Caribe Afirmativo cumple 13 años de transitar el camino de la búsqueda por el reconocimiento de la diversidad sexual y de género en los territorios periféricos donde el olvido quiere invisibilizar las vidas LGBTIQ+
A finales del mes de febrero de 2007, amigas y amigos de Rolando Pérez en Cartagena, luego de largos días de tristeza por su asesinato ocurrido el 23 de febrero, se preparaban para una segunda etapa de su duelo: disponer del envío de su cuerpo a Cuba para que su mamá pudiese darle la última despedida y cumplir su voluntad: descansar en suelo habanero. Allí, en la sala del Aeropuerto Rafael Núñez, un cúmulo de amigas, amigos y estudiantes, irrumpieron la estricta disciplina del aeropuerto para cantar y llorar a “Roly”, entonando la consigna: No se mata lo que no se olvida.
Y es que precisamente en un país tan violento como Colombia, con un movimiento social LGBTIQ+ que ha visto asesinar a centenares de compañeras y compañeros por prejuicios en razón de su orientación sexual, identidad y expresión de género; el olvido parece ser el camino irremediable para sobrevivir; pero muchas personas, como las cercanas a Rolando se niegan a esta amnesia colectiva de que las vidas de quienes lucharon por y desde la diversidad, sean borradas.
Esta misma motivación convocó al grupo de amigos, esta vez ampliado, a darse cita el 30 de septiembre de 2009 en el aula 310 de la Universidad de Cartagena. La indignación por la impunidad e invisibilidad que el Estado sometió este crimen era generalizada en aquel grupo de amigos, que luego de 19 meses veían cómo la investigación no solo no avanzaba, sino que, apalancados por los medios locales de comunicación, se había profanado la memoria de Rolando con editoriales, comentarios y columnas que circularon esas semanas donde se afirmaba que, por ser abiertamente gay, las conductas de la víctima lo hicieron merecedor de dicha muerte. El rechazo de este posicionamiento por parte de su círculo más cercano, se vio rodeado, además por muchas personas más que se sumaron ese día en el aula 310 con un legado doloroso común: habían perdido hijos, familiares y amigos en situaciones muy similares, debido al desprecio por la diversidad sexual y de género.
Allí, el colectivo, hasta ahora anónimo para la cotidianidad de Cartagena –que más adelante se constituiría como Caribe Afirmativo– no solo rindió homenaje a este grupo de personas con una historia común de duelo, sino que, como acción política, ante la ausencia de respuesta del Estado, decidió dar inicio a un proceso organizativo, para promover acciones formativas, investigación social e incidencia política para que las vidas de las personas de la diversidad sexual y de género puedan ser vividas y reconocidas en los territorios más periféricos, donde parece que estar en las márgenes, dieran validez a la moratoria social y estatal.
Este es el inicio de Caribe Afirmativo, que durante trece años ha buscado, sin olvidar su punto de partida, movilizarse hacia una meta común, a veces olvidada en estas latitudes: la vida digna y la ciudadanía plena de las personas LGBTIQ+.
En octubre de 2009, Caribe Afirmativo arrancó con dos actos que pusieran en lo público esta apuesta social: consiguió, con el apoyo de Judith Pinedo, Alcaldesa de Cartagena para ese entonces, el préstamo del teatro Adolfo Mejía, para hacer una gran conversación de ciudad sobre diversidad sexual y de género y contra todo pronóstico, 743 personas, contabilizó el marcador de aforo ese día en el recinto, quienes se aprestaron a discutir por primera vez en la ciudad, el desarrollo de los proyectos de vida de las personas LGBTIQ+ en la ciudad. En segundo lugar, el 10 de noviembre de ese mismo año, como un acto de memoria, por solicitud de la misma alcaldesa, se acompañó a un grupo de mujeres trans que años anteriores habían intentado participar del cabildo de Getsemaní, pero habían sido abucheadas. Así, se logró preparar y realizar lo que sería la primera marcha de la diversidad sexual y de género en Cartagena, que se realizó en el marco de las fiestas de la independencia para reconocer el aporte histórico de las personas trans a la memoria festiva de la ciudad.
Estos dos actos públicos de gran participación, le dieron a Caribe Afirmativo su primera vocación: ser una organización de trabajo comunitario, que desde la cotidianidad de las comunidades y las formas y expresiones culturales –como acciones de resistencia que han consolidado las personas LGBTIQ+ en los territorios– construirá sus pedagogías de transformación ciudadana con un anclaje en lo territorial y en las formas como en los mismos territorios, sin crear guetos, se puede consolidar un proyecto de vida de una persona gay, lesbiana, bisexual, trans, intersex o no binaria.
