24 de enero de 2024. La reciente retórica del presidente de los Estados Unidos en contra de los derechos de las personas trans, y en particular de las mujeres trans, representa una amenaza clara no solo para nuestra seguridad, sino también para nuestros derechos humanos fundamentales. Este tipo de discurso no solo perpetúa el estigma y los prejuicios, sino que alimenta una narrativa peligrosa que puede traducirse en violencia y discriminación sistemática.
Las palabras importan, y cuando provienen de líderes con plataformas tan influyentes, tienen el poder de normalizar el odio y legitimar conductas violentas. Históricamente, hemos visto cómo el lenguaje deshumanizador actúa como catalizador para el aumento de agresiones físicas, verbales y simbólicas contra comunidades marginadas. Las mujeres trans, ya vulnerables en muchos contextos, nos encontramos en una posición aún más precaria cuando desde las más altas esferas del poder se nos señala como “enemigas” o se cuestiona nuestra existencia.
La violencia que enfrentamos no es solo física; es también estructural y simbólica. Nos enfrentamos a la exclusión del mercado laboral, a la precarización de nuestras vidas, a la invisibilización de nuestras experiencias y a la desprotección legal. Las leyes y políticas que buscan restringir nuestros derechos, como el acceso a la atención médica afirmativa o la posibilidad de auto determinarnos legalmente, son una forma de violencia institucional que refuerza los discursos de odio y perpetúa el sufrimiento de nuestra comunidad.
Es crucial que como sociedad entendamos que este tipo de discursos no afectan únicamente a las personas trans; son una amenaza a los valores democráticos y al respeto por la diversidad. El impacto de estas narrativas trasciende fronteras, pues dan pie a movimientos similares en otros países, donde las comunidades trans ya enfrentan situaciones extremas de vulnerabilidad.
En medio de esta crisis, es necesario que las mujeres trans nos mantengamos unidas y que las comunidades aliadas levanten la voz. Necesitamos plataformas que nos permitan contar nuestras historias, espacios seguros donde podamos construir redes de apoyo y una respuesta contundente de las organizaciones de derechos humanos a nivel global. Si bien las palabras del presidente buscan dividirnos y debilitarnos, nuestra resistencia y nuestra existencia seguirán siendo actos revolucionarios.