En Colombia hay una prevalencia de VIH muy alta en personas LGBTIQ+, lo que exige una rápida acción del Estado: en mujeres trans está en un 21.4% y en hombres que tienen sexo con hombres, en un 17%. En el caso de las mujeres trans, la ciudad de mayor prevalencia es Bogotá, con un 29%, seguida de Medellín con el 22.3% y Cali con el 18.8%. En lo que se refiere a hombres que tienen sexo con hombres (HSH), la prevalencia por ciudades es: Bogotá, 26.4%; Cali, 23.9%; y Medellín, 11.3%.
El pasado domingo 1 de diciembre fue la habitual jornada de lucha para erradicar el SIDA de la sociedad; el próximo martes 10 de diciembre es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Ambas fechas nos permiten promover reflexiones y acciones para esta anualidad, dada la acción poco efectiva de los Estados para erradicar la epidemia, el aumento de casos debido a la precariedad con la que se atiende el acceso a la salud sexual y la salud reproductiva en poblaciones clave —por su alto nivel de exposición—, y la poca efectividad de los servicios de salud en prevención. Esto sigue permitiendo que, por falta de atención adecuada, muchas personas que viven con el virus lleguen a la etapa SIDA. Además, persiste la insistencia en propagar acciones de estigma y discriminación, lo que dificulta la vida de quienes viven con VIH. Estas acciones exigen una atención urgente como una cuestión de derechos, y no garantizar las rutas necesarias o poner trabas constituye un atentado directo contra la dignidad humana.
ONUSIDA, en su mensaje al mundo con ocasión de la fecha conmemorativa en 2024, ha recordado a los gobiernos y a la comunidad internacional conmemorar estos días —del VIH y los Derechos Humanos— en profunda conectividad, poniendo en el centro la claridad de que fortalecer los mecanismos para poner fin a la epidemia es un asunto de dignidad humana. Solo siguiendo el camino de los derechos, que ni dan espera ni son de libre elección, se podrá garantizar, por un lado, una vida integral a las personas que viven con VIH, evitando que transiten a la etapa SIDA, que es el fenómeno de la mortalidad, y, por otro lado, promover una educación sexual segura, para que el disfrute de la sexualidad esté acompañado de mecanismos de cuidado y autoprotección. Esto incluye el acceso a la PrEP, pruebas rápidas y asesorías adecuadas, rompiendo así el ciclo del contagio que sigue con altos índices en la región, afectando particularmente a personas trabajadoras sexuales, mujeres trans y HSH. Este problema se agrava en situaciones como el incremento de flujos migratorios, las prácticas sesgadas en la atención en salud por prejuicios hacia la diversidad sexual y de género, y la falta de asumir la sexualidad como un derecho.
Precisamente, en el informe recientemente conocido de este organismo de Naciones Unidas sobre el Día Mundial del SIDA, se recuerda el empeño asumido por los Estados frente a los objetivos 2030, donde se encuentra Colombia, para acabar con el SIDA como amenaza para la salud pública en los grupos poblacionales más vulnerables. Para alcanzar dicho propósito, los países indicaron años atrás mejorar sus sistemas de salud en lo preventivo y en la atención, reforzar los mecanismos de enseñanza y difusión, así como invertir para ampliar el servicio de pruebas rápidas, ingreso seguro de PrEP y aumentar las asesorías, además de la comunicación asertiva para poner fin al estigma y discriminación que ha acompañado a la pandemia y que es responsable de su propagación. Sin embargo, dichos compromisos no se han cumplido a cabalidad e incluso se ha reducido la oferta, ya precaria, de los Estados. Por ejemplo, en Colombia, la salida de ONUSIDA del país, bajo la presunción de una reducción de la epidemia, fue sorprendida por un aumento de casos, motivado sobre todo por los flujos migratorios que no encontraron capacidad de respuesta ni en el Ministerio de Salud ni en las secretarías seccionales. Esto intentó ser contrarrestado con el ingreso nuevamente del proyecto del Fondo Mundial, pero sus acciones no han sido las más adecuadas ni sus mecanismos de intervención eficaces, dejando al país con un alto nivel de prevalencia.
