5 de agosto de 2020. El día de ayer conmemoramos otro año desde la muerte de Sergio Urrego, un estudiante de la ciudad de Bogotá que se suicidó después de ser discriminado y hostigado de múltiples formas por las directivas de su colegio debido a su orientación sexual diversa. Este caso, símbolo de un fenómeno histórico, evidencia que en las instituciones educativas se reproducen prácticas sistemáticas de violencia motivada en los prejuicios hacia las personas LGBT desde temprana edad y en contextos de complicidad social e institucional.
Rememorar este suceso, su trascendencia y el debate que abrió frente a los manuales de convivencia como instrumentos que legitiman prácticas de violencia prejuiciosa [1], también es una oportunidad para reflexionar frente la necesidad de implementar cambios estructurales en el sistema que permitan una educación que reconozca y respete la diversidad, lo que se encuentra profundamente ligado a la construcción de una cultura para la paz, acorde a lo que presenta Julián de Zubiría [2].
En este sentido, el autor propone cuatro grandes estrategias a implementar para que el sistema educativo pueda responder a las apuestas de transformar y restaurar los tejidos sociales rotos por la cultura de la guerra, como son:
- Cambios culturales alrededor de la convivencia y la comunidad, orientados con los demás escenarios de desarrollo como la sociedad y la familia; incluso las redes sociales deben ser espacios para este fin. Asumir que la responsabilidad de la educación de los niños, niñas y adolescentes es un compromiso de todos/as, pues las escuelas no son los únicos escenarios para esto, ni tienen que asumir individualmente la carga de generar e impulsar un cambio estructural.
- Para lograr estos cambios es necesario generar transformaciones institucionales que permitan a todas las instituciones sociales y estatales articularse en el proceso educativo; la falta de cohesión en los distintos niveles no favorece el desarrollo del objetivo común propuesto.
- En este sentido, es necesario transformar los currículums escolares hacia propuestas que vayan más allá de la métrica y la evaluación de sus capacidades. La cátedra para la paz no puede ser un área o componente más; debe ser un aspecto integral en todo el proceso educativo.
- La última estrategia propuesta es la de repensar la educación más allá de lo académico, pues las actividades extracurriculares son necesarias para desarrollar aspectos como la sensibilidad y la empatía. En estos escenarios se pueden abordar actos simbólicos y participativos de construcción de memoria y reconciliación a través de distintas manifestaciones artísticas, por ejemplo.
Con todo esto, es evidente que el desarrollo articulado de estos cuatro elementos propuestos por Zubiría implica una reforma monumental desde lo legislativo hasta en la carrera docente. La apuesta por la construcción de paz es la oportunidad para promover un cambio estructural a nivel educativo que vaya más allá de la implementación de una cátedra; requerimos acciones afirmativas. Como se señaló en un principio, las prácticas de violencia sistemática en instituciones educativas en casos como el de Sergio se reproducen a partir de prejuicios socioculturales que necesitan ser deconstruidos.