15 de marzo del 2021. El conflicto armado en Colombia ha dejado una huella irreparable en la salud mental de los y las millones de víctimas cuyos derechos han sido vulnerados, especialmente en el caso de las personas LGBT. El pasado 9 de marzo, el equipo de paz y conflicto armado de CARIBE AFIRMATIVO presentó ante la JEP, Jurisdicción Especial para la Paz, el informe titulado: “Aquí nadie pidió la guerra: informe sobre violencias contra personas LGBT en el marco del conflicto armado en los municipios del norte del Cauca”.
Este informe además de mencionar los diferentes crímenes de lesa humanidad que han vivido las personas LGBT en el Cauca, destaca que dichas agresiones han sido perpetradas por actores armados, tanto legales como ilegales. Su objetivo analiza desde las voces de las víctimas la violencia diferenciada en el marco del conflicto armado, su gravedad, representatividad y los impactos psicosociales, socioeconómicos, físicos y comunitarios. Sin embargo, en este artículo nos vamos a concentrar en las consecuencias psicosociales que afectan profundamente la salud mental de las personas LGBT.
Hay violencias que son tangibles e intagibles, hechos cuantificables y no cuantificables, por ejemplo muchos de los hechos victimizantes, entre los que se encuentran tortura, secuestro, amenazas, violencias sexuales, desplazamientos forzados, hostigamientos, detenciones arbitrarias y tentativas de homicidio muestran las evidentes tensiones de generar terror y ejercer un control sobre los cuerpos de las personas LGBT en los territorios que habitan.
En relación a los actores armados, en el departamento del Cauca las dinámicas de conflicto de grupos armados legales e ilegales han exacerbado la violencia, bajo un discurso que pretende eliminar a la población LGBT, mientras que la fuerza pública en vez de brindar protección y seguridad ha cometido agresiones que aguidzan la desconfianza y la desesperanza en las personas.
Aunque las situaciones traumáticas pueden ser semejantes a los de otros grupos poblacionales, en el caso LGBT estos eventos ocurren de manera diferente de acuerdo al género, la orientación sexual, la etnia y la edad de la persona, entre otros.
Algunas de las huellas psicosociales más predominantes son la angustia y el miedo, que usualmente van acompañadas de incertidumbre, zozobra, preocupación, temor constante y una ansiedad, a veces equiparada con la angustia que altera sus modos saludables de vida.
Otra consecuencia que viven quienes han sido víctimas del conflicto armado es la posibilidad de tener episodios de estrés postraumático, a causa de la exposición ante la violencia sexual, tentativas de homicidio y feminicidio que desencadena un malestar psicológico intenso y prolongado. Toda expriencia traumática marca las historias individuales y colectivas de las personas, porque rompen abruptamente el curso de sus vidas y ponen en crisis sus sistemas de creencias y relaciones interpersonales con los demás y la sociedad en general.
La depresión es una enfemermedad común que puede evidenciarse y que consiste en un conjunto de signos y síntomas que se presentan de manera crónica alterando el estado de ánimo de la persona. Puede ser una tristeza, fatiga, llanto, desesperanza, sentimientos de vacío, cambios en la atención y la memoria, insomnio entre muchos factores que ocurren de manera crónica y frecuente.
El duelo complicado aparece como un rasgo predominante, no solamente porque alude a la pérdida de algún ser querido, si no a pérdidas intangibles y simbólicas, como el caso de una persona LGBT que se ve imposibilitada a escoger su orientación sexual, identidad o expresión de género por miedo a sufrir violencias por prejuicio.
Una consecuencia del miedo, la ansiedad, al depresión, el duelo complicado y el estrés postraumático es el aislamiento, que sucede especialmente cuando las víctimas no encuentran un entorno protector y permanecen en riesgo inminente, esto potencializa los síntomas que empujaron al distanciamiento de otras personas y costumbres.
Lo anterior hace impresincible las redes de apoyo con las que puede contar cada persona cuando se siente a la deriva, no obstante podrían ocurrir dos cosas: primero, que quien ha sido vulnerado culpe a sus escenarios de protección por las crueldades vividas o las personas de su alrededor no tengan manera de acompañarla por desconocimiento de prácticas y valores asertivos para hacerlo.
El ocultamiento y autocontrol de múltiples expresiones de orientación sexual, identidad y expresión de género de las víctimas LGBT se convierten en un mecanismo para desdibujar, negar, borrar y perder el yo o la conexión del sujeto con su representación. Muchas veces la presión por adherirse a los estereotipos de género hegemónicos y a los roles predominantes influyen en los procesos de tránsito o cambio de sexo, lo cuál ocasiona un retroceso en los mismos.
Finalmente se da una ruptura de los proyectos de vida, los sueños y los propósitos con las que las víctimas estaban construyendo su vida antes de sufrir estas violencias, la mayoria de estos planes se derrumbaron como consecuencia de las crueldades vivenciadas, lo que se refleja en un antes y después de su historia, que afecta la narrativa de sus vidas. Los proyectos personales no se concluyen porque luego de haber vivido un hecho traumático es complejo reedificar estos propósitos que dejan una sensación abrumadora, irrecuperable y de impotencia en quienes han visto sus vidas truncadas por un hecho de violencia.
Con base en lo anterior un sistema de justicia poco efectivo, órganos de control no fortalecidos y la imposibilidad de acceder a la justicia por parte de las víctimas recrudece su situación de vulnerabilidad, pues estos vacíos estructurales favorecen la impunidad y aumentan los sentimientos de desesperanza y desolación de quienes quieren denunciar, pero temen hacerlo porque ven sus historias como asuntos privados y no de carácter público.
Así las cosas, las consecuencias del conflicto armado colombiano en la salud mental de las personas LGBT han dejado una huella irreparable, sin embargo, existen alternativas para poder enfrentar estos síntomas, como las reparaciones colectivas, la atención psicosocial, el arte terapia, la creación de iniciativas de paz, entre muchos otros que permiten que las poblaciones creen experiencias de resistencias que les ayuden a enfrentar estos fantasmas del pasado y a resignificar los horrores vividos como producto de la guerra.