24 de julio de 2022. La instalación del Congreso de la República el pasado 20 de julio presentó una propuesta estética que convocaba a una reflexión ética de la ciudadanía: la Representante Juvinao llevó marcados en su traje nombres de mujeres víctimas de feminicidio; la Representante Dorina hizo un homenaje a la tradición Africana con su vestuario, la bancada de Colombia Humana, previo a su posesión, se encontró con los saberes ancestrales indígenas. La mayoría de las Congresistas portaron en el salón elíptico las fotos de las y los jóvenes que hemos perdido por la absurda guerra en los últimos años; miles de mujeres llevaron cintos morados reflejando que, cada día más, ellas ocupan más espacios en política; hubo decenas de pañuelos verdes clamando un aborto seguro para las mujeres, hombres trans y personas no binarias y el grito, como lugar político, fue la reacción a un gobierno que, con resultados falsos, quiso ocultar la realidad. Pero en todas estas expresiones, los tacones de Andrés Cancimance, un ciudadano gay de Putumayo de orígenes indígenas que por primera vez llegaba al Congreso, pisaron el capitolio marcando un fuerte paso que da origen a un compromiso por la vida digna para las personas LGBTIQ+.
Este, que es el Congreso que desde esta semana legisla para el bienestar de la ciudadanía colombiana, está cargado de novedades que nos hacen pensar –ojalá no en vano- que asistimos a nuevas formas de hacer política: dos terceras partes son personas nuevas, 30% mujeres, 16 curules de paz y, por primera vez, tenemos una lideresa palenquera. Además, se redujo la representación de los partidos tradicionales y 7 congresistas son abiertamente LGBTIQ+, resultado de un proceso histórico por hacer de la igualdad una costumbre: 3 de ellos pertenecen a la Alianza Verde y 4 al Pacto Histórico; Angélica Lozano repite como Senadora con una votación significativa, 2 de ellos se reconocen como gais, 3 como mujeres bisexuales, 1 lesbiana y 1 no binarie. Además, con representación territorial variada: 3 por Bogotá, 2 de Risaralda, y una de Antioquia y uno en Putumayo respectivamente. De esta manera, Colombia es hoy, después de Estados Unidos, el segundo país con más congresistas abiertamente LGBTI en el hemisferio.
Si bien esta participación no es garantía ni de que avancen por sí sola las agendas de diversidad sexual y de género en un legislativo que históricamente se ha negado a legislar sobre derechos LGBTI, ni de que estas 7 personas representen los intereses del movimiento social en todo lo que ello significa. Su llegada a la política, desde la visibilidad, es una muestra clara de cómo es necesario permear todos los escenarios de la sociedad donde históricamente no ha existido espacio para los grupos poblacionales excluidos y de cómo hacer parte de la construcción de otro modelo de sociedad de forma colectiva, donde la diversidad sea motivo de integración y no de segregación. Es que ellas no fueron elegidas por ser LGBTIQ+, ni su agenda en el congreso es la diversidad sexual y de género, pero el hacer campaña desde su enunciación como personas que construyen un proyecto de vida lejos de la heteronormatividad y la hegemonía patriarcal, le apostó a hacer posible que se pueda hacer política desde los diversos espacios de enunciación, pensar el país, proponer acciones de transformación, llenar plazas, tener simpatía por sus propuestas, y finalmente, conseguir votantes que, con su respaldo, les dieron el mandato de liderar la transformación del país. Todo ello da constancia de que lo nuestro no es solo el bienestar del colectivo, sino de toda la sociedad y que en la media que el país esté bien, nuestras vidas estarán mejor y como es tarea de la democracia conseguirlo, es importante hacer parte del ejercicio democrático.
