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Ocho componentes que explican los repertorios de violencias que han vivido las personas LGBT en el marco del conflicto armado

29 de marzo de 2021. Entre silencios y Palabras presenta a la Comisión y la sociedad en general los intereses, los responsables, el análisis de las violencias por prejuicio cometidas en el marco del conflicto armado, así como los factores que permiten que esto siga sucediendo y los efectos de la guerra en la vida de las víctimas en la subregión del Magdalena Medio y los departamentos de Cesar, Cauca, Arauca y Caquetá.

El contexto de cada territorio comprende elementos históricos, sociales, económicos, políticos y culturales que influyen de manera diferenciada en los repertorios y los efectos de las violencias. Al mismo tiempo, da cuenta de la forma sistemática y sostenida en que se cometieron las violencias por prejuicio con el propósito de excluir y subordinar a las personas que hacen de sus corporalidades y decisiones lugares de resistencia a la imposición de una sola forma de amar y de ser en el mundo.

De esta manera, los grupos paramilitares, las FARC-EP, el ELN y la Fuerza Pública han amenazado, desplazado, torturado, agredido físicamente, hostigado, intentado asesinar, asesinado, violado, desnudado y usurpado la autonomía sexual de personas LGBT en todos los territorios que comprende este informe. De manera particular, las guerrillas han reclutado a personas con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversas siendo aun niñas, niños o adolescentes; las FARC-EP y los paramilitares han forzado a trabajar a las víctimas; estas mismas organizaciones armadas y el ELN han secuestrado y; la Fuerza Pública ha detenido arbitrariamente a personas que no se han ajustado al orden moral que han buscado imponer a través de la atrocidad de estos crímenes. Estas violencias configuran una persecución asidua contra la diversidad sexual y de género que trasciende las dinámicas territoriales del conflicto para desarrollarse como una política criminal que se extiende en territorios ubicados en las regiones Caribe, Amazónica, Orinoquía y Pacífica de Colombia. Ésta se desarrolló bajo los siguientes componentes:

  1. Castigar y corregir

“Unos muchachos estaban ahí tomando, me llamaron y me comenzaron a, a decir que me fuera con ellos. Sí, que fuera a la fila con ellos y me querían a la fuerza. Ellos se dieron de cuenta que yo era así entonces querían que yo me volviera hombre, que tenía que ser hombre, no gay”. Hombre gay, Arauca.

Los actores armados ejercieron violencias por prejuicio contra personas LGBT, con el propósito de excluir y subordinar. En el caso de las mujeres lesbianas y bisexuales y hombres trans buscaban “corregir” o “castigar” por ocupar lugares de poder en la normatividad de la sexualidad y el género que no les corresponde. Por otro lado, los hombres gais y bisexuales y las mujeres trans fueron violentados y violentadas por renunciar a los privilegios y el poder ejercido por la masculinidad hegemónica y heteronormativa.

  1. Circularidad de las violencias

“Un día hicieron una revocatoria unas mamás, que si a mí no me mochaban el pelo ellos sacaban a los hijos del colegio. La organización armada hizo una carta, llaman a mi papá “que su hijo, que se moche el pelo”, me lo hicieron mochar porque unas mujeres no aceptaron que yo fuera así”. Mujer trans, Magdalena Medio.

En el marco del conflicto armado, las violencias estructurales que dan lugar a la exclusión y a la subordinación de personas LGBT se exacerbaron y degradaron. La incursión y consolidación de los actores armados como autoridades en los territorios, radicalizó unas formas de “eliminación”, “corrección” y “castigo” preexistentes a la guerra y que hacían parte de la comprensión de sociedad en muchos territorios. De esta manera, las violencias por prejuicio cuentan con un contexto de legitimidad y complicidad social que las posibilita, solicita e incluso celebra.

  1. Contenido simbólico de las violencias

“Desplazarse uno, salir huyendo, salir hacia Venezuela, llegar uno a otra parte, empezar uno otra vez de nuevo. Ahí tuvo mucho que ver mi condición sexual por simplemente el hecho de ser, nosotros no éramos bien vistos en aquel momento y pues la discriminación era mucha, por parte de aquellos grupos armados, especialmente por la FARC; uno tiene que salir por temor a que por ahí me sucediera algo a mí o a mi familia”. Hombre bisexual, Arauca.

