A los 15 años me fui de la casa, fue un escape de toda la situación de maltrato de mi padre hacia mí por todo el tema de mi orientación sexual, de hecho, él me compraba buzos y sudaderas para ocultar las marcas de los golpes que me hacía, fue por eso que… me fui… Todo esto lo hice primero porque me sacaron del colegio donde estudiaba y sobre todo por el trato en mi casa. (Entrevista a mujer lesbiana, Maicao, La Guajira, febrero 2019)
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Creo que mi madre se dio cuenta de ese maltrato y regresó por mí para llevarme con ella a un pueblo cercano donde estaba trabajando y vivía con sus hermanas. Allí me pidieron que tenía que vestir y comportarme como hombre, luego no me permitieron vestirme como quería, era un chica trans presa, no podía salir de ahí, y es por ello que termino regresándome a Sincelejo, decido no regresar con mi familia y ahí, con amigas trans como yo, aprendo que mi única posibilidad para tener recursos es el trabajo sexual. (Entrevista mujer trans, Sincelejo, febrero 2019). (Caribe Afirmativo, 2019, pp. 67-68)
En el trabajo que desde hace diez años como Caribe Afirmativo hemos desarrollado, una de las grandes problemáticas identificadas ha sido el continuum de violencias que las personas LGBT, especialmente las mujeres lesbianas, bisexuales y trans, sufren a lo largo de sus vidas por sus orientaciones sexuales, identidades y/o expresiones de género diversas. Así, decidimos desarrollar un proceso investigativo con el apoyo de la American Bar Association -ABA- sobre ese espacio en el que inician dichas violencias: la familia.
Lo anterior permitió conocer más de cerca casos de violencia hacia niñas y adolescentes lesbianas, bisexuales y trans, como los expuestos al inicio de este artículo. De acuerdo a nuestro informe Devenir en silencio, se pueden establecer tres etapas distintas en la perpetración de esta violencia en las familias: cuando la víctima se encuentra en un estado de indefensión, cuando la víctima auto-reconoce/niega su OSIGEG o es percibida como tal, y cuando la víctima cuenta con autonomía económica y autoreconocimiento. En su mayoría, las violencias hacia niñas y adolescentes LBT se ejercen al interior de sus hogares en las dos primeras etapas, como aseguraron algunas de estas en el marco de un grupo focal:
Cuando se tiene 10 o 12 años y los cuerpos no se disciplinan, en las familias se acude al castigo físico, a la imposición de tareas físicas que reafirmen el rol binario. El hombre, por ejemplo, es el que lleva objetos pesados, va por el agua al pozo o carga las pimpinas de gasolina; la mujer hace la limpieza, cuida los hermanos y, ante todo, debe ser sumisa, evitar ser contestataria, es decir, “respondona” y/o “bocona”. (Caribe Afirmativo, 2019, p. 64)
Durante la niñez y la adolescencia, las mujeres lesbianas, bisexuales y trans se enfrentan a maltrato físico, violencias verbales, simbólicas, psicológicas, económicas, chantajes emocionales, violencias sexuales como las mal llamadas violaciones correctivas, expulsión de los hogares, entre otras.
De igual manera, en el mismo periodo de tiempo hemos logrado identificar que esta situación se agudizó en el marco del conflicto armado en el país, donde las violencias eran ejecutadas por los actores armados legales y al margen de la ley, especialmente de paramilitares, Fuerza Pública y FARC. Niñas y adolescentes LBT fueron víctimas de amenazas, desplazamientos y violaciones sexuales durante su niñez o adolescencia por rasgos de su expresión de género, como el cabello, maquillaje, las uñas, la vestimenta y los “ademanes”; así como por su orientación sexual disidente de la heteronorma.
Estas violencias, que fueron y siguen siendo silenciadas porque tienen lugar en el espacio privado o porque son naturalizadas, han tenido graves impactos en la vida de las niñas y adolescentes LBT. Las secuelas físicas, psicológicas y económicas son imborrables. Hablamos de niñas y adolescentes con múltiples intentos de suicidio, depresión, ansiedad, miedo, altos grados de empobrecimiento, deserción escolar, entre otras.
Hoy, 25 de noviembre, Caribe Afirmativo hace un llamado a que visibilicemos estas violencias contra niñas y adolescentes lesbianas, bisexuales y trans; a que cada persona sea la voz de sus experiencias; a que sensibilicemos sobre la urgencia de tomar medidas para prevenir estas violencias; a crear entornos familiares y escolares que reconozcan las orientaciones sexuales, identidades y/o expresiones de género diversas de las niñas y adolescentes; a comprender que el conflicto armado agudizó la creencia de que nuestras cuerpas son propiedad de los hombres; a que esto ¡nunca más se repita!