Según el organismo de Naciones Unidas, en el mundo 39.9 millones de personas viven con VIH y 9.3 millones de ellas no tienen acceso a tratamiento. En 2023, 630,000 murieron de enfermedades relacionadas con el SIDA, y 1.3 millones contrajeron el VIH por primera vez. Colombia hace parte del grupo de 28 países donde en los últimos años las cifras han ido en aumento. Aquí, pese a que parece que por las acciones del movimiento social y las estatales se han avanzado en materia de derechos LGBTIQ+, seguimos siendo una población en riesgo por tres factores:
- Hay un aumento de casos en personas sexo-género diversas; la prevalencia al día de hoy es del 21% en mujeres trans y del 17% en HSH, según el Ministerio de Salud.
- Las organizaciones sociales vienen denunciando que desde la retirada de ONUSIDA, a pesar de que continúa el programa del Fondo Mundial, hay una desmejora en la atención del Estado, especialmente en los territorios: no hay campañas preventivas, no se entregan preservativos y no hay acceso efectivo a la PrEP por negligencia de las EPS.
- En los espacios públicos y medios de comunicación se sigue estigmatizando a las personas que viven con VIH, lo que genera miedos infundados en la ciudadanía, llevándolos a no asistir a pruebas rápidas o tomar decisiones fatales tras conocer el diagnóstico.
Aunado a esto, ONUSIDA advierte cuatro preocupaciones:
- El aumento de contagio en niñas de los países más pobres, sometidas a prácticas sexuales de alto riesgo, sin información preventiva y en condiciones de inseguridad sanitaria.
- El mantenimiento de la estigmatización hacia las personas con VIH en comunidades marginadas y la ausencia de mecanismos legales para combatir esta discriminación.
- El mayor riesgo que enfrentan las personas trans y los HSH debido al señalamiento homofóbico y transfóbico, que obstaculiza el acceso a servicios de salud preventiva.
- La reducción sistemática de programas, presupuestos y servicios estatales para atender la epidemia, evidenciada en la ausencia de campañas, la limitada distribución gratuita de preservativos y el incumplimiento de estándares internacionales.
Es preocupante que datos y fechas tan significativas pasen desapercibidos para el movimiento LGBTIQ+. Si bien la incidencia política y la movilización social han logrado avances significativos en igualdad, aún hay retos enormes para evitar retrocesos, enfrentar los discursos de odio y garantizar una vida digna para las personas trans y no binarias. No podemos olvidar que el activismo del SIDA fue el que abrió camino para la visibilidad de las agendas sexo-género diversas en muchos países. Fue este movimiento el que dignificó la vida de quienes morían, promovió prácticas seguras de sexualidad y movilizó la acción estatal frente a la crisis, sentando las bases para los avances legislativos y normativos actuales.
Como movimiento social, estas dos fechas —el Día Mundial del SIDA y el de los Derechos Humanos— deben ser una oportunidad para repotenciar nuestro compromiso con la agenda del VIH/SIDA en cinco direcciones:
- Reconocer que las colectivas y liderazgos de esta lucha fueron pioneros del movimiento LGBTIQ+ y darles un lugar en la memoria y la acción.
- Acercarnos a las organizaciones que siguen llamando la atención sobre las tareas pendientes frente al VIH/SIDA y aunar esfuerzos para la incidencia y transformación social.
- Incluir acciones concretas que contribuyan a erradicar el estigma y garantizar el fin del SIDA desde los sistemas de salud pública.
- Documentar y denunciar el incremento de la epidemia y la poca acción estatal, especialmente en mujeres trans y HSH, en contextos agravados por flujos migratorios y pobreza.
- Promover una educación sexual responsable y libre que garantice acceso a información adecuada y mecanismos de protección, evitando el riesgo de VIH y asegurando que quienes viven con el virus no lleguen a la etapa SIDA.
Wilson Castañeda Castro
Director
Caribe Afirmativo