03 de abril de 2022. Las luces incandescentes de los carros, buses, camionetas avanzan estrepitosas, unas de regreso a casa y otras saliendo de Barranquilla hacia otras ciudades. Los pitidos se confunden con los gritos de personas ansiosas por salir del trancón de la hora pico, y a medida que la noche empieza el nudo de automóviles se va desbaratando para que ellas surjan de las penumbras como diosas de sí mismas, con el brillo propio que destilan tras su andar.
La carretera de la Cordialidad, cuyo nombre se debe a la hermandad que se buscó afianzar con su construcción entre la ciudad de Barranquilla y de Cartagena en 1982 es una de las vías más concurridas que conecta la ciudad con distintos municipios del departamento del Atlántico. A medida que el circuito de carros aumenta y disminuye conforme corren las horas nocturnas, las mujeres trans caminan las orillas de esta carrertera, ellas viven mientras la ciudad la duermen, porque es la luna quién les indica el inicio de su jornada laboral.
Hele, Heme y Yena como una poderosa trinidad son tres mujeres trans que viven en este sector, ellas asisten cada noche a la Cordialidad para trabajar hasta la madrugada. Las tres tienen los ojos grandes y esperanzadores y como cualquier persona tienen sueños y aspiraciones que cumplir. Ellas son atrevidas porque no temen cohibirse de nada, y mucho menos de su expresión de género pues es su cuerpo su lienzo en el que comunican quienes son, aunque a diario se enfrenten a una sociedad que prohíbe y limita su presencia en distintos espacios.
Cerca de la Cordialidad hay un parque principal que ellas transitan durante la noche buscando clientes para su trabajo, pues este lugar se ubica estratégicamente en la Cordialidad con carrera 21 y está rodeado de locales y billares donde se expenden y consumen bebidas alcohólicas. Este parque es punto de encuentro para las mujeres trans, incluso para algunas que trabajan en el centro, que se desplazan hacia acá cuando allá no hay tantos clientes. La negociación entre un cliente y las chicas trans inicia inmediatamente después de un saludo o muchas veces ni si quiera eso, basta el intercambio de una mirada, el silencio o miradas sugestivas hacia sus cuerpos.
Hele, Heme y Yena se sienten inseguras porque en el parque y sus alrededores circulan jóvenes en grupos que arremeten contra las chicas trans que se encuentran en lugar, ellos las violentan de diferentes formas que van desde insultos, ofensas, gritos con palabras obscenas hasta amenazas con armas blancas e intentos de violación. A pesar de que la policía hace presencia en el sector, las trans afirman que son los policías la puerta para la discriminación y vulneración e incluso ellos hacen los retenes en la misma equina donde ellas se sitúan y pareciera que lo hicieran de forma intencional pues así ahuyentan a los clientes y eso las obliga a desplazarse a otras cuadras donde se exponen a múltiples peligros.
El trabajo sexual es su única fuente de ingresos, pero es un alto costo en su calidad de vida, y esto implica permanecer hasta horas de la madrugada en la carretera exponiéndose a situaciones peligrosas que puedan generar daños en su salud física y mental y que muchas veces dejan huellas irreparables.
Hele menciona que durante la noche se pueden atender un número considerado de clientes, que hay días buenos y días malos, para ella un día bueno es atender de 9 a 10 clientes como mínimo, pero por lo general esto ocurre los fines de semana, en especial los puentes festivos. Sin embargo, el número de clientes que atienden no es significativo al de sus ganancias, pues ella describe que su trabajo ha sido desvalorizado y casi todo el tiempo la propuesta no se eleva a 20 mil pesos por un servicio completo. “En días malos me ha tocado recibir hasta 5 mil a 10 mil pesos por un servicio, pero es porque no queda de otra, y aja nosotras no comemos”, confiesa Heme.
Frente al parque donde se ubican las chicas trans durante la noche hay una iglesia cristiana, las personas se congregan allí y realizan vigilias un sábado al mes, es decir, pasan toda la noche orando y paradójicamente cuando los feligreses de esta iglesia están toda la noche allí las trans no se sienten solas, porque la convivencia entre ellas y las personas devotas ha evolucionado a tal punto que comparten el espacio público sin ningún tipo de inconveniente o conflicto y esos días de vigilia las personas que asisten a la iglesia les comparten alimentos y comida.
Históricamente la religión cristiana y católica ha perseguido a las personas LGBTI, pero en La Cordialidad este no es el caso, pues Yena, Hele y Heme piensan que cuando se deja de lado el prejuicio las diferentes espiritualidades, religiones o fe que se tenga no importan, siempre y cuando el trato entre todos y todas se haga más humano teniendo como prioridad que todas las personas son iguales en derechos.
Al preguntarle a este trío de chicas trans que piensan que es necesario para salir de las condiciones de vulnerabilidad en que están, ellas responden en coro que un espacio físico sería la punta de icerberg para poder derrumbar exclusiones sociales. Se trata de un lugar seguro, libre de discriminación y que la apueste al crecimiento personal de las trabajadoras sexuales con experiencia de vida trans que buscan otro estilo de vida. “Casa trans”, es el nombre que le dan al espacio que sueñan con tener algún día, no solo por Heme, Hele y Yena si no también por aquellas trans que están en el centro, en La 30 y otros lugares de la ciudad, cuyos riesgos van en aumento y sus garantías en derechos en detrimento de su bienestar.