Juan Carlos Henao y Piedad Córdoba fueron dos colombianos ejemplares que dedicaron su vida a unir sus esfuerzos para que la vida de muchas personas fuera vivida de manera plena, especialmente aquellas a las que la sociedad patriarcal, racista, transfóbica, homofóbica y violenta intentó invisibilizar.

Las luchas y agendas de los movimientos sociales que buscan superar el estado de invisibilidad para lograr un reconocimiento pleno de derechos, sumado al ímpetu de la indignación moral que se siente al ser humillado, impulsan a la acción colectiva. Esto cuenta con una estrategia de solidaridad y complementariedad muy significativa, como son las alianzas estratégicas con personas, grupos e instituciones que brindan su apoyo a las demandas y ponen al servicio de estas su experiencia, escenarios y capacidades. Esto se hace con la convicción de que la búsqueda de la dignidad es una demanda que asiste a todas las personas y es esencial en una democracia que las instituciones unan sus esfuerzos en esa dirección.

Actores políticos, sociales, culturales, generadores de contenido, académicos y muchas personas más, han tendido puentes para sumarse a las causas emergentes que denuncian el menosprecio. Entre los primeros, identificamos tribunales que han desarticulado prácticas de discriminación y esclavitud hacia comunidades étnicas, así como estudios y acciones artísticas que se han unido a la denuncia de violencias naturalizadas por el patriarcado opresor. Entre los segundos, destacamos la sororidad del movimiento de mujeres con otros movimientos sociales, y la de los movimientos comunales con las personas en movilidad humana. Esta solidaridad democrática para ampliar las libertades y garantizar la igualdad para todas las personas también ha beneficiado a las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersex y no binarias. Muchas han marchado con nosotros, y otras en cargos de poder han cuestionado el sistema de exclusión. Decenas han representado nuestros intereses en cortes, congresos y gobiernos. Estas acciones, unidas a nuestra movilización, han logrado que, a pesar de que sigue siendo muy difícil construir un proyecto de vida desde la diversidad sexual y de género, tengamos hoy escenarios ganados.

Las aliadas no son las artífices de las agendas —esas son nuestras— pero ellas nos rodean, nos ayudan a transitar el camino y facilitan escenarios para que, empoderados, accedamos a la vida plena. Son la expresión de lo que en psicología se llama empatía social: 1. Promueven discursos libertarios; 2. Su vida es un ejemplo de las libertades que profesan; 3. Entienden los cargos y las instituciones como oportunidades y lugares éticos para conquistar la transformación; 4. Facilitan escenarios para que las personas “ninguneadas” tengan un lugar y 5. Lejos del protagonismo, abren las puertas para que se ponga sobre la mesa la agenda y los actores sean artífices de su propia realidad. Por eso, hoy quiero referirme a dos de esos aliados que desafortunadamente en lo poco que va de este 2024 hemos perdido en el movimiento LGBTIQ+ de Colombia: Juan Carlos Henao, Magistrado de la Corte Constitucional, quien murió el pasado 2 de enero, y Piedad Córdoba Ruíz, Senadora de la República.

Juan Carlos, magistrado de la Corte Constitucional, un pedagogo de la igualdad y un convencido de la autonomía y el libre desarrollo de la personalidad, tanto como catedrático y rector en la Universidad Externado de Colombia, como magistrado y presidente de la Corte, reconoció en su momento que en el país había un déficit de protección constitucional para las parejas del mismo sexo. Lideró una serie de sentencias, a través de la tutela, que garantizan este derecho, primero con la Unión Marital de Hecho (C075/07) y luego con el matrimonio igualitario (C577/11). Aprovechó su investidura para llamar la atención del Congreso de la República por no proponer una ley sistemática, organizada y coherente para regular los derechos de las parejas del mismo sexo. Exhortó a la sociedad a superar la indiferencia que expresaba, ya sea por acción u omisión, cuando las parejas de gais y lesbianas se veían sometidas diariamente a prácticas de invisibilización. Como catedrático y profesor de derecho, insistió tanto en sus clases como en sus escritos en que el Estado debía brindar protección a las personas LGBTIQ+ y que la sociedad en su conjunto debía respaldar dicha solicitud. 