El resultado de pasar de dos Congresistas abiertamente LGBTIQ+ a siete, no es solo de esta coyuntura electoral que, por supuesto contribuyó, pues representaban la esperanza ante un hastió de la política tradicional que la ciudadanía evidenció desde la resistencia. Sin embargo, el actual papel protagónico del movimiento de la diversidad sexual y de género es también fruto de un largo camino que podemos leer en cinco fases: en primer lugar, el ejercicio que activaron los partidos políticos en su al interior de su colectividad, pensando como ser el escenario de la liberación sexual desde el ejercicio político, acto que lideró primero el Partido Liberal, luego el Polo Democrático y más recientemente el verde, la ASI, entre otros; consiguiendo transformaciones internas lideradas por sus propios militantes que querían seguir apostándole a su proyecto político. En segundo lugar, el atrevimiento de hacer campañas electorales siendo personas abiertamente LGBTIQ+, como las compañeras trans Rayza en Villavicencio y Erika en Popayán, Manuel Velandia y Germán Rincón en Bogotá, la campaña del “ciudadano Gay” en Medellín liderada por Manuel Bermúdez o Pedro Fallah en Barranquilla, quien de forma creativa, ante la ausencia de reconocimiento, lograron cuestionar, generar simpatías y conseguir votos que abrieron caminos que hoy transitamos; en tercer lugar, la buena gestión en lo público de la Alcaldía de Angélica Lozano en Chapinero y de Sebastián Romero como edil en la misma localidad, demostraron, ante las críticas, que lo que tenían era una gran capacidad transformadora que se ponía ahora al servicio de la política; en cuatro lugar, la capacidad legislativa, que quedó demostrada, con sobrado interés, en los primeros periodos de Claudia López y Angélica Lozano en el Congreso y luego con Mauricio Toro que no solo ocuparon los puestos más altos de calificación de rendimiento, sino que además, lideraron agendas estratégicas como la ambiental, contra la corrupción, el trabajo decente y economía incluyente. En quinto lugar, la primavera, que desde el año 2011 estamos teniendo en Colombia de personas LGBTIQ+: en muchos territorios han sido elegidas en Concejos, Asambleas y Juntas Administradoras Locales y Alcaldías; ellas han puesto al movimiento en un escenario que madura los procesos sociales: la consolidación de la democracia y su buen desempeño. Esto hace que hoy, junto a estos 7 congresistas, otras 25 personas LGBTIQ+ en Cargos de elección popular siendo abiertamente LGBTIQ+, están siendo partícipes de la transformación del país.
Estos cuatro años de trabajo que le espera a esta bancada arcoíris son quizás los años de mayores retos para consolidar los derechos de las personas LGBTIQ+, de un lado asistimos a acciones de violencia sistemática, ausencia de garantías de derechos para las personas LGBTIQ+ y el incremento de discursos de odio, de otro, hay una maduración de la movilización y la resistencia del movimiento social, particularmente de las personas más jóvenes en clave feminista que plantean cambios estructurales necesarios para que sea este un país para la vida digna donde no exista ningún atisbo de exclusión motivado por su orientación sexual identidad o expresión de género diversa.
En términos de legislación, de manera general, ellas -las personas LGBTIQ+-, al igual que el resto de las personas que estarán legislando, tienen el reto de transformar el Congreso que, por décadas, ha sido contrario a su misión, pudiendo sacar adelante procesos y proyectos legislativos que garanticen el cambio del país, la profundización de la paz y la implementación de las recomendaciones de la CEV. En lo referente a los derechos de las personas LGBTIQ+, hay cuatro agendas calves: 1. Retomar el proyecto de ley liderado por Mauricio Toro de las “terapias de conversión”; 2. Acompañar la solicitud del movimiento trans para construir de forma participativa un proyecto de Ley Trans integral; 3. Reglamentar las acciones que rodeen una pronta activación de la política pública LGBTIQ; y 4. revisar que los proyectos de ley que se propongan sea integrales, con enfoques diversos y rutas de atención claras.
En materia de control político hay cuatro urgencias: la primera es presionar al ejecutivo, en cabeza del Ministerio del Interior, para que se implemente la política pública LGBTIQ, la segunda es exigir a la Fiscalía que se avance en la investigación de los crímenes motivados por el prejuicio contra las personas LGBTIQ+ 3. Revisar la conducta policial ante el aumento de sus actos de violencia contra las personas trans y 4. Consolidar los compromisos de políticas públicas de los gobiernos locales.
Los liderazgos políticos se deben a los territorios y a los grupos poblacionales; son la fuente de su trabajo y el punto de llegada de las acciones que implementan, por ello, es clave que este grupo de congresistas abiertamente LGBTIQ+, mantenga la relación con los grupos de base, liderazgos y colectivas, tanto en los lugares desde donde proceden como en el resto del país. Confiamos que esta ilusión de tener por primera vez un grupo de Congresistas abiertamente LGBTQ+ contribuya estos cuatro años, a hacer de este un país mejor y que, siguiendo el gran trabajo que en el periodo pasado lideraron Mauricio Toro y Angelica desde el Congreso, trabajen incansablemente hasta que la igualdad sea costumbre y el paso firme de los tacones consigna su propósito: vida digna para las personas trans.
Wilson Castañeda Castro
Director Corporación Caribe Afirmativo