5 de julio de 2020. En la filosofía hegeliana, el “pathos” se entiende de dos maneras: como la reacción natural que toma un sujeto ante la realidad que le llega de manera fortuita, pero que es inevitable y le obliga a “dejarse afectar”, “asumir todo lo que se experimenta”, “tener la disposición de comprender”, “permitir que pase lo que tenga que pasar”… pero también se manifiesta como insumo (suficiente ilustración), para que, conociendo el diagnóstico de lo que ocurre, tenga las herramientas necesarias para actuar. Sin ser fatalistas, podríamos decir que esta pandemia en su “pathos”, de un lado, ha develado la precariedad de nuestra estructura social y ese develamiento nos ha permitido identificar las principales falencias de la sociedad, que no aparecen ahora de manera fortuita, sino que vienen de atrás, pero el COVID-19 ha dejado ver sus principales fisuras, y a la vez, nos advierte sobre la urgencia de presionar cambios de situaciones que, si no se componen a futuro, quedarán altamente debilitadas, convirtiéndose un obstáculo determinante en la consecución de la realización personal y social del ser humano.
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