Más reciente

La bisexualidad es una orientación sexual, y Las personas bisexuales exigen condiciones de vida digna

A pesar del avance de las agendas de la diversidad sexual y de género, las vidas de las personas bisexuales siguen siendo invisibilizadas, y los actos de violencia y desprecio hacia ellas no están siendo atendidos con responsabilidad ni prevenidos por el Estado y la sociedad.

La expresión “personas bisexuales” empezó a discutirse en el ámbito público a finales del siglo XIX en las escuelas freudianas de psicoanálisis, de manera negativa, ya que se consideraba una fase inmadura o una patología psíquica, lo que validaba los estigmas y estereotipos negativos hacia estas personas y justificaba la violencia en su contra. La afirmación de Freud de que todas las personas nacen bisexuales y que esto debería asumirse como una fase previa antes de alcanzar la madurez sexual contribuyó a una mirada despectiva e institucionalizada, al menos desde el ámbito médico, hacia las personas bisexuales. Este estado de cosificación motivó a las personas bisexuales a levantarse y exigir respeto por sus proyectos de vida, definiendo con su propia existencia su orientación sexual e invitando a superar esa visión médica, al tiempo que exigían garantías para sus derechos.

El dinamismo y el profundo ejercicio disruptivo que han traído las luchas por el reconocimiento de la bisexualidad, tanto dentro como fuera del movimiento social, son muy significativos. Han cuestionado el fácil acomodo que las prácticas gais y lésbicas tuvieron en su lucha de liberación homosexual dentro de las estructuras binarias, polarizadoras y deterministas, que equiparan la orientación sexual con las prácticas sexuales. Si bien el reconocimiento de la bisexualidad y su lugar en la agenda no ha sido constante, ni ha logrado la visibilidad necesaria, es significativo ver hoy el crecimiento de la agenda bisexual dentro de los movimientos de disidencia sexual. Este proceso ha permitido una reflexión profunda sobre aspectos como la bifobia, muchas veces naturalizada; ha puesto en cuestión el modelo binario de la sexualidad; ha exigido respeto por la enunciación y el auto-reconocimiento; ha reivindicado el derecho a nombrarse con libertad y ha trabajado por superar la cosificación de las prácticas sexuales, entre otros temas.

Más allá de la discusión pública que Freud, desde el psicoanálisis, promovió respecto a la bisexualidad, que por fortuna superó la visión de esta orientación como un asunto de ambivalencia, acomodo o falta de identidad, el activismo de las personas bisexuales ha creado y propuesto un proyecto político propio para darle contenido a sus demandas. Han logrado superar la visión limitada de simplemente “incluir” a las personas bisexuales, y han permeado y articulado sus exigencias. Este posicionamiento ha logrado visibilizar violencias estructurales que, si bien ya eran mapeadas por el movimiento social, afectan en mayor medida a las personas bisexuales y demandan atención. Además de las violencias físicas, verbales y simbólicas que sufren todas las personas LGBTIQ+, se ha puesto en el centro de la agenda la afectación a la salud mental provocada por una sociedad determinista, la violencia de género generada por el monosexismo, y las dificultades de reconocimiento cotidiano cuando se intenta acceder a derechos afirmativos otorgados a las personas LGBTIQ+. Esto, en muchos casos, desemboca en mecanismos discriminatorios, sobre todo cuando la persona en cuestión no responde a la heteronormatividad, como en el caso de las personas trans, quienes enfrentan la exigencia de comprobación de su identidad. Además, la resistencia legal, política y social a reconocer que la bisexualidad es una orientación sexual en sí misma sigue siendo un gran obstáculo.

La invisibilización y negación histórica de la bisexualidad como orientación sexual, tanto dentro del movimiento social como en la sociedad en general, demanda cinco acciones fundamentales en este momento histórico:  

  1. Darle el lugar que corresponde dentro del movimiento social, bajo su propio liderazgo y con sus agendas, en una acción de solidaridad y sororidad con las personas gais, lesbianas, trans y no binarias en apoyo a sus demandas.  
  2. Promover un ejercicio de memoria histórica que, como acto de reparación, dé a las personas bisexuales el lugar que les corresponde en la agenda de derechos humanos y repare, tanto de manera nominal como simbólica, a las cientos de personas bisexuales que han liderado y lideran cambios fundamentales en la sociedad, pero cuya orientación sexual ha sido invisibilizada.  
  3. Permeabilizar toda la agenda del movimiento social con las demandas bisexuales, cuestionando el binarismo, el determinismo sexual y la discriminación hacia las personas bisexuales y no binarias.  
  4. Revisar y reformar los marcos legales, sociales y culturales que hoy constituyen los derechos de las personas LGBTIQ+, pero que fueron construidos bajo lógicas binarias y con el reconocimiento de solo dos orientaciones sexuales: heterosexual y homosexual.  
  5. Promover acciones comunicativas que visibilicen la violencia que afecta a las personas bisexuales y exigir un compromiso estructural para ponerle fin.

