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El sexilio y la urgencia de acoger a la ciudadanía LGBTIQ+ migrante, refugiada y retornada que ve la agudización de sus proyectos de vida a causa de las crisis humanitarias en el mundo

Los flujos migratorios que diariamente, en altísimo riesgo, recorren caminos, desiertos y selvas en América y Europa, cuentan en sus grupos con personas sexo-género diversas que, adicional a sufrir todos los embates de la movilidad humana, experimenta mayores niveles de exclusión por desprecio hacia su diversidad sexual y de género.

Se han convertido en cotidianas las noticias y reportajes de las condiciones infrahumanas y de alto riesgo de miles de personas viven diariamente en el mundo huyendo de sus países de origen por la ausencia de garantías de vida digna; los naufragios en el mediterráneo, los altos riesgos en la selva del Darién,  la criminalidad al acecho en la ruta de Centroamérica a Estados Unidos y México, las condiciones deplorables en las que las personas en África cruzan a Brasil y el aumento de flujos migratorios por la guerra en Ucrania y Palestina, el conflicto armados Colombiano y  las dictaduras en Nicaragua, Cuba y Venezuela son, entre otros, los motivos que cada vez generalizan más la huida de los territorios. Este da cuenta de que la violencia y la ausencia de derechos tiene a muchas personas a la deriva deambulando por el mundo, buscando lugares seguros para vivir dignamente, dejando como opción menos recurrente la migración voluntaria como búsqueda de mejorar la calidad de vida.

Lejos de estar a la altura y responder con prontitud a esta crisis humanitaria, la más grande de nuestro tiempo, los países de tránsito y acogida no solo aumentan los niveles de riesgo de las personas en movilidad humana, poniendo en duda el derecho a migrar con dignidad y olvidando el principio universal de solidaridad, sino que, con decisiones políticas amparadas en un falso nacionalismo —como levantar muros, impedir el tránsito, bloquear acceso a servicios y dividir las poblaciones entre regulares e irregulares— están siendo generadores de expresiones de xenofobia e instrumentalización de la vida de las personas migrantes. Este se convierte en un escenario ideal para consolidar, desde el neoliberalismo, expresiones de exclavitudes modernas, como la trata de personas y los trabajos forzados. Del mismo modo, ha propiciado que los grupos anti y para estatales que controlan vastos territorios en sus países, casi todos fronterizos, terminen involucrando a las personas migrantes, refugiadas y retornadas en  círculos de violencia y delincuencia, como mecanismo de sobrevivencia.

En lo que compete a las personas LGBTIQ+, podríamos decir que es connatural a la expresión del movimiento la acción de huir, pues la resistencia, la falta de acceso a derechos y las expresiones, tanto estatales como sociales, de negar garantías de vida digna ha creado una relación directa, en la mayoría de los países del mundo, como consecuencia de asumir la visibilidad marcharse. Pues salir del closet significa para casi todos el hecho de ser expulsados de su núcleo vital, que es mas critico cuando este ejercicio de visibilidad se da en países empobrecidos, que criminalizan o penalizan la homosexualidad y al género no hegemónico. Del mismo modo, estas condenan a una vida sin derecho a las personas sexo-género diversas, amparadas además en un discurso moralizante que usa las creencias y las prácticas culturales de las comunidades de forma errónea para validar sus decisiones prejuiciosas. 

El sociólogo puertoriqueño Manolo Guzmán en el año 1997 promovió una discusión entre activistas e investigadores académicos, quien, al analizar la diáspora LGBTIQ+ apostada en san Juan, proveniente en su mayoría de Republica Dominicana y Haiti, y los flujos migratorios en las Antillas, que llegaban a la isla buscando alcanzar el sueño americano, no solamente llegaban allí por los mismos motivos de miles de ciudadanos que cada año hacen lo mismo, sino que, además, hay un impulso propio en la huida de las personas LGBTIQ+ que amerita ser estudiado. Con esto se hace referencia a que en sus países de origen sufren violencia, son invisibilizados y se les niega derechos por su orientación sexual, identidad y expresión de género. Es decir, su salida del país no fue planeada, no es por tener mejores recursos, por conseguir un trabajo digno o por mejorar su calidad de vida; tampoco es porque hacen oposición a sus gobiernos y porque son señalados  por los medios de comunicación —de eso también hay— pero, sobre todo, toman la decisión para ponerse a salvo y poder sobrevivir. A esta realidad los expertos le llaman “sexilio” y la definieron como un fenómeno que obliga a las personas no heterosexuales a emigrar de su lugar de origen por miedo a persecusiones.

