29 de noviembre de 2020. Uno de los efectos más devastadores del conflicto armado en Colombia es la violencia de género que afectó de manera desproporcionada a mujeres y a las personas LGBTI, particularmente a las mujeres en situaciones empobrecidas y en zonas de mayor asimetría, y a las personas trans, quienes asumieron su propio proceso de construcción o deconstrucción de género. Por eso, el actual proceso de implementación del acuerdo de paz con su enfoque de género nos permite indagar y asumir el reto de develar e identificar estas violencias, presentes en la confrontación armada, basadas en la visión reduccionista del género y en el uso del cuerpo de las mujeres como botín de guerra, y denunciar y superar sus causas. Lo anterior si efectivamente queremos una sociedad donde se consolide la justicia social, pues la violencia, y entre ellas la que se manifestó en el conflicto armado, no solo profundizo los niveles de inequidad y asimetría que viven en el país las mujeres y las personas LGBTI y su subordinación a una ciudadanía de segunda categoría, sino que consolidó una estructura social de predominio machista, sexista, patriarcal, blanca, clasista y heteronormativa, que es la promotora de esta guerra fratricida en Colombia que parece que no termina.