorando las prerrogativas enmarcadas en la normatividad internacional de protección para la igualdad y no discriminación.
La violación de este marco normativo de protección contribuye a las variadas afectaciones personales que recaen sobre las personas migrantes en todo su proceso de movilidad humana. Estas afectaciones se configuran en el aparato psicológico de los migrantes como una barrera para la adaptación en las comunidades de acogida. De esta forma, las personas migrantes venezolanas LGBTI deben adaptarse a nuevas dinámicas sociales mientras buscan preservar su salud mental.
No es cierto que por ser países vecinos y hablar el mismo idioma, las estructuras sociales de ambos países funcionan igual. Al llegar al país las personas venezolanas migrantes deben adaptarse a una nueva forma de organización sociopolítica a la que no están acostumbradas. El sistema económico, la burocracia gubernamental, la atención en salud, la seguridad social, el sistema educativo y de trabajo; son factores que implican un proceso de aprendizaje rápido que a veces se pasa por alto cuando nos referimos al proceso de adaptación.
A esto, debe sumársele las afectaciones propias que los contextos de vulnerabilidad generan sobre las personas LGBTI migrantes venezolanas. Es así como las personas migrantes venezolanas son más propensas a desarrollar conductas problemáticas con las drogas, comportamiento suicida, depresión y estrés postraumático. En particular las personas LGBTI venezolanas migrantes que se ven obligadas a ocultar si orientación sexual, identidad y expresión de género desarrollan afectaciones psicosociales que no han sido visibilizadas hasta el momento.
El proceso de movilidad humana es particularmente riesgoso para las personas LGBTI; su orientación sexual, identidad y expresión de género diversa es un elemento utilizado por los distintos actores para violentar sus derechos. A raíz de esto se llega a desarrollar un miedo que se transporta con ellos hasta los territorios de acogida, donde en algunos casos pueden encontrar redes de apoyo que le permitan sobre pasar las vicisitudes ocasionadas por el continuum de violencia en el proceso migratorio.
Estos 4 factores no son factores independientes, que se presentan en hechos aislados y sin conexión. Por el contrario, son factores interdependientes que se retroalimentan y sirven como fundamento uno del otro. Se engranan en un sistema que busca replicarlos para mantener el sistema sociopolítico que lo ha sostenido. A la vez que mantiene la ilusión sobre la que está construida el progreso en los territorios de Colombia.