Hace 90 años, millares de trabajadores huelguistas murieron a manos de tropas oficiales en Ciénaga, Magdalena, lo que se conoció como la Masacre de las Bananeras.
Tal vez no exista en la historia del país un hecho tan doloroso y al mismo tiempo tan sometido a los vaivenes de la ficción como lo ocurrido en la noche entre el 5 y 6 de diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena.
Desde Gaitán hasta García Márquez, pasando por militares, académicos, activistas y testigos, cientos de personajes se han pronunciado extensamente sobre la masacre de las bananeras. Son tantas las versiones acerca del “verdadero” tamaño de la matanza oficial, que algunos han optado por restarle importancia al número de víctimas y heridos que dejó, reivindicando, en cambio, la importancia de recoger los distintos recuerdos, significados y memorias que la rodean. Otros, como el reconocido historiador Eduardo Posada Carbó, han subrayado el carácter exagerado de algunas narraciones y han puesto las palabras masacre y represión entre comillas, preguntándose, “¿qué tan apocalípticos fueron realmente estos eventos?”.
Lo cierto es que, pese a los noventa años que han transcurrido desde la masacre, ocurrida en diciembre de 1928, siguen apareciendo descripciones. Así, los documentos oficiales norteamericanos desclasificados, recopilados y publicados por el abogado norteamericano Paul Wolf en 2002 nos presentan la visión del embajador y otros funcionarios americanos sobre la huelga contra la United Fruit Company. Algunos de éstos son:
Fecha | Información |
5 de diciembre de 1928 | “He estado siguiendo la huelga frutera de Santa Marta por intermedio de los representantes de la United Fruit Company aquí; además, por intermedio del Ministro de Relaciones Exteriores quien el sábado me dijo que el gobierno enviaría tropas adicionales y arremetería a todos los líderes de la huelga y los transportaría a la prisión en Cartagena; que el gobierno prestaría protección adecuada a los intereses estadounidenses involucrados”.[1] |
7 de diciembre de 1928 | “La situación en las afueras de la ciudad de Santa Marta es muy seria sin lugar a dudas: las zonas de las afueras están en franca revuelta; los militares, que tienen órdenes de “no reparar en gasto de municiones”, ya han asesinado y herido a cerca de cincuenta obreros en huelga. El gobierno está hablando ahora de una ofensiva general contra los huelguistas tan pronto como los buques de guerra que se encuentra ahora en camino arriben a principios de la semana próxima”.[2] |
29 de diciembre de 1928 | “Tengo el honor de reportar que el consejero legal de la United Fruit Company aquí en Bogotá dijo ayer que el número total de obreros en huelga muertos por las autoridades del ejército colombiano durante los disturbios recientes ascendió a quinientos o seiscientos; mientras que el número de soldados muerte fue uno”.[3] |
16 de enero de 1929 | “Tengo el honor de reportar que el representante de la United Fruit Company en Bogotá me dijo ayer que el número total de obreros en huelga muertos por el ejército colombiano superó el millar”.[4] |
Después de casi un mes de huelga de los diez mil trabajadores de la United Fruit Company, corrió el rumor de que el gobernador del Magdalena se entrevistaría con ellos en la estación del tren de Ciénaga. Era un alivio para los huelguistas, pues no habían recibido del gobierno conservador sino amenazas y ninguna respuesta positiva de la multinacional. Ésta, que había llegado a Colombia en los albores del siglo XX, utilizaba el sistema de subcontratistas, por lo que se lavaba las manos ante las peticiones obreras, como había ocurrido en ocasiones anteriores. Los nueve puntos del pliego petitorio reflejaban, más que un programa revolucionario, la escasa legislación laboral vigente. Con todo, fueron ignorados, salvo en el momento simbólico de escoger el número de muertos reconocidos oficialmente: nueve.
Las gestiones entre el sindicato obrero de las bananeras, dirigido por Raúl Eduardo Mahecha, y la United Fruit Company, también llamada Compañía Frutera de Sevilla, llegaron a su punto culminante con la aprobación de la Ley Heroica. La United endureció sus posiciones y rechazó de plano el pliego de los trabajadores, cuyas peticiones principales eran la abolición del sistema de contratistas, el aumento general de los salarios, el descanso dominical remunerado, la indemnización por accidente y la construcción de viviendas decorosas para los obreros de la zona bananera. La Frutera de Sevilla rechazó esas peticiones “subversivas” amparada en la ley 69 de 30 de octubre de 1928 que había declarado la ilegalidad anticipada de cualquier pretensión obrero que tratara de obtener, mediante huelgas o cualesquiera otros medios “de fuerza”, concesiones por parte de los patronos. A los trabajadores de la zona bananera no les quedó otro recurso que ir a la huelga. Los Directivos de la United movieron enseguida su vasto aparato de influencias en el alto Gobierno, que desplegó un contingente del ejército, al mando del general Carlos Cortés Vargas, para proteger las propiedades en la zona bananera, las vidas de los directivos de la United, y el orden público amenazado por “los comunistas”. La huelga de los trabajadores de la zona comenzó el 12 de noviembre.
