11 de abril de 2022. En las últimas semanas el aumento de homicidios contra hombres gais en la ciudad de Medellín se ha posicionado en la agenda mediática nacional e internacional, sin embargo, el abordaje de los medios de comunicación ha sido desafortunado en el cubrimiento de estos hechos, dado que recaen en el sensacionalismo, estigmatización, revictimización, entre otras, de las personas afectadas por esos crímenes.
Con base en lo anterior, es preciso decir y ahondar detalladamente sobre estas malas prácticas que los y las periodistas usan en el momento de cubrir temáticas en dónde las personas LGBTI son protagonistas. A su vez destacar la ausencia de un enfoque de género en el momento de comunicar estas noticias, y aún más cuando éstas corresponden a crímenes de violencia por prejuicio.
Históricamente los medios de comunicación juegan un papel fundamental en el posicionamiento de las agendas de derechos humanos, como también influyen en la opinión pública de los temas que están en auge. A su vez, al hablar del contenido de las comunicaciones desde lo medios tradicionales y las redes sociales, ocurre una dicotomía: si bien la comunicación puede ser una herramienta de cambio social, de visibilización de las minorías o una forma de hacer presión al Estado para el restablecimiento de los derechos de las personas a las que les son vulnerados, también pueden ser instrumento para todo lo contrario, para reforzar prejuicios e incrementar las violencias que vive una población específica aparte las agresiones ya estructurales a las que se enfrentan, que en este caso sería la población LGBTI, que a diario es estigmatizada e incluso señalada de ser responsable de las propias violencias sufridas.
Desde que el incremento de homicidios contra hombres gais en Medellín se convirtió en tema mediático, pues ya se han registrado 6 homicidios y una tentativa de los mismos, sumado a que otros casos se han dado a conocer en distintas partes del país con tentativas de homicidios que suceden en circunstancias similares de lo que está pasando en Medellín. Es relevante hacer una breve reconstrucción de los hechos: estos casos se presentaron en los primeros tres meses de este año, hay similitudes en el modus operandi de los víctimarios y también una ganancia de confianza previa que da lugar a que estos actos ocurran en espacios privados y demás indicios que permiten inferir que podría tratarse de violencia por prejuicio.
Cuando el primer medio regional de Medellín publicó esta noticia, la primera interpretación de las personas en redes sociales fue generar un pánico colectivo adjudicando estos hechos a un posible asesino serial, sumado a una serie de mensajes anónimos responsabilizando a una banda organizada, otros a grupos armados; y finalmente ante las declaraciones de la Alcaldía de Medellín en dónde mencionan que estos asesinatos han ocurrido a través de una aplicación de citas, la conclusión reiterada fue que los hombres gais que utilizan estas aplicaciones son culpables de las violencias sufridas, situación que sólo refuerza los prejuicios contra la población LGBTI.
Desde entonces el cubrimiento de los y las periodistas sólo ha contribuido a reforzar las violencias estructurales que ya viven las personas LGBTI. Esto se evidencia en la ausencia de un enfoque de género en el tratamiento de noticias sobre personas sexualmente diversas; por otro lado la presión de entrevistar a los familiares de las víctimas solo contribuye a la revictimización de las mismas y el irrespeto de sus duelos, como también en vez de desmentir las diferentes hipótesis que circulan en las redes sociales sobre este caso sólo han hecho preguntas y declaraciones recalcitrantes que favorecen la expansión de rumores o noticias falsas que luego causan pánico colectivo.
Se han hecho debates en diferentes medios con personas expertas en estos casos y análisis desde las organizaciones de la sociedad civil que como Caribe Afirmativo defienden los derechos humanos de las personas LGBTI y han insistido en la pregunta sobre un posible asesino en serie y no la sistematicidad de estos crímenes, es decir, pareciera que concentran la atención en un sujeto individual y homofóbico perpetrador de estos hechos y no se habla de cómo los patrones que se repiten en cómo acontecieron estos homicidios obedecen a una violencia histórica y a un prejuicio estructural que existe todavía en la sociedad colombiana que rechaza, niega y aniquila a las personas con orientaciones sexuales e identidades de genero diversas. En síntesis, se habla de un problema de fondo que aunque haya políticas públicas LGBTI en ciudades principales como Medellín, o que las personas sexualmente diversas cuenten con el reconocimiento de algunos de sus derechos en materia jurídica en el país, aún persisten las violencias, pues las normativas y pedagogías de inclusión y respeto a la diversidad aún no trascienden a la cotidianidad y eso da cuenta de un proceso de transformación de igualdad de derechos que no se ha interiorizado en Colombia.
Ahora bien, otro aspecto a profundizar es el sensacionalismo con que se comunican estos homicidios, el escándalo y el señalar a personas LGBTI como si fuese algo extraño o ajeno, o incluso incorrecto de acuerdo a las narrativas hegemónicas en donde ser homosexual va contra de la heterosexualidad obligatoria inherente en todo ámbito de socialización.
El uso de las redes sociales o aplicaciones de citas para acordar encuentros entre personas homosexuales ha sido un aspecto que los medios han explotado en relación a la ocurrencia de estos homicidios. Desde su análisis y preguntas insinúan que utilizar estas aplicaciones para conocer personas y encontrarse sólo se hace con fines sexuales, y que esto refuerza el prejuicio de que los hombres homosexuales son promiscuos, y como esa misma promiscuidad hace que las víctimas de estos actos se lo hayan “buscado” o sean responsables de las violencias sufridas. Esto no sólo es una estigmatización, si no que desvía la atención en la problemática principal que se está presentando, además minimiza estos hechos en dónde desde un punto de vista violento se podría inferir que las personas homosexuales, por ser transgresoras a la heterosexualidad “se merecen” lo que les pasa y las afectaciones contra su vida no importan, mientras que por el contrario si se tratara de un hombre heterosexual blanco en una posición de poder o con una moral intachable, si es necesario hacer presión para el esclarecimiento de este crimen.
Los medios de comunicación son herramientas esenciales para propiciar transformaciones de las realidades sociales y políticas de un país y su deber ser también involucra exigir al Estado acciones frente a estos escabrosos hechos, que si bien es cierto que existe un vacío en el acceso de la justica cuando se trata de reestablecer los derechos de personas LGBTI que han sido asesinadas, y que estos homicidios suelen quedarse en la impunidad, a través de los medios de comunicación, del activismo digital, de los líderes de opinión entre otros es posible lograr que se aplique la justicia necesaria frente a la violencia naturalizada que existe contra personas LGBTI.
Finalmente, es imprescindible que los medios de comunicación, periodistas y demás comunicadores y comunicadoras en el momento de abordar una noticia o reportaje sobre personas LGBTI, consulten a las organizaciones sociales LGBTI y activistas como fuentes primarias para que puedan hacer un cubrimiento responsable y ético acerca de estás temáticas, evitando vulnerar sus derechos, revictimizar a los protagonistas de estos hechos y responsabilizarlos por las agresiones vividas.
Para que así desde los mismos medios de comunicación junto a la sociedad civil, activistas, organizaciones de derechos humanos, entre otros hagan una vigilancia que busque eliminar prejuicios, cuestionar a quienes siguen reproduciendo estas actitudes de rechazo y violencia y construir articuladamente espacios seguros de respeto y reconocimiento de los derechos de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.