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Memorias PDET: Voces de mujeres y personas LGBTIQ+ que se resisten a permanecer en silencio.

07 de junio de 2023. Las vivencias de las personas LGBTI y de las mujeres en el marco del conflicto armado, escenario que termina siendo parte constitutiva de la historia nacional colombiana, han tratado de ser recogidas por diferentes esfuerzos institucionales para que hagan parte de la memoria nacional. El documental Vamo’ a sembrar: Lideresas sociales y memoria histórica en Colombia[1], por ejemplo, es una pieza audiovisual encaminada a dignificar y aportar a la reparación simbólica de mujeres víctimas de actores armados en ejercicio de procesos de liderazgo y trabajo comunitario. Por su lado, Aniquilar la diferencia[2], aborda la persecución, la discriminación y la violencia sufrida por las personas LGBTI durante el conflicto armado, examinando las violaciones de derechos humanos, los asesinatos y los desplazamientos forzados de personas LGBT, así como las consecuencias de estas acciones en la memoria histórica y la construcción de la reconciliación nacional.

Ambos esfuerzos –que no son los únicos, pero que sí cuentan con un reconocimiento ampliamente consensuado en temas de género por la sociedad-, son importantes como medidas institucionales para que las voces de las personas LGBTI y las mujeres queden documentadas en la historia nacional del país. Sin embargo, y como lo dirá Trouillot (1995) el pasado no es simplemente un conjunto de eventos objetivos y fijos, sino que es construido y narrado a través de procesos de selección, interpretación y omisión.

Sin embargo, cuando este hecho se realiza de manera voluntaria, vician el proceso y favorecen una versión de verdad que generalmente es útil a un cierto grupo de actores con gran poder político y/o económico. En este sentido, el autor haitiano-norteamericano (1995) también dirá que quienes tienen ese poder político y económico tienen la capacidad de moldear la representación del pasado y silenciar ciertas voces que pueden construir historias y que no son deseables para la versión de memoria por la que ellos abogan. Puede estar así implicando que los historiadores franceses miraban desde sus ojos coloniales racistas.

En el caso de las memorias de las personas LGBTI y las mujeres, los esfuerzos que se han realizado han sido valiosos e intensos (incluyendo aquellos orquestados por la sociedad civil, como los de Caribe Afirmativo) y por la comisión de la Verdad; sin embargo, la (re)construcción de la memoria es un proceso de tensiones constantes entre esas memorias seleccionadas y aquellas que fueron omitidas, entre las memorias colectivas y las individuales.

La tensión surge cuando hay discrepancias o conflictos entre la memoria colectiva y la memoria individual. Puede haber situaciones en las que la memoria individual de una persona difiera de la narrativa oficial o dominante de la memoria colectiva o simplemente ella no se sienta recogida en esas historias, ella como persona particular, individual, con una trayectoria irrepetible. Esto puede deberse a diferentes perspectivas, interpretaciones subjetivas, omisiones intencionales o la influencia de la propia experiencia personal, como se ya se ha mencionado.

Las personas que están por fuera de las dinámicas de poder y que, a su vez, sus realidades están marcadas por el ser mujeres o personas sexo/género diversas no tienden a tener un rol relevante en esta tarea, por lo que a pesar de que se han hecho esfuerzos por darles, de alguna manera, protagonismo en informes, documentales, podcasts, infografías, conferencias, etc., existirá siempre la tensión de que esto no es suficiente porque las memorias colectivas no necesariamente representan de manera completa los sentires y las interpretaciones de los individuos que pretenden recoger.

Las mujeres y personas LGBTI que hicieron parte de este trabajo no afirman que se sienten excluidas con ánimos de desconocer los esfuerzos del Estado o de las organizaciones de la sociedad civil por recoger y amplificar la voz de los grupos poblacionales de los cuales hacen parte; lo hacen porque genuinamente sienten que sus memorias individuales no se reflejan necesariamente en las memorias colectivas que ya hacen parte del registro oficial.

María Victoria Uribe (2015) en su artículo “Trauma y peligro en el relato de las mujeres”, muestra cómo los mismos hechos pueden ser narrados e interpretados de manera diferente por el agente de acuerdo a su vivencia personal, afirmando que donde hubo trauma –como es el caso de las personas participantes-, no importa mucho la precisión de los mismos, pues el trauma hace que haya una reconfiguración de los hechos que incluso puede hacer que, en ese relato, se presenten recuerdos intrusivos que no responden a lo realmente ocurrido.

Así, todos los esfuerzos por robustecer las memorias nacionales desde las diferentes perspectivas y vivencias que ofrece la pluralidad y la diversidad colombiana en términos de género, pertenencia étnico-racial, lenguas, ocupaciones, etc., en un escenario marcado por un trauma colectivo nunca estarán de más para la tramitación del duelo y la reparación simbólica, de ahí la importancia que tiene para estas mujeres y personas LGBTI alzar su voz y contar su historia a pesar de los esfuerzos estatales por incluirlas.

En este orden de ideas, lo más significativo de tener en cuenta las memorias individuales de otras mujeres y personas LGBTI no radica en la apuesta por la pureza de los hechos narrados o la pretensión de aportar la memoria más fidedigna, sino la de brindar una perspectiva e interpretación disidente para tener un panorama mucho más amplio de las afectaciones diferenciadas que vivieron estos cuerpos y el papel que han jugado en la memoria nacional no oficial, además de contribuir a reducir la tensión entre memoria colectiva y memoria individual frente a los relatos que desde esta disciplina se recaban.


[1] Véase cortometraje aquí

[2] Véase informe aquí