Por: Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo.
Esta reflexión es el resultado de un trabajo de campo realizado por Caribe Afirmativo con ayuda de la investigación ‘Raros… y oficios, diversidad sexual y mundo laboral’, y de los múltiples relatos que día a día conocemos.
Mujer y lesbiana
Podría decirse que la ciudadanía para las mujeres en una sociedad patriarcal depende de su autonomía económica, de ahí que muchas expresan un gran temor frente a la exclusión laboral. Para las mujeres lesbianas este temor se incrementa porque plantean que todo el tiempo se enfrentan a una doble discriminación; expresada en el hecho de ser mujer y lesbiana; expresan que en sus lugares de trabajo, cuando se hace explícita o pública su orientación sexual se convierten en receptoras de acoso no sólo laboral, sino también sexual; violencias que en muchos casos terminan en el silencio por el miedo a perder el trabajo.
Las violaciones a los derechos laborales contra las mujeres no solo se establecen con la inequidad salarial o la segmentación hacia ciertos trabajos; sino que se presentan una serie de violencias explícitas y soterradas como persuasión negativa, desvalorización de las actividades que realizan y acoso sexual. Este último opera en muchas de las entrevistadas como un miedo interno puesto que sostienen que es más común de lo imaginado y que ello es justificado por los hombres, y por diferentes sectores de la sociedad, que consideran una práctica correctiva para las mujeres lesbianas, con el agravante de que en muchos casos no existe una documentación y registro de ello.
Frente al acceso al trabajo en los procesos de selección, el tema de exclusión no solo está asociado a concepciones homofóbicas o lesbofóbicas, sino también a los estereotipos de género, “tan asentados y engendrados en la sociedad” donde las mujeres tienen que ser y comportarse femeninamente y quien se salga de ese marco, sencillamente no es contratada, no pasa el proceso de selección: frente a ello, existe un obstáculo y es la ausencia de información, que permita demostrar que “fui descartada” por mi expresión de género o mi orientación sexual; en ese aspecto termina siendo un tema que se comenta o que permanece en el silencio o que en ultimas no se reconoce como una problemática, porque la ausencia de pruebas estadísticas invisiviliza la experiencia vivida y las construcciones intersubjetivas de estereotipos en el mundo laboral.
Los estereotipos y roles de género culturalmente validados en nuestras sociedades patriarcales constituyen un problema estructural e histórico, que de entrada pone a la mujer en desventaja frente al hombre. Pero si sumado a esto viene el asunto de la orientación sexual y sobre todo del estereotipo de género que no está en sintonía con las regulaciones de feminidad que se le exige a la mujer, el problema de la discriminación y la exclusión se complejiza mucho más. En dichos estereotipos juegan asuntos no sólo por ser lesbiana, sino por ser gorda, “fea”, negra , “mal arreglada” o no usar maquillaje, que conducen a que -por ejemplo- no se te contrate para un cargo como el de secretaria o en algún otro en el que su función principal sea la atención al cliente.
“Para mí ha sido muy difícil mantenerme en este trabajo, yo detesto estar maquillada y utilizar zapatos de tacón, pero para estar bien presentada y no generar comentarios me toca estar así todo el tiempo en la oficina. A las mujeres, por ser Cartagena una ciudad tan machista nos obligan a vernos flacas, esbeltas y arregladas. Sino estamos descartadas de la sociedad, en ese aspecto tenemos más presión que los hombres, ellos pueden tener barriga. Pero para nosotras eso es un atropello a la feminidad”, afirma una mujer que trabaja en una entidad del Estado.
Se asocia a las mujeres lesbianas a la idea de que son insatisfechas sexualmente, y que su opción es por la “ausencia de macho”. Esto trae consigo una serie de vulneraciones a las mujereras que públicamente “se les nota” su orientación o que la han hecho pública. Cuando son mujeres femeninas se vuelven vulnerables al acoso sexual por parte de sus jefes y compañeros, y cuando son masculinas al rechazo y la exclusión. Se tiene la idea en la ciudad que frente a la genero en el trabajo, es necesario mantenerse en unos límites, sobrepasarlos es exponerse a generar “una mala imagen” y ello es justificación para ser vulnerada en sus derechos como mujer y lesbiana.