Los cuerpos de las personas con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversas han sido tomados como escenarios simbólicos y materiales de la guerra, por medio de la inscripción de lenguajes de dolor y atrocidad en ellos. El contenido simbólico de las violencias contra personas LGBT configura las diversidades sexuales y de género como subjetividades en riesgo. Así, las huellas y las ausencias provocadas por la violencia buscan dar un mensaje ejemplarizante que logra el ocultamiento y la invisibilización de las personas LGBT en el territorio.

  1. Visibilidad

“Cuando eso yo era como una misma mujer, mi pelo era largo, lucia el pelo mono y vestía de mujer de pies a cabeza. Se me presentan dos hombres me dicen “te damos diez minutos para que te vayas de este pueblo…te damos diez minutos”. Mujer trans, Cesar.

La visibilidad de la diversidad sexual y de género se convierte en un factor de riesgo o exposición para las personas LGBT, puesto que ellas afrentan en lo público el orden moral impuesto por los actores armados, quienes reafirman su masculinidad guerrera por medio del control, vigilancia y castigo de los cuerpos “feminizados”. Así mismo, legitiman su autoridad en la comunidad a través de la regulación o eliminación de lo que es concebido como “indeseable” en el territorio. Un ejemplo de ello es la persecución hacia personas leídas como mujeres que practican fútbol, personas leídas como hombres que se dedican a la peluquería y trabajadoras sexuales con orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversas.

  1. Persecución a líderes y lideresas

“Pues más que todo también fue por lo de la política y se dieron cuenta que a mí me gustaban los hombres, entonces ya empezaron a hacerme la guerra, a hacerme la vida imposible porque decían que “ay, un gay en la comunidad, los niños corren peligro”, como si uno fuera un enfermo”. Hombre gay, Caquetá.

En la actualidad quienes se encuentran en mayor riesgo de sufrir violencias son las personas LGBT que lideran procesos de incidencia y transformación social y política en torno a los derechos de las personas LGBT y víctimas del conflicto armado, así como de comunidades campesinas, indígenas, afrodescendientes y barriales. Las violencias han pasado de intimidar a acabar con sus vidas, liderazgos y diversidad. Estas violencias han tenido una motivación dual, puesto que buscan eliminar los procesos sociales que contravienen los intereses de los actores armados y “castigar” o “corregir” la identidad sexual y de género de la víctima.

  1. Infancias en medio de la guerra

“En ese entonces yo iba muy bien en el colegio y vivía sola obviamente. Yo me salí desde muy temprana edad de mi casa y tenía pues algunas amistades, que eran unas trans y otras eran trabajadoras sexuales (…). En ese entonces como trabajadora sexual no me iba bien, o estaba muy pesado o las autodefensas pasaban a hacer revista y a cobrar vacuna, entonces no nos dejaban trabajar”. Mujer trans, Magdalena Medio.

La experiencia de vivir en medio de la guerra ha marcado a las personas LGBT desde la infancia quienes recuerdan con dolor la crudeza de conflicto armado en sus territorios. La expresión o conocimiento público de su diversidad sexual y de género, provocó que pasaran de ser niños, niñas y adolescentes testigos de la atrocidad de las violencias a que éstas se ejercieran directamente sobre sus cuerpos con motivaciones prejuiciosas para “corregir” los comportamientos, valiéndose de la naturalización del maltrato físico y degradante hacia las infancias para sexualizar sus cuerpos como medida de “castigo” y “corrección”. Sobre esto se ha hablado muy poco en una sociedad que enarbola la bandera de los derechos de los niños, niñas y adolescentes para restringir los derechos de las mujeres, sin fundamento alguno, al mismo tiempo que los llama máquinas de guerra.

  1. Interseccionalidad

“Usted quédese callada porque usted tras que es pobre gorda, pueblerina, arepera entonces se van a burlar”. Mujer lesbiana, Cauca.

“Tengo muchos amigos que me dolieron, derramé muchas lágrimas, le dijeron que se fuera del pueblo, porque era moreno (entonces era un racista), y no era muy agraciado, entonces lo insultaban, le decían “marica feo”, y él se ponía triste”. Mujer trans, Cesar.