No avanzar en estos desafíos hará que nuestras luchas sigan dejando fuera las demandas de las personas bisexuales, ya que incluso los sistemas más avanzados en el reconocimiento de la diversidad sexual y de género son binarios y monosexistas, cosificando el deseo que expresan las personas. En este contexto, la propuesta de Robyn Ochs de concebir a las personas bisexuales como aquellas con la capacidad de sentir atracción sexual, emocional y/o romántica por personas de más de un sexo o género, no necesariamente al mismo tiempo, de la misma manera o con la misma intensidad, resulta clave. Esta concepción no debe descontextualizarse, sino enmarcarse en una visión más amplia de los proyectos de vida sexual, llamada plurisexualidad, que permite entender las orientaciones sexuales desde múltiples expresiones, articulando acciones propuestas por las personas no binarias.

Uno de los desaprendizajes que nos convoca la agenda de incidencia de las personas trans es superar el binarismo hombre-mujer cuando hablamos de sexualidad. La bisexualidad ha sido negada e invisibilizada estructuralmente, lo que exige hoy un lugar en la agenda política del movimiento LGBTIQ+ para superar imaginarios que obstaculizan los proyectos de vida de las personas bisexuales y fomentan bifobia internalizada. Esta bifobia, a diferencia de la homofobia internalizada, no se basa en la percepción de la bisexualidad como algo incorrecto o malo, sino en algo más grave: en la idea de que no existe, lo que invita a promover una acción en tres vías:  

  1. Reconocer su existencia.  
  2. Nombrarla como tal, permitiendo que las mismas personas bisexuales la enuncien.  
  3. Reconocer la autonomía de su agenda y apoyarla.

Uno de los riesgos más significativos que enfrentan las personas bisexuales, identificado en los últimos años en el contexto de las discusiones para prevenir las terapias de conversión, es que muchas personas en la sociedad no solo niegan su existencia, sino que la ven como un error. Esto ha llevado a que la mayoría de las prácticas de tortura en dichas terapias se dirijan hacia personas bisexuales, quienes son percibidas como individuos indefinidos que necesitan “ayuda terapéutica” para ubicarse en uno de los binarios establecidos por la sociedad. En los casos de amenazas por parte de actores armados, desplazamiento forzado y desapariciones en el contexto de la violencia en Colombia, muchos victimarios han justificado sus actos argumentando que la bisexualidad indica que estas personas “no tienen claro lo que quieren” y que deben ser “ayudadas” o eliminadas por el “daño moral” que causan. Si no se supera este mito y no se implementan acciones de visibilización y garantía de autonomía, las personas bisexuales seguirán siendo víctimas de las mayores expresiones de violencia.

En nuestra sociedad, la disidencia sexual y de género nos cuesta la vida, pero cuando encontramos un contexto que invisibiliza y estigmatiza dicha disidencia, no solo se legitiman esas violencias, sino que también se pierde visibilidad. Cuando esas violencias son denunciadas, rara vez se investigan y casi nunca se previenen. Se activan mecanismos de borramiento en los que la orientación bisexual es mutilada o minimizada, y las acciones que constituyen la vida de las personas bisexuales, lejos de ser ignoradas, deberían ocupar un lugar en el lenguaje y en las prácticas sociales. Intervenir las violencias desde la bisexualidad, activar políticas públicas con indicadores claros y concretos para las personas bisexuales, ofrecer acciones afirmativas que permitan superar el déficit de derechos y promover campañas comunicativas asertivas desde la auto-nominación hasta el respeto a sus autonomías son tareas fundamentales.

El avance en el reconocimiento de los derechos de las personas bisexuales también exige garantizar un contexto seguro para sus proyectos de vida, lo que convoca una profunda transformación social. El mundo sigue siendo binario y la sociedad mayoritariamente heterosexual, y aunque en algunas ocasiones da espacio a la homosexualidad, sigue siendo casi inexistente el espacio para los proyectos de vida de las personas trans. Por ello, fechas como el Día de la Visibilidad Bisexual nos convocan no solo a que las agendas gais y las prioridades del movimiento sean conscientes de la urgencia de sus demandas y les otorguen el lugar que les corresponde, sino también a que toda la sociedad rompa con el determinismo sexual y permita que las personas nombren su orientación sexual en libertad y sin imposiciones.

Wilson Castañeda Castro 

Director 

Caribe Afirmativo