Los hombres del movimiento LGBTIQ+ estamos llamados a una profunda reflexión sobre la naturalización del patriarcado y los daños de la masculinidad hegemónica en nuestras prácticas cotidianas.

El 8M viene en los últimos años siendo un escenario ideal para la exigibilidad de derechos de las mujeres y para denunciar el patriarcado opresor: plantones, movilizaciones y el gran “paro feminista” dejan atrás ese ejercicio absurdo de comercializar y cosificar esta fecha entre “flores” y mensajes “cursis”, como si las mujeres en esta sociedad tuviesen plena garantía de derechos o como si no existieran conductas generadoras de violencia de nuestra parte. Por eso, además de una fecha copada por las mujeres para un llamado resistente y movilizador de sus demandas, también es la oportunidad para hacer un llamado de atención a los hombres de la diversidad sexual y a esas prácticas masculinas que a veces, de forma mecánica y otras intencionales, hemos propagado, siendo perpetuadores de acciones patriarcales y misóginas, las cuales no sólo no garantizan la paridad y el reconocimiento pleno de losderechos de las mujeres dentro de nuestro movimiento, sino que además, ponen su vida en riesgo, ya que terminan experimentando que ni es un lugar seguro para ellas, ni este activismo aporta a sus proyectos de vida libertarios.

El movimiento LGBTIQ+ no ha escapado a una sociedad estructurada en el privilegio masculino: un liderazgo mayoritariamente “gaycéntrico” y una agenda que ha privilegiado el interés cisgénero, clasista y  urbano, creando un falso imaginario de que avanzamos en materia de reconocimiento de la diversidad sexual, la identidad y expresión de género, simplemente porque hay una tendenciaa hacer muy visible, sobre todo en la relación capitalismo/consumo, a hombres homosexuales y asumiendo como cambios sociales, acciones que no sólo legitiman el “status quo”, sino que terminan acomodando las demandas de transformación en una matriz de sexualidad y género pensada desde la heteronorma y el binarismo, ya internalizados en la sociedad. Esta tendencia no solo no cambia realidades, sino que es perversa para quienes no caben en ese modelo hegemónico y son, sobre todo, las mujeres lesbianas, bisexuales y trans; porque además dicho modelo parece contener una expresión de misoginia internalizada.

Por eso, en este día en el silencio interpelador que propicia el “paro feminista” y la reflexión profunda a la que convocan sus movilizaciones y actos de resistencia, quiero invitar a mis compañeros gais, bisexuales, trans y otras identidades atomarnos este día en serio, como el punto de quiebre para un cambio urgente que requiere nuestra lucha por el reconocimiento de nuestros derechos y para ello, debemos,de entrada, hacer una declaración pública evidenciada con hechos y con garantías de no repetición, de deconstruir el patriarcado en nuestras prácticas activistas, combinando siete factores:

1. Reducir nuestro altísimo nivel de visibilidad para dejar ver la fuerza del ejercicio feminista: hay mucha gratitud a algunos hombres gais que fueron pioneros en este ejercicio, que abrieron camino y se arriesgaron cuando nadie hacia nada o cuando se corrían riesgos inimaginables. Pero también soy consciente de que ese impacto arrollador opacó el liderazgo y la visibilidad de muchas mujeres lesbianas, bisexuales y trans que también fueron pioneras y que incluso arriesgaron más, porque desafiaban a la sociedad que las violentaba. Han pasado ya más de cuarenta años y somos los gais, los que seguimos copando espacios y asumiendo liderazgos y no entendemos que este clamor de relevo generacional, pasa también por entender cuando es necesario hacerse a un lado y dejar que otras voces sean escuchadas.

2. Descentrar la atención en los asuntos gaycéntricos y dar paso a las agendas trans: estas mismas décadas han privilegiado en las agendas de incidencia y litigio, prioridades que son centrales para homosexuales, como matrimonio igualitario, acceso a bienes y servicios y apoyos a eventos masivos, entre otros, pero no han dado la misma centralidad o urgencia a las agendas trans, a los derechos sexuales y derechos reproductivos y a la dignificación de las actividades de cuidado que pasan por la vida de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans.

3. Problematizar ese lugar común de la clase y lo urbano del movimiento social y activar escenarios de interseccionalidad: las complejidades de la estructura social y las facilidades de anonimato y de acomodo, llevaron al movimiento a hacer de lo urbano el centro de su trabajo. El tiempo y recursos que podían poner los hombres de clase media, que no estaban afanados por sobrevivir, les hizo ser promotores de muchas agendas claves del movimiento, pero con el tiempo, se convirtieron en las acciones centrales que la marcaron como una agenda solo urbana, que se discutía en las clases medias de la sociedad y se hacía como un gueto, invisibilizando la interseccionalidad que atraviesa la vida de otras corporalidades, las cuales encontraronmayor eco en el movimiento de mujeres que en el LGBTIQ+.

4. Redefinir el cuerpo, no desde el ejercicio de la exhibición capitalista, sino desde los sentidos polifónicos de habitarlo y recrearlo: durante estos años de activismo, se metió en nuestro medio el capitalismo exacerbado que rápidamente mercantilizó ycomercializó nuestras luchas bajo el término de “mundo gay” con el que se pretendía envolver a toda la diversidad sexual y de género. Esta situación creó el imaginario perverso de igualar la diversidad sexual al“vestir bien” y al “tener unos patrones físicos”particulares para poder ser reconocido dentro de esos escenarios. Dicha acción esclavizó los cuerpos y demandó altísimos niveles de autodesprecio, de homofobia y transfobia internalizada hacia aquellas personas cuyos cuerpos y prácticas no respondían a esa demanda consumista, con especial invisibilidad de los cuerpos adultos, no atléticos, o marginados por la pobreza y la desigualdad.