Podríamos decir que el sexilio tiene múltiples y variados motivos que responden a una misma realidad, que es el desprecio a la diversidad sexual y de género que hay en el mundo. Podríamos decir que para el caso de América Latina y el Caribe con los flujos migratorios que se generan en las crisis humanitarias de la región, hay cinco factores que son determinantes: 1. La violencia estructural que hace de la región la más violenta del mundo, con más de 1000 homicidios y feminicidios cada año, motivados por prejuicios hacia la orientación sexual, identidad y expresión de género, acompañados de un alto nivel de impunidad y el crecimiento de estado de indefensión por parte de las víctimas; 2. La ausencia de marcos normativos garantes de derechos, que promuevan escenarios de vida digna, reconozcan la diversidad como un derecho y condenen cualquier expresión física, verbal o simbólica de discriminación; 3. La agudización de discursos de odio y grupos anti-derechos que, en escenarios políticos, económicos y culturales y con una fuerte participación en la toma de decisiones, bloquean avances y buscan retrocesos en materia de derechos humanos; 4. La complicidad social de muchas comunidades que, no sólo no son espacios para la vida digna de las personas LGBTIQ+, sino que naturalizan la violencia ante ellas y validan el desprecio y la negación de derechos como acción cotidiana; y 5. La ausencia de control y garantías por parte del Estado, dejando espacio vacíos que son copados por actores armados que, a la hora de imponer sus prácticas de control, por sus prejuicios vinculados a sus prácticas criminales, exacerban la vida de las personas gais, lesbianas, bisexuales, trans, intesex, queer y no binarias.

En los países expulsores, cuando se lee entre líneas las causas estructurales de la huida, con enfoque de diversidad y género, aparecen fenómenos que a simple vista no se ven como des-escolaridad por matoneo, negación a tener trabajos decentes, utilización para tráfico de drogas como condición de sobrevivencia, extorsiones, torturas, abuso sexual y desprecios comunitarios e incluso familiares, lo que hace que migrar para ella sea su única salida. Al salir, además, se enfrentan con dos realidades más; de un lado, un tránsito migratorio que, en los grupos de movimiento —que suelen ser grandes y caminan en alto riesgo—, son sometidos a acciones violentas, se les niega acceder a los escasos recursos que van encontrando en las rutas, bajo lógicas binarias, no se les brindan atenciones específicas y se les pone en posiciones que les hace más vulnerables en el tránsito. Con esto se hace referencia a que son los primeros a quienes los traficantes acceden para cometer abusos, son descartados de los grupos cuando hay que reducir el número y son obligados a prácticas de explotación sexual y laboral para conseguir el sostenimiento del grupo. De otro lado, cuando llegan a un destino, sea de transito o permanente, tienen que someterse a expresiones de desprecio; en comunidades de acogida que tienen naturalizados los prejuicios hacia la diversidad sexual y de género y  agudizan  la xenofobia cuando quien busca acogida es LGBTIQ+, pues suelen ser comunidades ausentes de cultura de derecho, donde el Estado no acompaña y sus propios miembros sexo-género diversos, han huido a las grandes ciudades o están invisibilizados por la falta de prácticas de reconocimiento, sometiendo a las foráneas LGBTIQ+ a la misma condena.

