12 de julio de 2020. La emisión diaria de un programa presidencial que en costos y decisiones está colapsando el sistema económico y político, bajo la falsa ilusión de que la aparición del presidente en
una pantalla suple la incapacidad de su gobierno de liderar el país en uno de sus momentos más coyunturales; la reproducción escandalosa de decretos y normas que en cien días han emitido más decisiones que en toda la época postconstitucional, que en el fondo, por más subsidiarias que parezcan, terminan beneficiando a los grandes productores e inversionistas y no garantizando sustento al tejido social; la sistemática
corrupción, que se resiste a morir, terminó mudándose a escenarios COVID, alterando precios de compra de ayudas alimentarias e insumos de salud y aseo, y promoviendo contrataciones improcedentes; todas estas, entre otras, son el caldo de cultivo de la improvisación de los mandatarios locales que se estrenaron con esta crisis, en la cual muchos han asumido la situación de salud pública con prácticas autoritaritas y temerarias, haciendo que esta pandemia pase a la historia no solo por el elevado número de víctimas mortales, la crisis sanitaria y alimentaria, sino también por su exceso de autoritarismo.
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