Desafíos como comunidad de acogida en la búsqueda de las personas migrantes dadas por desaparecidas.
30 de agosto de 2024. Colombia ha sido, es y seguirá siendo una oportunidad para la reconstrucción y la reafirmación de miles de proyectos de vida en contextos de movilidad humana. Somos territorio de sus motivaciones, expectativas y sus aspiraciones, lo cual nos sujeta a una posición de garante respecto a ellas. Las personas LGBTIQ+ que han migrado al país están en búsqueda de mejorar sus condiciones de vida, esperando ser acogidas e integradas social, cultural y políticamente. Sin embargo, la construcción de lazos ha estado entorpecida por un sinnúmero de intersecciones que viven las personas migrantes LGBTIQ+, que las termina por alejar del acceso a sus derechos, los cuales están reconocidos internacional y nacionalmente. Es por esto que “el proyecto migratorio de cada una de las personas queda diluido al momento de enfrentarse a vivir en una sociedad que castiga aquellas personas que rompen con la concepción binaria del género, y lo hace aún más con aquellas que son llamadas invasoras” Todo lo anterior ha puesto en entredicho la capacidad, y hasta la disposición, de ser comunidad de acogida.
Las discriminaciones basadas en el género, la orientación sexual, identidad y expresión de género diversas han sido atendidas por ACNUR, aseverando la necesidad de la protección internacional en dichos casos. Ha reconocido que dichas discriminaciones deben ser relevantes en las solicitudes de asilo, ya que se trata de una acción persecutoria por no observar roles y expectativas sociales y culturales. También ha puesto de presente los factores que normalmente atraviesan los cuerpos de las personas migrantes y refugiadas LGBTIQ+, los cuales exacerban la violencia, discriminación y marginación en sus comunidades y familias. Algunas de estas son el sexo, la edad, la nacionalidad, la etnia y raza, la condición económica y vivir con VIH.
A pesar de esto, se ha hecho evidente que el país no ha reconocido dichas intersecciones, no solo en el ámbito de la Protección Internacional, sino en aspectos de Políticas Públicas y Planes de Desarrollo Territoriales. Si bien la Corte Constitucional, en una de sus sentencias, reconoció la importancia de la aplicación del enfoque interseccional de una mujer trans, con escasos recursos que vive con VIH, ésta no presentó un análisis profundo de la aplicación del enfoque, dejando pocas herramientas para el estudio de casos de violencia y discriminación de personas migrantes y refugiadas LGBTIQ+. La falta de reconocimiento por parte del Estado de distintos factores de discriminación que se entrecruzan en esta población, no solo han impedido el disfrute de garantías para una vida digna, sino que se ha convertido, más bien, en una garantía de muerte. Las personas migrantes y refugiadas LGBTIQ+ llegan a Colombia no solo cargando sus vulnerabilidades, sino encontrándose con contextos marcados por realidades históricas derivadas del conflicto armado y del control territorial.
En este punto, es necesario nombrar las realidades diferenciales que se encuentran viviendo las mujeres trans de origen venezolano. El creciente número de transfeminicidios son una muestra no solo de las intersecciones que están viviendo, sino también de los mensajes simbólicos que nos comunica la violencia por prejuicio. La ciudad de Medellín en el último mes sufrió dos pérdidas de mujeres trans venezolanas: Verónica Dantez y Karolay Castillo. Ambas muertes “ejemplarizantes” que gritan la extrema vulnerabilidad que viven las mujeres trans migrantes y refugiadas en nuestro país. Pero esto no se detiene en sus muertes. Así como Juli Salamanca afirma que las mujeres trans mueren dos veces. Primero, cuando las matan, segundo, cuando la Fiscalía registra sus muertes sin legitimar sus construcciones de género. Podría decirse que las mujeres trans migrantes y refugiadas están muriendo tres veces: cuando las matan, cuando no legitiman sus construcciones de género y cuando el Estado no desea buscar sus cuerpos, los cuerpos que nos están faltando.
Que un cuerpo no quiera ser buscado, significa que dicha muerte no duele. Esta carencia de dolor no es un efecto fortuito. Se trata más bien de un proceso social a través del cual restamos valor a ciertas existencias, y las definimos como “las otras” o “las diferentes”. Sus faltas, por tanto, no están generando ningún eco ni alguna necesidad de ser encontradas. Hay una constante complicidad social y estatal frente a dichas pérdidas:
Cuando Judith Butler afirma: “Enfrentémoslo. Los otros nos desintegran. Y si no fuera así, algo nos falta.” (2006, p. 50), se podría concluir que Colombia se construye, día a día, desde la carencia de ese “algo”, ese otro ausente. Esta carencia se manifiesta cuando sostenemos un silencio lúgubre que recoge la mayoría de las muertes y pérdidas, sin ninguna necesidad de nombrarlas, terminando por generar un efecto legitimador frente a ellas.
Este contexto se complejiza con el sistemático desconocimiento de las familias sociales, constituyéndose una barrera para la búsqueda digna de las personas dadas por desaparecidas. Hay cuerpos esperando ser reclamados por amigas, madres trans, amantes, y estos rostros no han querido ser reconocidos por el Estado. Es como si todas las intersecciones mencionadas alejaran a estos cuerpos del “privilegio” de ser buscados y reclamados. Cuando se trata de la búsqueda de personas migrantes y refugiadas LGBTIQ+ dadas por desaparecidas, se reproduce la histórica desarticulación entre la institucionalidad y las organizaciones sociales, siendo estas últimas quienes adelantan de forma digna y rápida sus búsquedas. Con esto, es posible dimensionar los desafíos que presenta Colombia como comunidad de acogida, ya que, como se mencionó, no está siendo un lugar para la construcción de sueños y proyectos de vida de las personas migrantes y refugiadas LGBTIQ+. Se requiere, por tanto, garantías, respuesta integral y articulada, verdaderos esfuerzos que se materialicen en contra de la discriminación interseccional y estructural a la cual están sujetas estas identidades. Sin todo esto, la muerte seguirá la respuesta.