10 de abril de 2022. Justo en dónde termina la jurisdicción territorial de Barranquilla y comienza el municipio de Soledad se encuentra el barrio Los Robles, urbanización que es una de las más antiguas de esta región del área metropolitana de la ciudad. De acuerdo con las personas LGBTI que viven en esta zona, inicialmente se conformó de casas residenciales que entregaron a policías y a personas pensionadas que habían trabajado en la Fuerza Pública, pero con el pasar del tiempo creció tanto que actualmente es un barrio representativo que se conforma de 9 etapas y lo integran dos iglesias católicas insignias en su historia: La iglesia de San Pancracio y la de San Marianito.
Sin embargo, ser una persona LGBTI en el barrio Los Robles es permanecer en el ocultamiento. Según Marianne, una mujer lesbiana que toda la vida ha vivido allí, el barrio en las horas del día se siente solo, porque muchos de sus habitantes trabajan todo el día en Barranquilla, y solo llegan a sus casas a pasar la noche. También no existe esta costumbre de salir a los porches y terrazas a disfrutar la tarde, escuchar música o simplemente ver pasar la gente como sucede en otros barrios de Soledad.
Marianne pensaba que era la única mujer diversa viviendo allí hasta que en marchas del Orgullo LGBT se ha encontrado con mujeres jóvenes y hombres gais que viven en ese mismo barrio pero que prefieren no salir o ser visibles debido a que es una zona residencial y muchas familias tradicionales viven allí. Otras personas LGBTI por su parte prefieren pasar su tiempo de ocio en Barranquilla, como en centros comerciales entre otros, antes que pasar un domingo en la tarde en el Polideportivo de Los Robles, sitio de esparcimiento que en su mayoría disfrutan familias, niños, niñas y jóvenes y que puede que los fines de semana haya uno que otro grupito de adolescentes que practican skate o tienen una expresión de género diversa, que podría pensarse que son jóvenes LGBTI.
Marianne recuerda que cuando era adolescente el único espacio de juntanza y colectividad LGBTI era la peluquería de Gabriela, una mujer trans que era muy conocida en el barrio. Marianne iba a cortarse el cabello ahí y describe que ese lugar era punto de encuentro para mujeres trans y hombres gais que no sólo iban a buscar los servicios de ella como estilista, sino que también pasaban por la peluquería a encontrarse con otras personas LGBTI y a construir lazos de amistad o hablar de temas que no pueden nombrar en voz alta en sitios donde persiste una heterosexualidad obligatoria. De Gabriela no sabe mucho, su peluquería cerró hace algunos años y ella también frecuentaba uno que otro bar del barrio sin temor a nada, despreocupada por malos comentarios o de que alguien pudiera agredirla por su identidad de género.
El único escenario para compartir y construir colectividad con personas LGBTI en Soledad es la Casa de Caribe Afirmativo ubicada en este mismo municipio, pero que queda muy lejos de Los Robles, y a veces acordar encuentros entre la ciudadanía que hace parte de los procesos de esta casa es complicado debido a los horarios y agendas individuales, como también por el mismo temor a encontrarse con familiares, amigos, o personas prejuiciosas, cuando algunas de las mujeres lesbianas, hombres gais, o personas bisexuales aún no han salido del closet con sus familias o mantienen una distancia por conocimiento de sus prejuicios.
Marianne señala que Soledad es vista como un municipio de pocas oportunidades, como una especie de estancamiento, pues a pesar de que hace parte del área metropolitana de Barranquilla y están muy cerca e interconectadas entre sí, se escuchan muchos comentarios negativos sobre este municipio, su pésima administración, servicio de transporte, la inseguridad del mismo, y lo usual que servicios como el agua o la luz se vayan con frecuencia.
Además, que cuando Marianne menciona su experiencia como mujer lesbiana y a que sitios frecuentan con su novia, describe que al igual que la mayoría de personas LGBTI prefiere ir a centros comerciales en Barranquilla o cualquier otro sitio menos a algún parque de Los Robles, ya que pese a que no hayan vivido algún tipo de violencia o discriminación en razón de su orientación sexual, que el barrio permanezca solo durante el día les da una sensación de inseguridad, sumado al machismo exacerbado que impera en sitios puntuales de este sector.
En el barrio Los Robles existen unos billares conocidos como “Billares El Muñeco”, este lugar es muy patriarcal según lo describe Marianne. Es un local donde venden trago y cada vez que hay un partido de la selección Colombia o del Junior se llena, es tanta la presencia de hombres que llegan a tapar la cuadra y la infraestructura del lugar evidencia el tipo de público al que va dirigido: hombres viriles y machos; es decir, tiene aire acondicionado, vidrios polarizados y una pantalla gigante donde muchos grupos de hombres acuden masivamente a ver los partidos. Marianne cuando va caminando con su novia prefiere tomar otra ruta, pues por la cantidad de hombres que se concentran allí tiene miedo de sufrir algún tipo de acoso, como le ha pasado con los mototaxistas que se ubican en la sucursal del supermercado Olímpica del Barrio.
El supermercado Olímpica de Los Robles es uno de los lugares donde hay mayor concentración de personas, contrario a otras cuadras que durante el día permanecen desoladas. Aquí hay un alto intercambio de comercio y se ubican un gran número de mototaxistas, ya que este es un tipo de transporte común en Soledad. Un día Marianne iba pasando con una de sus primas más pequeñas por el frente del supermercado y uno de los mototaxistas acosó a su prima gritándole todo tipo de obscenidades, ante esto Marianne se enfureció muchísimo y no dudo en contestarle a este sujeto por su acto de violencia y él enojado porque ella le contestará y lo enfrentará las persiguió con la moto mientras corrían.
Este tipo de violencias que ha vivido Marianne, también la experimentan mujeres que viven en Los Robles, pues se sienten vulnerables en espacios donde hay una gran cantidad de hombres ya que ellos ocupan la vía pública, y pareciera que esto les diera el poder de violentar los cuerpos de las mujeres que transitan por allí de manera verbal. Eso da cuenta de una violencia simbólica que los hombres ejercen contra las mujeres o cuerpos feminizados donde muchas niñas, adolescentes, mujeres y personas LGBTI tienen miedo a salir a las calles y ser visibles en sus manifestaciones de afecto o expresiones de género, pues se sienten inseguras y temen que la concentración de hombres y más en un barrio tradicionalmente machista atenten contra ellas o las lastimen.
Una de las conclusiones más relevantes a las que llega Marianne es que Los Robles, en analogía con otros barrios populares de Soledad carecen de un intercambio frecuente entre sus habitantes, dicho de otro modo, es que no existe ese sentido de pertenencia ni vida en comunidad, en donde desde una pelea hasta una olla comunitaria son un asunto público entre los vecinos del barrio y mucho menos esa confianza o lazos cercanos. Es posible que quizás esto esté determinado por el estrato social, pues a medida que Los Robles se ha convertido en un barrio residencial y su conformación surge como una urbanización y no como una invasión o de manera espontánea como algunos barrios populares en Colombia, los prejuicios se van atenuando, es como si a mayor estrato social más profundos son los prejuicios de las personas que habitan allí.