Las violencias se sustentan en una matriz de opresión múltiple que crea y reproduce asimetrías sociales, políticas, económicas y culturales que se potencian mutuamente para generar injusticias estructurales. De esta manera, los actores armados radicalizaron las violencias con contenidos e impactos diferenciados hacia mujeres y cuerpos feminizados, quienes son vistas como propiedad sujeta a la dominación masculina. Estas violencias también se han recrudecido en territorios rurales donde la desigualdad social y la distribución inequitativa de la riqueza ha limitado el ejercicio de derechos, el desarrollo y la participación de personas y comunidades históricamente excluidas debido a la discriminación étnico-racial, patriarcal, adulcéntrica, capitalista, entre otras. De esta manera también se presentaron violencias contra personas afrodescendientes e indígenas haciendo uso de la exclusión, la desigualdad y el racismo estructural para generar una desconexión con el territorio ancestral y colectivo.

  1. Impunidad

“Hasta ahora estoy haciendo esta entrevista. Hasta ahora es que lo estoy haciendo públicamente. Por temor, por miedo, por seguridad. En ese entonces había algo así como entre las Autodefensas y la policía porque en el momento que tu colocabas un denuncio eras persona muerta, lo declaraban o se iban o lo mataban”. Hombre gay, Magdalena Medio.

La impunidad estructural se configura como un elemento funcional al poder, lo cual condiciona la persistencia de la exclusión y subordinación a las personas LGBT en el contexto del conflicto. Así las cosas, la complicidad y la complacencia social sobre la perpetración de las violencias y su impacto simbólico favorecen la violencia institucional.  Estos prejuicios se insertan entonces en las instituciones y su funcionariado, quienes han discriminado e invisibilizado sistemáticamente a las personas LGBT por medio de pronunciamientos y decisiones revictimizantes; incluso, la Fuerza Pública ha perpetrado, y lo sigue haciendo, graves violaciones a los derechos humanos y el derecho internacional humanitario motivados por prejuicios contra las personas LGBT, tanto por acción como por omisión, de manera autónoma y en connivencia con grupos armados al margen de la ley.

El contexto de impunidad aumenta las condiciones de desprotección que generan miedo y angustia en las víctimas. Así, ellas han descrito los procesos de acompañamiento como decepcionantes y llenos de prejuicios en torno a su diversidad sexual y de género. Los impactos del conflicto armado se configuran desde una complejidad que alberga distintas formas y magnitudes. Existen los daños tangibles e intangibles, los cuantificables e incuantificables, e incluso los irreparables, que bien podrían ser todos. Los impactos se presentan en diferentes ámbitos: impactos psicosociales, físicos, socioeconómicos y colectivos. En este espacio queremos hacer énfasis sobre dos de estos.

El miedo y la angustia se presentan de manera reiterada en las víctimas de todos los territorios. Es un mismo daño que las atraviesa a todas, aunque en distintas proporciones y de diversas formas e incluso es algo que se traslada también a otras personas, dificultando la construcción de relaciones sociales placenteras, puesto que se encuentran atravesadas por la desconfianza como mecanismo de autoprotección

Las víctimas viven pérdida tras pérdida sin la posibilidad de sanar en muchas ocasiones, pues no hay tiempo para el cuidado o no existen redes de apoyo externo para elaborar duelos. Adicionalmente, las violencias persisten y acentúan las condiciones de marginalidad que impiden que las personas retomen los proyectos de vida afectados por el conflicto o construyan unos nuevos. El silencio impuesto por los actores armados y la sociedad hace más difícil la tramitación, impidiendo que las palabras sean un vehículo de sanación, que el cuerpo nombre las violencias que lo atravesaron y lo marcaron. Que otras personas sepan del dolor, que sientan empatía, que acompañen, que sean contención emocional para el sostenimiento de las víctimas.

Por otro lado, las personas mencionan de manera reiterada los impedimentos para el despliegue de liderazgos y movimientos sociales desde, por y para las personas LGBT. Así, la guerra ha detenido, eliminado o retrasado de organización social y política en torno a las diversidades sexuales y de género, al tiempo que ha limitado el encuentro entre personas que se reunían para construir relaciones de afecto, amistad, confianza y apoyo en sus procesos de construcción identitaria.

Para finalizar, queremos decir que para la construcción de este informe, 93 personas LGBT de los departamentos anteriormente mencionados, alzaron sus voces para que sus relatos hagan parte de la historia colectiva del país. Entre todas las personas relatan la comisión de más de una centena de casos de violencia por prejuicio en torno a las diversidades sexuales y de género que involucran a mujeres, personas afrodescendientes, indígenas, líderes y lideresas sociales e infancias. Lo cual nos obliga a pensar en la interseccionalidad no sólo como una categoría de análisis, también como una apuesta de transformación social.