Caribe Afirmativo rechaza todo tipo de violencia contra las mujeres.
En medio de una sociedad marcada por prejuicios y estereotipos sobre el género, como la cartagenera, las mujeres extranjeras pueden ser vistas por muchos como víctimas fáciles para la comisión de distintos delitos. El hecho de ser mujeres, aunado a su apariencia física, las lleva a ser más vulnerables y las presenta como un objetivo fácil para el hurto o incluso la violencia sexual. En ese contexto, es necesario que cada una de las personas que integra la sociedad se comprometa a dejar un lado los estereotipos y los estigmas; sólo de esa manera será posible construir una verdadera cultura de paz e igualdad y una sociedad en la que todos y todas tengamos garantizados el respeto de nuestros derechos. Si esto no ocurre, se seguirán repitiendo casos injustos como el de María[1], que se narra a continuación.
María es una mujer española, que habita en la ciudad de Cartagena desde hace algunos meses. Vivir en esa ciudad había resultado una grata experiencia para ella, hasta el pasado 1 de junio. Ese día, aproximadamente a las 2:30 de la tarde, tomó una moto-taxi en Marbella, y le pidió que la llevara cerca del aeropuerto, al CAI de Crespo. El mototaxista, un hombre de unos 35 años, aceptó transportarla sin problemas.
A medida que avanzaba la moto, María se iba dando cuenta de que la ruta no era la misma que había tomado en otras ocasiones para dirigirse al aeropuerto. Eso la sorprendió y la alertó un poco, razón por la cual le preguntó al mototaxista por qué no iban por la ruta habitual. El hombre respondió que iban por buen camino, y que la dejaría del otro lado del aeropuerto para que estuviera más cerca. En un primer momento, ella confió en esa respuesta; pero cuando el trayecto empezó a hacerse demasiado largo y empezó a verse rodeada de zonas que nunca había visto, volvió a insistirle al mototaxista en que esa no era la ruta. El mototaxista se mantenía en que simplemente la estaba llevando por el otro lado del aeropuerto.
Finalmente, la moto comenzó a salir de la ciudad. María empezó a sentir muchísimo miedo, y pensaba en la manera de bajar de la moto. Sabía que el aeropuerto no estaba fuera de la ciudad, por eso se preocupó aún más cuando el mototaxista le señaló que el aeropuerto estaba a la vuelta de la esquina. En ese momento, se vio entrando en una carretera solitaria y se dio cuenta que el hombre empezaba a tocarse la entrepierna. Inmediatamente lo empujó alarmada. El hombre se quejó y le pidió que le cerrase la cangurera, que le había quedado abierta. Ella se negó, y trató de llamar la atención de un carro que pasó por detrás, lo que llevó a que la moto acelerara. Pensaba en cómo saltar de la moto, pero iba demasiado rápido y resultaba peligroso; el mototaxista nunca le había dado casco y no había nada ni nadie en los alrededores.
De repente, el mototaxista se vio obligado a disminuir la velocidad para hacer un cruce, y María aprovechó la oportunidad para saltar de la moto y echar a correr. El hombre la alcanzó, le agarró la muñeca y le exigió que le entregara todo lo que llevaba; a pesar de eso, ella siguió corriendo hasta la carretera, y el la seguía agarrándola aún de la mano. Al llegar a la carretera pasaron dos motos, y ella gritó pidiendo ayuda. El mototaxista entonces empezó a gritar que le pagara la carrera o la iba a golpear en la cara.
Cuando María se veía perdida, paso una tercera moto, que se vio obligada a detenerse porque ella había logrado llegar hasta la mitad de la carretera interrumpiéndole el paso. Le pidió ayuda al hombre que se había visto obligado a detenerse, mientras el mototaxista le decía éste que lo que ocurría era que María no quería pagarle la carrera. En ese instante, se detuvo otra moto, ocupada por un hombre y una mujer. La mujer, al ver la situación, le pagó al mototaxista los 3 mil pesos que costaba la carrera; en ese momento, el mototaxista soltó a María. Inmediatamente, le pidió al primer hombre que se había detenido que la acercase a otro lugar donde pudiera tomar algún medio de transporte. Éste accedió a regañadientes, y durante el camino le cuestionaba que por qué no se había dado cuenta y se había bajado antes. Claro que sospechaba, pero había preferido confiar.
Casos como el de María ocurren a menudo, pero no todas logran salir “bien libradas”. Muchas mujeres no encuentran alguien que les tienda la mano, y terminan siendo víctimas de todo tipo de violencias. Estas violencias son frecuentemente invisibilizadas, o cuando son expuestas generan una doble victimización. Es momento de decir: no más violencia contra las mujeres, no más discriminación. Si juntos decimos ¡No más!, podemos empezar a construir una sociedad diferente, en la que todos y todas podamos llevar una vida digna. Por eso, Caribe Afirmativo cuenta hoy la historia de María, y espera que permita generar sensibilización y conciencia, y fortalecer el compromiso social de respeto a la mujer.
[1] Este nombre ha sido modificado para proteger la identidad de la persona.