“Acá se maneja la idea que si una mujer es abusada es porque se lo busco, porque se vistió muy provocativa o porque estaba sola en la calle a una hora no adecuada para una mujer, y esa concepción patriarcal y machista se desplaza ferozmente hacia las mujeres que somos lesbianas… A nosotras nos pasa todo el tiempo, por ejemplo, cuando mi pareja y yo tomamos un taxi recibimos acoso por parte del conductor, nos han invitado a formar tríos o cosas así. Y lo peor es que si como mujeres somos invisibles, como mujeres lesbianas tenemos que estar ocultas”, afirma una mujer abiertamente lesbiana de Cartagena.
Mujer y trans
Para las mujeres y hombres trans en lo laboral existe un asunto de mayor vulnerabilidad, porque su construcción de género está marcando unas claridades que no son negociables con el autocontrol ni con la censura. Sumado a ello, la gran mayoría, no cuenta con el apoyo de sus familiares para su desarrollo económico y no han accedido al sistema educativo, que les permita ejercer un rol profesional.
Los procesos de construcción permanente de identidad de género que viven los hombres y las mujeres trans son asuntos que la sociedad colombiana aun desconoce. Se sigue asociando a una patología y a una disforia de género; lo que ha conducido a construir una imagen errónea, excluyente y transfóbica del transgenerismo.
Quizá uno de los principales problemas que enfrentan las personas trans está asociado al asunto de los documentos. Ahí se encuentran unas barreras muy grandes que de entrada generan exclusión del espacio educativo y laboral. A los hombres trans, por ejemplo, se les exige libreta militar para acceder a cualquier empleo con las implicaciones que trae para un hombre trans explicar que antes de construirse como hombre había nacido en un cuerpo de mujer, y lo mismo sucede con las mujeres trans, y ello hace un llamado para que existan requerimientos específicos para la contratación laboral de mujeres y hombres trans.
Esta es una de las razones que lleva a que las personas trans terminen trabajando en escenarios vinculados a la informalidad, lugares en los que de entrada la persona no tiene que “enfrentar ese mal momento”. Hemos escuchado que las mujeres trans no tienen otros escenarios de trabajo diferentes a los que históricamente se han construido para ellas: peluquerías y prostitución en el caso de las mujeres trans.
“Para mí lo más difícil como mujer trans ha sido encontrarme automáticamente con la discriminación, que te digan todo el tiempo que no, ‘usted no puede estar acá’… eso te hace sentir que no vales porque te están negando algo que es tuyo y que lo mereces. Entonces dices qué me queda, qué opciones tengo, y resulta que lamentablemente cuando tú estudiaste y nunca has ejercido, por ejemplo, la prostitución, no sabes cómo hacer. Entonces si nos vamos para una esquina, no sabemos cómo caerle al cliente, cómo manejarlo, esas cosas. La calle es definitivamente un espacio que no conocemos”, afirma una mujer trans.
Para las personas entrevistadas es claro que en el país y en la región, aun no existen espacios laborales donde puedan estar las mujeres trans, salvo la peluquería o la prostitución. Los imaginarios y prejuicios que la sociedad tiene frente a la población trans lleva a que cada vez se cierren más las puertas; al asociarlas a prácticas de delincuencia también ha ocasionado que muchas de ellas no sean contratadas en una peluquería. Esto ha obligado a que muchas sean trabajadoras sexuales.
La calle es un escenario de vulneración de derechos y se ha convertido en uno de los pocos espacios donde las mujeres trans pueden auto-reconocerse y vivir su identidad de género. La calle, sin embargo, trae consigo unas discriminaciones adicionales, vinculadas a connotaciones estéticas y de hiperfeminización que hacen vulnerable a las mujeres trans en el ejercicio de la prostitución.
“Si tú eres una chica bonita eso te garantiza algunos derechos, porque si tú eres la trans fea, que no le agradas a nadie, te vas a morir de hambre. Entonces seguramente tus ingresos no serán tan buenos como los de aquella que es más bonita, más agraciada y que todo el mundo contrata, ellas podrían llegar a ganar mucho más de lo que ganaría cualquiera de las otras, porque hay muchas de ellas –por ejemplo amigas que me dicen que llegan a cobrar 200 mil a un solo cliente. Estamos hablando de que eso es mucho más de lo que podría estar ganando donde estoy ahora. El problema no es que lo estén haciendo, que sea bueno o malo, sino las condiciones en que viven, como nadie les arrienda o si consigues un apartamento te lo van a cobrar doble y por adelantado, entonces toca vivir en hacinamiento y la plata nunca les alcanza para salir de la pobreza”, afirma otra mujer trans.