Durante el lapso transcurrido entre el 12 de noviembre y el 6 de diciembre la huelga en la zona bananera no fue una noticia que llamara la atención de la prensa en la remota capital de la república, ni de las capitales departamentales. Los diarios conservadores se referían a ella como a una peligrosa conspiración comunista, y los liberales daban cuenta de las justas peticiones formuladas por los trabajadores de la zona bananera; pero sin mayor despliegue en unos y otros.
Los primeros comunicados recibidos en Bogotá daban cuenta de que los huelguistas, hasta ese momento pacíficos, manipulados por agitadores comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolchevique cuyo primer paso era la degollina de los directivos de la United Fruit y de sus familias, acto que debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervención del ejército. Los huelguistas, resueltos a llevar a cabo sus propósitos, enfrentaron la tropa que, a la orden dada por el general Carlos Cortés Vargas, disparó contra ellos, mató a varios, tomó el control de la zona y puso fin con éxito al movimiento subversivo. El Presidente de la república felicitó al general Cortés Vargas por haber salvado al país de la anarquía.
Lo ocurrido luego también sigue sumido en las brumas del recuerdo, pero las proyecciones históricas son más claras. Ante la respuesta brutal de un gobierno que los trabajadores imaginaban protector de los derechos laborales, se produce la desbandada y una rápida negociación que incluso recorta por mitad los salarios. La indignación obrera se estrelló contra una doble muralla que le impidió sacar frutos de la aciaga experiencia: de una parte, el temor anticomunista del gobierno de Miguel Abadía Méndez (1926-1930) que veía la revolución bolchevique a la vuelta de la esquina; y, su contraparte, la tozuda fe insurreccional heredada de las guerras civiles del siglo pasado y alimentada por las nuevas ideologías de izquierda. El resultado es que ni hubo la temida revolución, ni tampoco cuajó la ansiada insurrección. El aparente empate fue resuelto por un liberalismo reformista que tomó en sus manos el poder para intentar, sin mucho éxito, atemperar los espíritus e institucionalizar el conflicto laboral que era imposible soslayar.
De no ser por el poder de la imaginación, el sacrificio de los obreros bananeros hubiera quedado en el olvido. Las demoledoras caricaturas de Ricardo Rendón, las vehementes denuncias de Jorge Eliécer Gaitán en el congreso, y luego las magistrales piezas literarias de Álvaro Cepeda Samudio (La Casa Grande) y Gabriel García Márquez (Cien Años de Soledad), junto con la perdida escultura del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, son lo más destacada de ese recuerdo. Pero nada de esto sobreviviría sin las historias que aún circulan por la zona bananera. Como dijo el mismo García Márquez en 1986, “La peligrosa memoria de nuestros pueblos […] es una energía capaz de mover el mundo“.
[1] Embajada de los Estados Unidos en Bogotá (5 de diciembre de 1928). “Telegram from US Bogotá Embassy to the US Secretary of State, dated December 5, 1928”. icdc.com (en inglés). Colombia. Archivado desde el original el 9 de junio de 2012.
[2] Embajada de los Estados Unidos en Colombia (7 de diciembre de 1928). “Telegram from US Bogotá Embassy to the US Secretary of State, dated December 7, 1928”. icdc.com (en inglés). Colombia. Archivado desde el original el 6 de junio de 2012.
[3] Embajada de los Estados Unidos en Colombia (29 de diciembre de 1928). “Telegram from US Bogotá Embassy to the US Secretary of State, dated December 7, 1928”. icdc.com (en inglés). Colombia. Archivado desde el original el 26 de julio de 2012.
[4] Embajada de los Estados Unidos en Bogotá (16 de enero de 1929). “Dispatch from US Bogotá Embassy to the US Secretary of State, dated January 16, 1929”. icdc.com (en inglés). Colombia. Archivado desde el original el 6 de junio de 2002.