4 de septiembre de 2021. “Recuerdo cuando sostenía y apretaba fuertemente la mano de mi pequeña hija al salir de Venezuela. Ya no había vuelta atrás; no soportaba la presión de vivir en un país sumergido en una emergencia humanitaria compleja y sin precedentes. Solo solté su mano unos cuantos segundos para secar las lágrimas de mis ojos, ya que abandonábamos el país que por mucho tiempo fue nuestro hogar”, recuerda Katherin Flórez, una joven madre quien tuvo que enfrentar junto con su hija el drama migratorio venezolano para poder vivir dignamente.
Con 27 años asegura que su principal motivo para dejar el país vecino era su hija, ya que le dolía no poder darle de comer, aun trabajando diariamente; pues la inflación en Venezuela no le permitía comprar con el dinero que ganaba con tanto esfuerzo, lo que necesitaba para subsistir.
“No salimos por gusto. Lo hicimos por necesidad. Quién querría dejar su tierra y a su familia para salir a sufrir”, cuenta mientras su voz se entrecorta por el dolor que le ocasiona recordar ese momento, en el que caminaba rumbo a Colombia para encontrar un futuro mejor para ella y su hija.
“Colombia no siempre fue mi primera opción, había otros países en los que veía un mayor crecimiento y desarrollo, pero por no tener pasaporte tuve que migrar de manera irregular, cruzar trochas y llegar al país que fuera más accesible para mí. Además, en Barranquilla vive la persona con quien desde hace varios años he sostenido una relación. Al principio en Venezuela y después a distancia cuando tomó la decisión de venir primero acá”, dice.
Por migrar Katherin tuvo que abandonar sus estudios en medicina veterinaria. Su aspiración era graduarse para luego crear su propia clínica veterinaria. “Desde niña amé los animales. Tuve perros, tortugas, peces, gatos… casi mi pequeño zoológico. Estudiar veterinaria siempre fue mi primera opción. Lastima que solo pude llegar a tercer semestre, momento exacto en que la crisis del país se agudizó. Fue doloroso no poder continuar estudiando. Ya tengo tres años en Colombia y espero algún día poder retomar mi preparación profesional”, expresa.
Por otra parte, al ser madre soltera para ella la luz de sus ojos es su hija, así que, continuamente hace todo lo posible para poder brindarle un mejor futuro, el cual no podía ofrecer en Venezuela. “Era impresionante ver como los colegios iban cerrando poco a poco, y ya no se preocupaban por la educación que daban. Mi hija llegó a segundo de primaria y no sabía leer ni escribir. Ser madre soltera ha sido difícil, he tenido que velar por la seguridad de ella, yo sola. Gracias a Dios que en algunas ocasiones he contado con apoyo para dejar a mi hija en un lugar seguro, donde no corra ningún riesgo”, señala.
Para Katherin el bienestar de su hija es lo primero, por eso desde hace unos meses, además de la venta de algunos productos en la calle como: dulces, tinto y mecatos, y trabajar limpiando algunas casas, inició un emprendimiento propio de accesorios, es así como viendo un gran número de tutoriales en portales web comenzó a elaborar pulseras y cadenas, no solo para vender de manera física en la calle, sino virtual a través de redes sociales. “Emprender es una forma de empoderamiento que me permitió decidir y elegir cómo inegrarme a la sociedad. Planear un proyecto es un paso importante, por que a través de él puedes potenciar tus capacidades y lograr una realización profesional por medio de una idea de negocio hecha realidad”, aclara.
Ella expresa que ante tantos momentos duros no ha bajado la cabeza en ningún instante, ya que su principal motor es su hija y por eso cada día busca maneras de reinventarse y no desfallecer. “A veces lo que gano es muy poco, pero siempre hago lo posible por asegurar la alimentación de mi hija. Ella es todo para mí”.
Al indagar sobre algún caso de xenofobia que haya experimentado, agrega que en Colombia es complicado ser migrante y una persona diversa. “Yo soy una mujer bisexual y desde hace varios años comparto con un hombre trans, así que he vivido una constante discriminación: por mi nacionalidad y mi manera de amar. He notado que a veces quienes pensamos, sentimos y vivimos diferente somos atacados brutamente en Colombia. No obstante, eso nos fortalece y nos motiva a seguir luchando. Ya el rechazo lo miro de manera indiferente, yo sé quién soy y a dónde deseo ir, nadie decide por mí”.
Finalmente, lo único que desea Katherin es poder fortalecer su negocio y adquirir un gran número de compradores que fortalezcan su idea de negocio, contribuyendo con su estadía en el país. “Sé que vendrán tiempos mejores. No me desanimo, al contrario, pondré lo mejor de mi persona para poder atraer bendiciones y buena energía mi vida”.