Editorial

Paz, democracia, acogida, vida digna, reconocimiento a la diversidad y el fin de los discursos de odio, deben ser las motivaciones para hacer del 2022 un año para la gente

16 de enero de 2021. Estos días son de cábalas, propósitos e inventarios para hacer de este año uno mejor que los demás. Qué nos depara en lo personal y colectivo son temas recurrentes en las conversaciones, lecturas y recomendaciones de redes sociales y en los rituales que solemos aplicar, donde mucha gente con algo de ingenuidad espera que este sea su mejor año y el entusiasmo de enero les lleva a poner en ese ideal todo su empeño. Por supuesto, luego de lo difícil para la humanidad del 2020 y 2021 por la pandemia, esperamos que este sea mejor para todas las personas y que los proyectos y acciones individuales y colectivas se puedan concretizar, porque la medida del éxito de sociedad y país es el bienestar de sus miembros; sin embargo, hay unas particularidades en el contexto actual que, por muy diversos y autónomos sean nuestros sueños para el 2022, deben tenerse a la vista como contexto para poder hacerlos realidad.

En primer lugar, entra en su sexto año la implementación del acuerdo de paz, y justo en esta anualidad recibiremos el informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, que  se propondrá como un bien público para la reconciliación del país; la Jurisdicción Especial para la Paz tomará decisiones de fondo, que nos permitirán  evaluar los efectos reales de la justicia transicional; y la Unidad de Búsqueda avanzará con sus grupos de expertos en encontrar miles de personas desaparecidas que hoy reclamamos en la sociedad. En materia de participación, los Consejos de Paz deben ir esbozando sus políticas de reconciliación y los territorios PDETS están llamados a iniciar su plan de balance, que, dicho sea de paso, han tenido gran precarización en su ejecución.

En segundo lugar, las contiendas electorales de marzo y mayo propondrán al país nuevas personas legisladoras y un nuevo programa político para gobernar la nación en los próximos cuatro años. Es urgente que en este proceso electoral se canalicen todas las demandas de la movilización social y las prácticas de resistencia que desde el año 2019 han sacado a las calles a miles de colombianas, sobre todo las más jóvenes, a pedir con urgencia un cambio en el modelo político del país, a humanizar la vida cotidiana y a ponerle freno al capitalismo individualista. Para ello es necesario que de entrada rechacemos la polarización a la que nos quieren someter y obliguemos a las campañas políticas a conversar desde las propuestas, a desmarcarse de los ataques personales, a no poner en tela de juicio derechos y avances en materia de paz que hoy tiene el país, y sobre todo a ofrecernos alternativas posibles y  hojas de vida de personas capacitadas en el Congreso o en la Casa de Nariño, dejando atrás prácticas clientelistas, que profundicen la democracia como bien común y hagan suya la agenda de justicia social.

En tercer lugar, el cierre del registro migratorio que dejará miles de ciudadanos y ciudadanas venezolanas regularizadas y  que por la crisis humanitaria en la región seguirán llegando en situaciones de altísima precariedad y pobreza, no solo implica transformaciones profundas en los sistemas laborales, de salud y educación que garanticen su participación en igualdad de condiciones sino que, ante el incremento de prácticas xenófobas y excluyentes  de migrantes y su exposición a la violencia, motivada por la aporofobia que crece en el país,  urge trabajar en la cultura ciudadana estrategias de acogida e integración que partan del reconocimiento de la dignidad humana, no solo para la ciudadanía venezolana, sino también haitiana,  africana y asiática que transitan por nuestro país buscando llegar a países con mejor calidad de vida, pero que su paso por Colombia no solo les pone en altísima situación de riesgo, sino que incluso en muchos casos les cuesta la vida.

En cuarto lugar, la precarización de la vida cotidiana que ha dejado la pandemia aumentando los niveles de pobreza, inequidad, desempleo y  ausencia de calidad de vida, afectando sobre todo a las mujeres, grupos étnicos y a las personas LGBTI, convoca a cerrar filas, aun en medio de la pandemia  que no da tregua, para que el acceso a pruebas y vacunación se dé en condiciones de paridad y como acción afirmativa se les brinde  en condiciones de gratuidad y con enfoque diferencial  y de igual forma robustezcan las acciones de política social que recompongan el tejido social, mejore acceso a servicios y logre superar la pobreza estructural de la que deja constancia el COVID. Mayor inversión no solo en acciones humanitarias, sino en políticas de Estado que ayuden a superar la inseguridad alimentaria, la informalidad laboral y la deshumanización de los espacios habitacionales.

En quinto lugar, debemos como asunto de ética pública, exigir el fin de los discursos de odio. La fuerte arremetida que han tenido los grupos antiderechos en la región al lado de gobiernos de derecha en los últimos años, han dejado sembrada en el ambiente una práctica de odio y desprecio por la diversidad, que  ha sido el combustible para que aumenten los círculos de violencia, la violencia de género que  ha cobrado a la fecha altos números de feminicidios y ha naturalizado prácticas  misóginas que ponen en riesgo la vida de las mujeres, acciones prejuiciosas que  excluyen y  precarizan la vida de las personas LGBTI por desprecio a su orientación sexual, identidad o expresión de género y promueven como política las mentiras y los diálogos encrespados que buscan anular al contrario, no respetar la oposición; esto no permite el debate y sanciona el disenso, buscando hacer peligrosamente del unanimismo un  lugar común.

Solo un país que consolide la paz, profundice su democracia, se comprometa con ser una comunidad de acogida, supere la pobreza estructural y destierre los discursos de odio, será  el lugar ideal para hacer posible los sueños y expectativas de toda su ciudadanía para alcanzar la realización y que su vida sea expresión de felicidad, una felicidad que se vive en comunidad y se  confirma en la medida en que también aporta al proyecto social y político de la realización de todas las personas con las que compartimos a diario en términos de equidad y justicia social. Feliz 2022.

Wilson Castañeda Castro

Director

Corporación Caribe Afirmativo