26 de mayo de 2020. El pasado #MiercolesDePaz invitábamos a conmemorar el Día Nacional por la Dignidad de las Víctimas de Violencia Sexual en el marco del conflicto armado, una fecha para recordar que la guerra ha sido un contexto de agresión hacia mujeres, hombres, niño/as y adolescentes en su integridad sexual/reproductiva; generando afectaciones físicas y psicológicas de gran profundidad. Afectaciones que no se detienen en la comisión de la conducta, sino que trascienden más allá cuando se presentan prácticas de revictimización institucional o complicidad social.
Como parte del mandato de la CEV para la reconstrucción del tejido social afectado por el conflicto armado interno a través de la verdad, en medio de la contingencia generada por el COVID-19, se han establecido espacios de relacionamiento frente a la temática en tres regiones o territorios: Norte de Santander, Arauca y Caribe. El primero de estos escenarios se llevó el día lunes [1], contando con la participación principalmente de Olga Amparo Sánchez, activista, feminista e investigadora en el área; la Comisionada de la Verdad Alejandra Miller; Olga Marín como representante de la Comisión Nacional de Género de las FARC; Diana Vargas, lideresa social que trabaja por las víctimas del conflicto armado; entre otros/as.
En este espacio de dialogo interdisciplinar se contaron con diferentes opiniones y experiencias de vida, donde muchas convergieron en que el machismo y el patriarcado ha legitimado y profundizado prácticas de violencia sexual estructuradas en contextos territoriales bajo factores históricos, políticos y económicos que dinamizan los comportamientos de los actores armados, especialmente contra las mujeres, niñas y personas LGBT. Asimismo, que las afectaciones son diferenciadas acorde a las interseccionalidades de las víctimas, determinando el ejercicio conjunto de otras prácticas de violencia, lo que aumenta el grado de exposición y riesgo, no siendo equiparable el riesgo que presenta una mujer urbana a una rural, afro, indígena o LBT.
De igual forma, se hablaron de distintas barreras de acceso para las víctimas a su verdad, reparación y garantías de no repetición, como la legitimidad social, la impunidad sistemática, la no implementación de los acuerdos de paz, y las falencias en la respuesta y activación de las rutas de atención, por referir algunas nada más. Frente a esto la Comisionada Alejandra Miller añadió:
“[…] El profundo negacionismo que tienen todos los actores frente a las violencias sexuales, todos. Y yo quiero recordar por ejemplo que en justicia y paz muchos de estos paramilitares (…) confesaban sin ningún problema miles de homicidios pero no confesaban la violación sexual precisamente o porque no se consideraba un delito – digamos la legitimidad cultural no se los permitía o simplemente porque hay otras cosas ahí también del patriarcado – pero el negacionismo es tal vez lo que más revictimiza a las víctimas (…) en unos factores de persistencia […]”
Tomando estas palabras, el negacionismo también se puede trasladar hacia la institucionalidad, hacia la familia, hacia los contextos socioculturales que estigmatizan a las víctimas de violencia sexual y le trasladan una carga sobre una conducta de la cual ellas y ellos no son culpables. Reconocer los prejuicios que emergen e impiden el acceso a las víctimas a la verdad es fundamental para la construcción de la misma. Finalmente, desde Caribe Afirmativo resaltamos la labor de la CEV en medio del panorama de aislamiento por estos espacios digitales de diálogo intersectoriales e invitamos a todos/as a hacerse parte de los mismos en las demás fechas señaladas.