5. Poner en cuestión el consumo y la materialización de la diversidad sexual:  rápidamente las marchas del mal llamado “orgullo gay” no solo cambiaron el propósito de la movilización de la exigibilidad a la diversión, sino que buscaron globalizar las formas de exigibilidad y despreciaron expresiones propias de las culturales y las realidades de cada territorio. Fue ello el escenario ideal para promover imaginarios donde existían “modos ideales” de ser LGBTIQ+, que se aglutinaban en los ya descritos aquí anteriormente, los cuales dejan por fuera las formas y vivencias de las mujeres y sus propuestas creativas y de presión para que la agenda de la diversidad sexual y de género no sea fácilmente cooptada, como ocurre hoy por los Estados, que un día izan la bandera, pero los demás promueven acciones de violencia y exclusión; saludan las expresiones festivas de la diversidad, pero no hacen nada por mejorar su calidad de vida.

6. Asumir el ciclo vital, la pertenencia étnico-racial, el ejercicio espiritual y político: este activismo que encontró en el mercado capitalista un aliado peligroso, cultivó un imaginario de juventud, cuerpo  y raza que rayan con las principales expresiones de supremacía blanca y que no solo han llevado a que este proceso de movimiento actúe en gueto, sino que han reproducido un “discurso” clasista y privilegiado bajo el cual se haninvisivilizado  otras identidades que no tienen acceso a recursos, que están en la pobreza, en la precariedad y en las márgenes sociales. A ellas aplica la frase célebre de la vicepresidenta: condenados a ser “nadie”. Precisamente, el movimiento ha decretado a algunas a ser nadie, por lo que, además de sufrir la exclusión externa, sufren el olvido de quienes las deberían acoger.

7. Entender el cuidado en su potencial político y transformador para garantizar vidas vividas. Este activismo patriarcal se cultivó en las discotecas, en las noches y en el derroche, y olvidó lo comunitario, los afectos, el bienestar como un asunto de la vida cotidiana, porque en la vida diurna se ajustaban a las exigencias de la sociedad prejuiciosa para sobrevivir. Allí las mujeres trans, para quienes no es opción el acomodar principios, recibieron marginación como respuesta y por ello, empezaron a demandar, que no era un asunto de la noche, ni de la diversión, era un asunto de vivir dignamente, donde el cuidado como canalizador de la lucha política tiene que ser un asunto central. Y hoy que, a pesar de tantos logros, nos sigacostando la vida la visibilidad, este llamado del cuidado, como asunto, político toma total valor.

El mayor compromiso de los hombres gais, bisexuales y trans hoy, mientras nuestras compañeras se movilizan, debería ser “dar un paso al lado” y renunciar de una vez por todas a mantener un activismo androcéntrico y jerárquico. Nos urge un movimiento social vaciado de patriarcado y prácticas machistas, que no busque eliminar nuestras masculinidades, sino recrearlas a partir de cinco principios aprendidos del feminismo como escenario político:

1. La horizontalidad como apuesta política en la vida cotidiana de la agenda y el movimiento social,garantizando la paridad y como acción afirmativa los espacios de representación en cabeza de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans.

2. La resistencia como única vía para superar la opresión; cuestionando la naturalización del patriarcado institucional y la tendencia de control capitalista sobre las agendas sexo-género diversas.3. El compromiso de superar la marginalidad y la precariedad en la que están relegadas la mayoría de las vidas de las personas LGBTIQ+; denunciado la pobreza estructural que se expresa en las mujeres lesbianas, bisexuales y trans, promoviendo con urgencia sentidos de vida digna.

4. El uso de un lenguaje no sexista en lo que escribimos, hablamos, activamos y pensamos; no basta solo con nominar, necesitamos que el poder de la comunicación sea un espacio seguro que garantice derechos y promueva la acogida como punto de partida para la construcción colectiva.

5. La desaceleración de prácticas estigmatizantes, que hemos naturalizado en la vida cotidiana y las formas de relacionarnos con las compañeras en los procesos diarios que, de entrada, crean barreras y no promueven un ambiente de respeto, por esa fea manía de feminizar para ridiculizar, acción que no solo debe desaparecer, sino que nos debe cuestionar sobre el verdadero potencial trasformador del feminismo como causa política.

6. La deconstrucción de una sociedad binaria, que ha sido el mayor responsable que se perpetue la exclusión y las formas de distribución que privilegia a algunos: hombres y segrega a otras: las mujeres. Requerimos dar un paso adelante, donde hombres, mujeres y otras identidades construyamos espacios seguros donde todas quepamos.

7. Reconocer nuestra relación fundante desde la sororidad del movimiento de mujeres y el poder transformador de nuestras luchas si hacemos del feminismo el horizonte de nuestro trabajo por transformar la realidad.

Estoy seguro de que todo esto nos permitirá poner por fin punto final al patriarcado y expulsarlo de nuestra acción política, proponiendo nuevas masculinidades que, al lado del feminismo, como teoría política, deconstruyan este mundo que naturaliza la opresión y le demos paso a un espacio vital donde todas las vidas cuentan y son felices.

Wilson Castañeda Castro

Director

Corporación Caribe Afirmativo