
El peregrinaje que muchas personas en Colombia viven en el sistema de salud.
09 de abril de 2025. Federico*, hombre gay del Caribe colombiano, tiene dos meses sin recibir su esquema de medicamentos antirretrovirales, pues la farmacia de su EPS le dice, de manera informal, que no los tienen, que pase nuevamente en 15 días “para ver si ya llegaron”. Federico, con enorme impotencia, regresa a su pueblo, a tres horas de la ciudad capital, sintiendo que su salud se empieza a deteriorar.
Esta escena es muy común en Colombia: la entrega inoportuna y, muchas veces, incompleta de medicamentos, hormonas y otras tecnologías en salud que pacientes crónicos deben recibir sin interrupciones, pues su calidad y cantidad de vida podrían verse exponencialmente afectadas.
Pero todo lo anterior no es algo novedoso. Estas historias de mala prestación de servicios de salud por parte de la gran mayoría de aseguradoras o EPS en Colombia se presentan desde hace muchos años, teniendo como consecuencia drásticos aumentos de morbilidad y, por consiguiente, mayores gastos por hospitalizaciones. Lo que lo hace más costoso. Pero más allá de los costos financieros para el Sistema General de Seguridad Social en Salud, hablamos de personas y de las posibles secuelas, muchas veces irreversibles, que pueden terminar en muertes evitables. Algo paradójico, teniendo leyes progresistas como la Ley 1751 de 2015, en la que la Corte Constitucional declaró la salud en Colombia como un derecho fundamental.
Zuleyma, una chica trans de la costa pacífica colombiana, desde el mes de noviembre no recibe las hormonas que su médico endocrinólogo le recetó, luego de un gran periplo para acceder a la consulta médica especializada (Zuleyma esperó más de cuatro meses para que le asignaran la tan esperada cita). Llama y escribe a su IPS y, las pocas veces que le responden, le piden que tenga paciencia, que están esperando el pedido.
Pero, aparte de la discusión del gobierno central y las grandes gestoras farmacéuticas y sus EPS —que hay acaparamiento de medicamentos, que el gobierno central no desembolsa recursos, que las EPS están en mora con los operadores farmacéuticos, que los operadores inflan precios, que… que…—, ¿quién gana con esta mediática discusión? En este macondiano rifirrafe, las personas siguen esperando sus pendientes (pendientes que, por norma, deben ser enviados a los domicilios de las personas máximo 3 días después). Esto, evidentemente, no se cumple.
Podríamos escribir decenas de historias como la de Zuleyma y la de Federico, y, mientras escribiríamos, seguramente a otras Zuleymas nuestro “ejemplar sistema de salud colombiano”, el cual debería ser más preventivo que curativo, según el principio universal de la medicina, les estaría aplazando la posibilidad de vivir tranquilas, sin afugias ni “espere a que su pendiente le llegue”.
En definitiva, pierden las usuarias de los servicios de salud. Urge un sistema de salud en donde el eje central sea la dignidad de las personas.