Hay una conferencia que ha sido recordada con mucho interés estos días en su ausencia, donde el magistrado, de forma muy coloquial, junto a Carlos Gaviria, también fallecido y uno de los pioneros en la protección de las parejas del mismo sexo en la Corte, asegura que la ausencia y casi invisibilidad que el país condena a las personas trans (a propósito del próximo debate sobre la ley integral trans) es una exposición a la incertidumbre que es el antídoto de vivir la vida de derechos. Por eso, era una urgencia moral de los servidores públicos y un compromiso ético de las instituciones del Estado caminar en esa dirección.

De otro lado, el pasado 20 de enero perdimos a otra genuina aliada: Piedad Córdoba, una mujer afro, que marcó su presencia en el Congreso con proyectos de ley tan exitosos como la ley 70 de 1993, que reconoce y garantiza a las comunidades negras derechos acordes con su realidad etnocultural y que, para muchos expertos, después de la abolición de la esclavitud hace 200 años, es la ley más garantista de la libertad en Colombia. Piedad, que enarbola en Antioquia una lucha contra el racismo, la misoginia y la exclusión, al llegar al Congreso de la República y por más de 20 años; hizo de sus causas sociales y políticas, entre ellas, acompañó, aprendió, acogió y lideró las del movimiento LGBTIQ+. Esto se puede materializar en cuatro grandes hazañas: 1. Luego de la iniciativa de la Senadora Isabel Mejía Marulanda, de intentar sin éxito promover un proyecto de ley para garantizar el matrimonio igualitario, Piedad recibió sus banderas y en varias legislaturas no solo logró ponerlo en agenda y llevarlo a primer debate, sino que acompañó el posicionamiento del debate que, aunque nunca vio la luz en el Congreso, materializó lo público y político de dicho debate; 2. Siendo en los 90, luego de la Constitución Política, presidenta colegiada del partido Liberal, hizo de este el primer movimiento político en el país en introducir en sus agendas, ideario y acción programática a las personas sexo-género diversas; 3. Promovió, formó y acompañó la candidatura de muchas personas LGBTIQ+ en cargos de elección popular, cuando era algo nuevo en el país, y algunos de ellos, como candidatos a la Cámara de Representantes, fueron sus fórmulas al Congreso; y 4. Su compromiso con la construcción de paz la convirtió en la aliada número uno en unir su voz al llamado de atención de cómo el conflicto armado exacerbó la vida de las personas LGBTIQ+ y la importancia de su voz en los escenarios de diálogo, así como su reparación y garantías de no repetición en procesos de implementación.

Con dos semanas de diferencia, sus voces críticas ante la exclusión y la invisibilidad se apagaron. Sus figuras de compromiso alegre y convicción profunda de sus ideales ya no están con nosotros, pero su legado es hoy una ruta para consolidar la igualdad. Por un lado, porque la protección de parejas del mismo sexo y de las personas trans en las sentencias de la Corte Constitucional, a pesar de la inacción del Congreso, asegura derechos y no permite retrocesos en términos jurisprudenciales. Por otro lado, el liderazgo y empoderamiento de muchas personas abiertamente LGBTIQ+ en escenarios políticos, como el mismo Congreso con 7 legisladores y otros cargos en los gobiernos territoriales y en las corporaciones públicas, oxigenan la igualdad y conquistan escenarios cotidianos para que la vida digna sea un derecho para todas las personas sin excepción.

En su memoria y para conservar su legado, el movimiento además tiene la tarea cotidiana de hacer constantemente un mapeo de actores que nos permitan de forma creativa seguir sumando personas aliadas a la causa que, desde su inmensa grandeza, se sumarán a estas luchas que siguen siendo necesarias. Hasta que la igualdad sea costumbre, estas luchas no serán solo nuestras, sino de todas aquellas personas que, en cualquier lugar del país y en la labor que desempeñen, quieran contribuir para que nuestras vidas puedan ser dignas y bien vividas.

¡Gracias, Juan Carlos y Piedad, por sumar al arcoíris de la libertad!

Wilson Castañeda Castro 

Director 

Caribe Afirmativo