Con ese propósito, el año termina con un primer congreso académico en el Centro de Formación de la Cooperación Española con activistas y líderes caribe, muchos de ellos haciendo incidencia en otros lugares, para indagar sobre lo que significa construir un sujeto político desde estos procesos comunitarios y estas formas culturales de existencia.
Los dos años siguientes, 2010 y 2011, la organización dio inicio a lo que sería su segunda acción que consolidaría su vocación transformadora: asumir las formas en cómo el conflicto armado hizo más difícil la vida de las personas LGBTIQ+. Para ello, desplegó su trabajo comunitario en Maicao, La Guajira, Ciénaga, Magdalena y El Carmen de Bolívar; territorios donde muchas personas LGBTIQ+ habían sido asesinadas, desaparecidas o desplazadas en razón de su diversidad sexual o de género, pero donde muchas otras resistían y buscaban sobrevivir.
Allí desplegamos una acción de acompañamiento y solidaridad que nos llevó a entender los efectos particulares de la guerra contra ellas, lo cual quedó plasmado en el primer informe sobre conflicto armado llamado “Voces y sentidos”, que nos permitió participar en los espacios ciudadanos que dieron origen a la ley 1448, de víctimas y conflicto armado: el primer cuerpo legislativo en Colombia que nomina a las personas diversas sexualmente, reconociéndolas como víctimas del conflicto armado.
Esta acción no solo define hasta el día de hoy, el compromiso de Caribe Afirmativo en acompañar de manera integral a la ciudadanía LGBTIQ+ víctima del conflicto armado, sino que nos dio herramientas experienciales, académicas y políticas para ser la primera organización que, en calidad de experta, acompañó los diálogos entre el gobierno y las FARC-EP en la Habana, lo que dio como resultado el enfoque de género del Acuerdo de Paz. Esta acción permitió la consolidación de dicho enfoque no solo en el Acuerdo sino también el sistema de justicia transicional y en los espacios de participación ciudadana para consolidar la memoria, la cultura de paz y las acciones de reconciliación de un país dividido por la guerra que ha usado las expresiones más violentas en su accionar patriarcal, machista, clasista y homofóbico.
Seguimos moviéndonos en esta dirección con la metodología de trabajo comunitario y con un fuerte ejercicio de incidencia política local. Luego, la crisis humanitaria por la situación fronteriza con Venezuela, nos generó un nuevo desafío: la acogida a la ciudadanía migrante y refugiada LGBTIQ+ que llegaba a Colombia buscando mejores condiciones de vida.
Allí, el reconocernos como comunidad de acogida, nos llevó a plantearnos los retos de hacer frente a la xenofobia que, combinada con prejuicios sobre roles de género, el racismo y el patriarcado, provocó que la llegada de estas personas a nuestro país se realizase en condiciones no dignas donde sufren una serie de violencias que no vivían en sus países de origen. Esta situación nos permitió quitar el velo de todo marcha bien, puesto que si bien, ha habido avances significativos en materia de derechos civiles y políticos, urge pensar en los derechos económicos, sociales y culturales; pensar en vivienda, trabajo digno, salud efectiva, alimentación, tanto para colombianos, como refugiados y retornados en los mismos términos y con las mismas garantías; lo que obliga a exigir enfoques diferenciales y condiciones dignas de acceso.
Los esfuerzos de estos 13 años, que han sido liderados por un gran equipo de trabajo, han sido guiados por los planes quinquenales. El primero con énfasis en la consolidación de lo comunitario (2010 a 2015); el segundo, sobre el entendimiento del conflicto armado (2016 – 2020); y, el tercero, sobre la implementación del acuerdo de paz y el acompañamiento humanitario (2021 – 2025). Estas acciones son gestionadas por un grupo de personas maravillosas que, con un decidido trabajo en las sedes de Maicao, Ciénaga, Soledad, Barranquilla, Cartagena, El Carmen de Bolívar, Montelíbano, Medellín y recientemente Valledupar y acompañando a grupos LGBTIQ+ de Urabá, el Norte del Cauca, Caquetá, el Catatumbo y Nariño. Allí, con acciones de investigación participativa, procesos de formación cultural, acciones de resistencia y ejercicios de incidencia política local, nacional e internacional; buscamos que las vidas LGBTIQ+ puedan ser vividas.
Todavía queda mucho camino por andar, con la convicción de que el ejercicio se hace de forma colectiva y plural, dando voces a las personas históricamente excluidas y buscando que los territorios, particularmente más periféricos, se transformen es espacios sociales, políticos y culturales, donde la diversidad no nos cueste la vida y la memoria de Rolando y de tantas personas que, lastimosamente, no lograron completar su proyecto de vida, nos motiven diariamente a seguir luchando por ello, teniendo claro que no se pueden aniquilar las vidas de quienes la sociedad quiere dejar en el olvido.
Wilson Castañeda Castro
Director Caribe Afirmativo