Esta situación amerita ser abordada con urgencia, tanto por los Estados como por el movimiento social. España, uno de los países más receptores de solicitud de protección internacional de personas LGBTIQ+ en el mundo este año, con la promulgación de la ley 4/2023 que, luego de muchos debates, fue aprobada y que busca la protección de los derechos de las personas LGBTIQ+ con énfasis en personas trans, logró incluir en la ley el sexilio, pero extrañamente lo refirió solo al flujo de lo rural a lo urbano —que, por su puesto, es importante y aplican las mismas lógicas de expulsión por el centralismo de la atención a la población sexualmente diversa—, pero dejando por fuera, a la hora de aprobar la ley, la protección a los miles de migrantes y refugiados solicitando protección a causa de persecución en su país por motivos de diversidad sexual y de género. Indica en la  disposición tercera adicional que se entiende por sexilio el abandono de las personas LGBTIQ+ de su lugar de residencia por sufrir rechazo, discriminación o violencia, dándose especialmente en las zonas rurales. En el plazo de un año desde la aprobación de esta ley, a través del consejo de participación de las personas LGBTIQ+, se establecerán los mecanismos adecuados para recabar datos sobre la migración de las personas LGBTIQ+ dentro de España y, teniendo en cuenta los datos que se obtengan, se contemplará en su caso el sexilio como causa de despoblación, dentro de las medidas sobre políticas de despoblación  del gobierno de España.

Para el caso de otros países hay algunos ejemplos que resaltar, por ejemplo Colombia con la aprobación del Permiso Especial de Permanencia (PPT) trató fallidamente de tener una acción afirmativa con las mujeres trans, solicitantes de regularidad, pero incluyo requisitos previos (escritura ante notaría) que, por los costos y el temor a ser discriminadas, no accedieron. En el caso de Canadá, ha promovido políticas de acogida inmediata a personas LGBTIQ+ que son víctimas de persecución en sus países; Francia y el Reino Unido han desestimado proyectos de ley y actos administrativos que otorguen  protección inmediata y el reconocimiento de que en muchos países del mundo hay persecución por orientación sexual y de género y ello les habilite activar la acogida de inmediato. En materia de organismos multilaterales, UNASUR ha exhortado a sus Estados miembros acoger ciudadanía LGBTIQ+ en riesgo de violencia y esto ha valido para que, por ejemplo, Argentina promueva refugio y asilo para personas sexo-género diversas. 

La OEA, por su parte, si bien no ha tenido una decisión directa, algunos de sus países miembros como Costa Rica y México —invocando la Declaración de Cartagena, que solicita analizar los contextos de mayor desfavorabilidad para dar protección— han reconocido que en la región expresiones prejuiciosas hacia las personas LGBTIQ+ son contextos desfavorables y han concedido asilo. Respecto a la Unión Europea, si bien lo ha exhortado en fechas claves, como el día del Orgullo y ante situaciones de crisis como la guerras en Ucrania, ha guardado silencio frente a políticas represivas hacia personas LGBTIQ+ solicitantes de protección internacional, como las impuestas por Italia, Francia y Reino Unido y las Naciones Unidas, que por estos días se reúnen en Ginebra para discutir sobre refugio. Está en mora de activar acciones específicas al respecto, pues todavía se ampara en los principios rectores de ACNUR de 2014 sobre protección a personas LGBTIQ+ solicitantes de protección, pero no logran materializarse en políticas de acogida.

Uno de los datos claves que arrojan los estudios del sexilio y del que debemos tomar atenta nota,  como indica  Martínez San Miguel, es que hay un sexilio como tensión, expulsión y exclusión, pero también un sexilio como negación de espacios. Es decir, es una experiencia dolorosa, pero que emerge de la toma de conciencia de quien sufre la expulsión y termina empoderándose y, de esa manera, llamar la atención de la sociedad de que esta realidad no puede pasar desapercibida y que, en el mundo de la movilidad humana, urge plantear acciones que permitan el desarrollo de los proyectos de vida de las personas sexo-genero diversas y que, en definitiva, a esa urgencia de cambiar las políticas de acogida y protección a las personas que se movilizan por el mundo, haciéndolas mas humanas y con perspectivas de derechos, se reconozcan también los enfoques de diversidad y género. Solo cuando  asumamos y trabajemos para erradicar la desigualdad y que en todos nuestros países las vidas LGBTIQ+ puedan ser vividas, podremos hablar de migraciones voluntarias de las personas sexo-género diversas.

Wilson Castañeda Castro

Director Caribe Afirmativo