25 de marzo de 2021. Ser una personas lesbiana, gay, bisexual o trans en un territorio en el que las practicas culturales, familiares o políticas limitan las posibilidades de sentir, amar, transitar el espacio público o convivir en pareja; puede llegar a representar la búsqueda de alternativas o estrategias en las que expresar la orientación sexual, identidad y expresión de genero se convierten en una constante exposición a violencias o, en algunos casos, a perder la vida.
Como es el caso del asesinato de Xulhaz Mannan y de Mahbub Rabbi Tonoy en 2016, activistas LGBTI quienes habían fundado la primera y única revista LGBTI en Bangladesh, Roopbaan. Este hecho violento a mano de hombres armados tuvo un impacto superior al esperado por los delincuentes, ya que obligó a muchos miembros de la comunidad LGBTI de Bangladesh a huir al extranjero, o a esconderse en su propia ciudad luego de que grupos extremistas religiosos publicaran sus nombres en una “lista de blancos”. Según el diario DW (2021), varios activistas borraron sus rastros en redes sociales, debido que la homosexualidad en Bangladesh es ilegal según la ley.
Estos actos de violencia por prejuicio tuvieron como consecuencia avivar la llama del “proyecto musulmán queer”, el cual consistía en una plataforma en línea de personas musulmanas LGBTI del sur de Asia creado por Rafiul Rahman, un ex académico de sociología de la Universidad de Texas en Austin, quien se vio motivado porque “Hay un espacio muy limitado en la corriente principal de la teología islámica para hablar sobre género y derechos queer. Entonces, quería un espacio donde los musulmanes queer pudieran reunirse e intercambiar ideas dentro del espacio de la fe”, como mencionó Rafiul Rahman para su entrevista con DW.
Lo más sorprendente y admirable es que este proyecto no se limita a los espacios de redes sociales, también contempla la realización de talleres, consultas y encuentros donde los miembros de la comunidad comparten experiencias y resuelven dudas. Incluso, en los meses de cuarentena por COVID-19, los eventos siguieron a través de videoconferencias, en donde personas LGBTI de todo el mundo participaron.
Así, este proyecto se ha convertido en un espacio de resistencia para muchas personas LGBTI migrantes que han crecido escuchando que “la homosexualidad es un pecado”, incluso, el apoyo de la comunidad en este espacio ayuda a muchas personas a enfrentar su círculo familiar conservadora musulmana, y a auto reconocerse a sí mismos como parte de la comunidad LGBTI al escuchar historias personales de otras personas que son parte del proyecto.
Este ejemplo de resistencia demuestra que juntes podemos crear espacios significativos para crecer y hacer frente a las violencias que vivimos diariamente, creando realidades acorde a nuestras particularidades de vida, que no están alejadas a la normalidad. Así como es el caso del “proyecto musulmán queer” la apuesta para generar acciones de resistencia de personas LGBTI que se ven obligadas a migrar debe darse desde un abordaje comunitario, ya que, las realidades de las experiencias de diversidad sexual en el tránsito migratorio, difieren de las apuestas políticas que se hacen desde las ciudades.
Es así como en Caribe Afirmativo, logramos articular las acciones de movilidad humana intercambiando experiencias desde las vivencias de las personas LGBTI refugiadas y migrantes desde la periferia y las laderas. Los procesos que desde ahí se construyen trabajan para poner en jaque las concepciones binarias y desde las que se piensa la movilidad humana; al tiempo que pone sobre la mesa del movimiento LGBTI la necesidad de pensarse la diversidad sexual desde un abordaje interseccional dejando a un lado el “gaycentrismo” y dándole fuerza a las apuestas políticas que nacen desde los colectivos y liderazgos de la periferia.