6 de junio de 2020. Si en algo coincidimos, a pesar de las disímiles posiciones que día a día tomamos con ocasión del rumbo de la pandemia, es que el mundo se desaceleró. La economía, con resultados especialmente nefastos para los más marginados; la vida social, obligándonos a un aislamiento riguroso, la incertidumbre por el cierre de negocios y la pérdida de empleos, la agenda cultural que vio con asombro el cierre de teatros y museos; y la confusión de no saber “qué día es”, “a qué horas empezamos” y “cuánto tardamos” por la relatividad del tiempo; así, se ha venido deteniendo la máquina de mayor impulso de la humanidad: el poder destructor del ser humano. Quizás, por fortuna, lo único que no se desaceleró fue la naturaleza, pues mientras nos suspendemos a pesar de nuestra resistencia, esta despliega lo mejor de su belleza ante nosotros y hace uso de la libertad que le habíamos limitado por nuestra perversa destrucción.

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Reflexión Afirmativa 12